El poeta Luis Bagué, de Alicante, impartió clases en la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Politécnica de Cataluña la semana pasada. Habló de la visión de la ciudad en la poesía española del siglo XX, especialmente entre los años 80 y hoy en día.
Mostró que la ciudad es un tema onmipresente, inevitable; y que la imagen que se trasluce es la de un escenario, casi amado, cuyas faltas se enuncian aunque no se denuncian; una ciudad real, construida sobre estructuras del pasado que anuncios y oficinas desdibujan y actualizan -dándole un carácter grotesco y al mismo tiempo cercano, imperfecto-, y que nada tiene que ver con las absurdas ciudades del futuro que algunos arquitectos proyectan cuando no quieren o no pueden enfrentarse a la complejidad de la ciudad tangible (como La ciudad de las 1000 geografías, de Vicente Guallart).
Supimos que la poesía también describe ciudades muertas, no porque sólo existan en malos dibujosgeográficos, sino porque, como en Venecia, el peso de las historias, incluso personales, pesan sobre los muros humedecidos.
Leyó poemas. Destacó, entre otros:
"Yo sé
que el tierno amor escoge sus ciudades
y cada pasión toma un domicilio,
un modo diferente de andar por los pasillos
o de apagar las luces.
Y sé
que hay un portal dormido en cada labio,
un ascensor sin números,
una escalera llena de pequeñas paréntesis.
Sé que cada ilusión
tiene formas distintas
de inventar corazones o pronunciar los nombres
al coger el teléfono.
Sé que cada esperanza
busca siempre un camino
para tapar su sombra desnuda con las sábanas
cuando va a despertarse.
Y sé
que hay una fecha, un día, detrás de cada calle,
un rencor deseable,
un arrepentimiento, a medias, en el cuerpo.
Yo sé
que el amor tiene letras diferentes
para escribir: me voy, para decir
regreso de improviso. Cada tiempo de dudas
necesita un paisaje."
(Luis García Montero, "Yo sé", Diario cómplice)
Gracias a Luis Bagué supimos que existe arquitectura fuera de los estudios de arquitectura.
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