Interesante entrevista en las páginas rosas de La Vanguardia, hoy, a un "consultor en innovación". Defiende : "cada día, una idea", y la necesidad de "un rentable mercado de ideas".
Arquímedes tuvo una idea en su vida. Einstein, una o dos. Platón, una sin duda (el concepto de "idea", si es que esto significa algo). Hoy, las ideas deben ir a chorros, o están de rebajas. Tres por una.
Una idea es una forma (eidos, en griego, significa precisamente forma), un marco, un guión o una estructura que marcará, sostendrá y delimitirá lo que, a partir de entonces, exploraremos. Una idea es una guía que nos ayuda a descubrir una parte mínima del mundo. Gracias a una idea (una forma mental) percibimos el mundo de un determinado modo, mundo que, sin una idea, seríamos incapaces de distinguir. La idea nos lleva. Nos ilumina. De ahí el Eureka, la bombilla que se enciende cuando una idea amanece.
Muchos no llegamos a alcanzar, o a descubrir, esta idea (que regulará nuestra vida, nuestro modo de relacionarnos con el mundo). Los más afortunados llegan a una o dos.
Hoy, sin duda, confundimos ideas con ocurrencias con las que, posiblemente, tropezamos diariamente. Pero las ideas (o la idea) es lo que, eventualmente, hallamos cuando las ocurrencias se apartan. Las ocurrencias pasan (una cada día, como una noticia). Son temporales, fugaces. Se pueden intercambiar. Son "bienes" de consumo (rápido). Cuando se nos ocurre algo, posiblemente seamos incapaces de fijar, analizar o estudiar la imagen caprichosa. Los ocurrentes son ingeniosos. Divierten, entretienen. Pero, en ningún caso, aleccionan, ni guían. No educan, precisamente porque distraen. Son como bufones. No pueden perseverar. Apartan del camino, el único camino que lleva, eventualmente, a la idea.
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