Recubrimiento exterior (templo). Vorderasiatisches Museum, Berlín (reservas). Por cortesía de Joachim Marzahn.
Templos y palacios sumerios estaban construidos con gruesos muros de ladrillos secados al sol(de dos o tres metros de espesor).
La piedra y el mármol escaseaban en lo que es hoy el sur de Irak, invadido por marismas, al igual que la madera necesaria para poder cocer los ladrillos.
Sin embargo, las fachadas no eran tan austeras como las que se descubren en los yacimientos arqueológicos. En Sumer, al menos (IV-III milenios aC), los muros exteriores de los templos se recubrían con unos afilados y largos conos de terracota hincados en los muros. La parte superior, visible, era plana, y mostraba una gama de ocres, grises y negros, que componían mosaicos de piezas circulares dispuestas simétricamente, según sencillos pero eficaces esquemas geométricos (inspirados en los que ornamentaban esteras de paja o de cañas), que componían líneas zigzaguentes que animaban las fachadas (y las protegían de las inclemencias, la lluvia, sobre todo, precisamente porque eran impermeables).
En el interior, los muros se recubrían con teselas de tamaños y formas diversas, hechas de terracota de diversas tonos ocres, rojizos y marrones, de alquitrán y de nácar.
Estas superficies, exteriores e interiores, formaban unos mosaicos dispuestos en unos planos verticales necesariamente irregulares. Las cabezas de los conos y las teselas, junto con las leves ondulaciones del recubrimiento, vibraban bajo la cegadora luz solar, matizada por la neblina que la humedad de las marismas levantaba, y creaban, con medios modestos pero imaginativos, una imagen deslumbrante que, sin duda, está en el origen de la imagen (intencionadamente negativa) de ostentación que templos y palacios del Oriente antiguo tuvieron hasta el cristianismo (y, posiblemente, hasta ahora). Platón se refería críticamente a fachadas ornamentadas con complicados motivos semejantes a los que componen tapices y bordados, en los que la luz se enrosca.
Pero la solución consistía en la inteligente utilización de materiales simples y formas tan sencillas como finos conos de terracota. Templos y palacios parecían brotar de la tierra, sublimada por la luz.
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