(penúltima falta al cierre vacacional)
El abuso de la belleza. La estética y el concepto del arte, de Arthur C. Danto, es el segundo - recomendable- libro de este verano con vistas a la preparación del nuevo curso.
Forma parte de una trilogía dedicada a la suerte del arte contemporáneo occidental en los últimos cincuenta años. Aunque recurre excesivamente (lo que el propio autor reconoce) al ejemplo de las Cajas Brillo de Warhol, las nítidas diferencias que establece de manera convincente entre arte y belleza, belleza estética y belleza artística, belleza y embellecimiento, y belleza natural, belleza artística y belleza "posibilista" (el maquillaje, por ejemplo) son clarificadoras.
Los ejemplos a veces dificultan seguir el hilo, pero el tono irónico y la claridad expositiva diferencian positivamente los textos de Danto de otros, tan abstrusos, dedicados al arte (que casi nunca incluye la música, la literatura, la danza, el teatro y la arquitectura) actual.
El abuso al que el libro se refiere es el mismo que Rimbaud decía practicar: no se trata de un exceso de belleza sino de un daño voluntario inflingido a esta cualidad sensible. La belleza debe ser violada.
Hegeliano confeso, Danto cita una frase de la Crítica del juicio de Kant. La traducción que propone es más clara que la canónica española (no he leído aún la brillante traducción catalana de Jéssica Jacques, una de las mejores enseñantes de teoría del arte en España, de la Universidad Autónoma de Barcelona):
"cabría agregar muchas cosas a un edificio para el inmediato deleite del ojo, con tal que no se tratara de una iglesia".
Esta frase forma parte de un corto párrafo que continua del modo siguiente (cito la versión española más conocida):
"podría embellecerse una figura con toda clase de rayas y rasgos ligeros, si bien regulares, como hacen los neozelandeses con sus tatuajes, si no tuviera que ser humana, y ésta podría tener rasgos más finos y un contorno de las formas de la cosa más bonita y dulce, si no fuera porque debe representar un hombre o un guerrero" (párrafo 16).
Kant relaciona los tres tipos de creación o representación: puntos y coma separan las frases.
Los tatuajes de "pueblos primitivos" (de los que Kant tuvo que tener noticia gracias a las exploraciones etnográficas llevadas a cabo a finales del s. XVIII) impiden que la persona tatuada (o que su representación artística) sea reconocida como humana. Estos ornamentos metamorfosean a la persona. Podrían elevarla, pero, sin duda, para Kant, la degradan. La convierten en una figura no humana, es decir, posiblemente, bestial (Kant era seguidor de Rousseau, pero su concepción del "primitivo" no parece coincidir con la del "buen salvaje" rousseauniano).
Del mismo modo, la elección de un modelo de rasgos finos (o de un adolescente) y su representación mediante un trazo armonioso, impiden que la figura pueda ser interpretada como la de un guerrero. De nuevo, la belleza del modelo, y el embellecimiento -o la representación manierista o rococó- de la figura, transforman a ésta: ya no puede ser juzgada como una representación convincente o conveniente de un guerrero. Es como si el dibujante hubiera faltado a las recias y adustas características formales y morales del soldado. Éste no puede ser lánguido ni estar emperifollado.
El daño que causa la ornamentación y la representación preciosista en una figura debe ser similar al que causa la decoración en una iglesia. Kant no precisa qué tipo de ornamentación, pero unas líneas más arriba se refiere a "dibujos a la grecque, la hojarasca para marcos, papeles pintados" (ejemplos de un arte sin sentido). Podríamos añadir: tallas doradas, estatuas (angelotes o putti, decoraciones en forma de rocalla), frescos, frisos, mosaicos, vidrieras coloreadas emplomadas, etc. Es decir, la habitual ornamentación churrigueresca católica. Para Kant, estos recargados añadidos impiden que el edificio sea una iglesia, o que ésta sea vista como una iglesia. La profanan. Y el daño es de orden tipológico (la iglesia no parece una iglesia) o funcional (nadie entrará en ella cuando busque una iglesia), pero también teológico. La iglesia ofrece una mala imagen, o una imagen inadecuada de la divinidad. La afectación del edificio afecta a la divinidad.
¿La solución? Despojar la construcción de ornamentos dañinos y utilizar tipologías reconocibles. Kant cita varias: iglesia, palacio, arsenal, quinta. Aunque solo cita explícitamente a la iglesia como ejemplo de un edificio al que la decoración (excesiva o no) le falta gravemente al respeto. La iglesia tiene que estar desnudada. Su "verdad" debe resplandecer en ausencia de cualquier motivo añadido. La grandeza de la divinidad es así expresada.
El mismo Danto menciona que la cita de Kant, que refleja el puritanismo protestante, hubiera satisfecho a Loos y a los racionalistas. Desde luego, muestra que el credo de las vanguardias arquitectónicas, cuando supuestamente Dios había muerto, era religioso. La "verdad" a la que el ornamento faltaba era teológica.
De algún modo, los bloques cubicos denudados del racionalismo eran las nuevas iglesias. Cuando algunos teóricos modernos destacaban que las fábricas eran las nuevas catedrales no sabían (o sí) cuánta razón tenían.
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