domingo, 28 de diciembre de 2014
JACQUES-ANDRÉ BOIFFARD (1902-1961): PARÍS (ANDRÉ BRETON: NADJA, 1928)
El Museo de Arte Moderno. Centro Georges Pompidou, de París, inaugura un nuevo Departamento, dedicado a la fotografía.
La primera exposición muestra la obra de un fotógrafo surrealista francés, caído casi en el olvido. Sin embargo, entre 1925 y 1935, antes de abandonar la fotografía, Boiffard realizó algunas de las imágenes emblemáticas de aquel estilo, fue el ayudante de Man Ray, participó en la realización de dos de las películas de este artista., ilustró la revista Documents fundada por George Bataille y, ante todo, ilustró la novela Nadja de André Breton con fotografías que tomó de París -y de algunas obras coleccionadas por el novelista-, el escenario donde tuvo lugar el encuentro entre la misteriosa Nadja, una pobre mujer rusa a punto de enloquecer -de la que poco se sabe, salvo que existió-, y el novelista.
Un documento excepcional e inesperado, lejos de los fotógrafos más célebres y celebrados, y sin embargo un fotógrafo único y callado.
sábado, 27 de diciembre de 2014
REYNOLD REYNOLDS (1966) & PATRICK JOLLEY (1964): BURN (2002)
Un hogar arde sin que sus habitantes se inmuten. Incluso atizan el fuego. Cae ceniza -o acaso nieve- hasta que la casa desaparece en un fundido en blanco.
Una inquietante y célebre metáfora del espacio doméstico, del cineasta norteamericano Reynolds y el artista irlandés, ya fallecido, Jolley, incluida en la exposición Inside, en el Palacio de Tokyo, hoy, en París.
La ciudad asediada (paletas egipcias pre-dinásticas, hacia 3000 aC)
Foto 1: Tocho, Museo del Louvre, Lens, diciembre de 2014
La nueva disposición de la colección permanente del nuevo Museo del Louvre en Lens (Francia) incluye una paleta cosmética funeraria de esquisto correspondiente al periodo predinástico egipcio.
Al igual que otras paletas conocidas, varios registros de escenas grabadas la cubren enteramente. Aunque se halla fragmentada, se distingue bien, sobre una rueda dentada, a un toro que empitona a un hombre.
El toro era un animal emblemático en el Mediterráneo antiguo. siendo el animal bravo más grande y posiblemente más fuerte, al menos como el león y el oso, el toro ejemplificaba las virtudes del poderoso y de los todopoderosos: dioses supremos y monarcas.
En el presente caso, el toro simboliza la fuerza y determinación del faraón que abate a un enemigo.
La rueda dentada inferior representa la planta de una ciudad fortificada.
La célebre paleta de Narmer (en la ilustración inferior) muestra a un toro -el faraón- que ataca con sus astas, no a un enemigo, sino a una ciudad -también representada por la planta de la muralla que la circunda: toma la ciudad.
Podemos pensar, posiblemente, que la paleta del Louvre muestra las distintas conquistas del faraón, o, mejor dicho, muestra al faraón en tanto que conquistador. Entre sus conquistas más preciadas se hallan ciudades enemigas. La rendición de una ciudad denota la omnipotencia del monarca. Hasta que éste no entrara victorioso en una ciudad que le hubiera opuesto férrea resistencia, el monarca no podía mostrase como el garante del orden del mundo. Una ciudad que caía era una barrera que se derrumbaba: todo un nuevo espacio, que hasta entonces se le había resistido, se podía a sus pies. El que una ciudad cediera significaba que ya nada podía interponerse ante la fuerza del faraón.
Este motivo también se encuentra en la iconografía de los relieves neo-asirios. Del mismo modo, la conquista de ciudades era una prerrogativa y una obligación del emperador romana. Una ciudad que no le abría sus puertas constituía un enclave, un mundo cerrado que denotada las limitaciones de su poder, algo así como un universos que seguía reglas ajenas a las leyes que el monarca dictaba. Constituía un peligro pues significaba que existían otras leyes, leyes tan válidas como las del monarca, leyes que ponían en evidencia las leyes de éste: así, el orden del mundo se tambaleaba porque las leyes no alcanzaban a explicar y ordenar el universo.
La ciudad, que era, un espacio, ordenado, tenía que estar a la orden del monarca. Cualquier anunciaba el fin del mismo, y del mundo.
viernes, 26 de diciembre de 2014
SANAA (KAZUYO SEJIMA, 1956 & RYÜE NISHIZAWA, 1966): MUSEO DEL LOUVRE (LENS, 2013)
Fotos: Tocho, Lens, diciembre de 2014
En la planicie del norte de Francia, no lejos de la ciudad de Arras, raída por grafitis sucios y muros que supuran hollín, entre filas de casitas de ladrillo rojo, construidas para los mineros en el siglo XIX, y las negras pirámides de las escombreras de carbón que despuntan bajo un cielo bajo y gris, un descampando moteado de placas de hormigón y de carbón, entre montículos de hierba rala, acoge un edificio bajo de cristal del que arrancan dos largos muretes grises que se confunden con el cielo.
Dentro, un único espacio sobre un suelo continuo de hormigón pulido, apenas marcado por delgadas columnas cilíndricas entre las que se insertan cuerpos bajos vidriados, de planta vagamente circular, en las que se ubican diversos servicios: un bar, un comedor, una librería, un centro de documentación. Se divisa a través de la fachada interior vidriada el jardín que rodea el edificio.
Entonces es cuando se descubre que los muretes periféricos son fachadas ciegas de dos grandes naves de acero pulido, a lado y lado del cuerpo central, en cuyo único amplio espacio se ubican la colección permanente, y una exposición temporal, bajo la luz natural que se filtra cenitalmente.
La colección permanente cuenta, en un único espacio, una historia del arte occidental y de sus relaciones con el Próximo Oriente, desde Mesopotamia hasta mediados del siglo XIX.
Museo discreto, casi invisible, de tonos grises claros sobre motas de césped y parches grises y negros, que combina el vidrio, el acero plateado y el hormigón, cuyos muros reflejan el cielo aguado o las formas desvanecidas interiores, que cede el protagonismo a la manera cómo se exponen las obras. Las jácenas metálicas, afiladas y estrechas como cuchillas, los pilares, las rejillas cenitales y los focos apenas se distinguen.
Mucho más sutil y acogedor que los museos de Mas van der Rohe de los que, posiblemente, el Louvre de Lens se inspira.
Seguramente uno de los museos más hermosos de Europa.