"La rutina invisible del acero
fue forjando en sus calles
una alquimia
de leyendas y mitos
que ha ulcerado los muros
de viejas catedrales, mezquitas, sinagogas
levantadas con láminas de niebla.
Nunca el leve fulgor de la ruina
fue un árbitro tan justo en su reparto
de ortiga y mansedumbre.
La celosa vigilia de los siglos
vistió su desnudez con una capa
de hollín, fuego y derrota,
y la antigua ciudad volvió a mirarse
en el remanso de sus noches.
En esta hora desierta, cuando todo
camina hacia el olvido,
un lejano resplandor anuncia apenas
la vana orfebrería de la ceniza
que perdura en el eco de unos pasos
donde se confabulan
la página gastada de la historia,
el rostro mineral de los turistas
y tantas otras cosas que se esconden
tras la huella doméstica del tiempo."
(Luis Bagué Quílez: Un jardín olvidado,, XXII Premio de Poesía Hiperión, Hiperión, Madrid, 2007, pág. 22)
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