En Israel, al igual que en Roma, el espacio de los inicios era paradisíaco: los primeros humanos vivían en armonía con animales y potencias sobrenaturales. No necesitaban defenderse ni esconderse de nada ni de nadie y, por tanto, la arquitectura y las ciudades eran inútiles. Varios autores romanos anotaron que en la Edad de Oro, o el reino de Saturno, los hombres vivían al aire libre o, al menos, las casas carecían de puertas y las ciudades, de murallas. El enemigo, exterior e interior (el miedo a uno mismo) no existían (aún).
En conformidad con esta realidad, el Antiguo Testamento señala que la primera ciudad fue construido por Caín, después de haber asesinado a su hermano (¿gemelo?) Abel, cumpliendo una especie de sacrificio fundacional.
Hasta aquí, nada nuevo.
Sin embargo, si observamos más de cerca el Génesis, descubrimos algunos hechos curiosos. Adan y Eva no fueron colocados por Yavhé en el Edén, sino en un jardín situado al este del Edén. Es decir, el espacio, aparentemente libre de limitaciones espaciales de los inicios estaba orientado. Se trataba ya de un espacio delimitado, aunque los límites quizá no fueran físicos. Un río manaba del Edén y se dirigía hacia el Jardín. Allí se subdividía en cuatro afluentes que todo da entender apuntaban hacia las cuatro orientaciones del espacio.
Por otra parte, el Jardín posee un centro claramente señalado: dos árboles están plantados, el árbol de la vida y el arbol de la experiencia sobre lo bueno y lo malo: dos árboles situados, podemos pensar, no en el centro sino a lado y lado del centro, enmarcándolo, como si de dos columnas de entrada se tratara (columnas que el Templo evocará). El centro es un vacío, mas un vacío perfectamente ubicado.
Pero, desde luego, el jardín no del sino en el Edén, no es un espacio indiferenciado, lo cual es lógico. En tanto que espacio preparado para acoger la vida, tiene que estar centrado y orientado, poseer unas directrices que impidan que los humanos -Adán y Eva- se pierdan o se desorienten. Dichas directrices les señalan el rumbo, el camino -de su vida.
El jardín sufre una primera alteración. En cuanto Adán y Eva comieron del árbol de la experiencia de lo bueno y de lo malo, situado, se precisa a continuación, "en medio del Jardín" (Gn. 3,3), fueron expulsados del Jardín del Edén (aunque no queda claro que fueran también echados del resto del Edén) por Yavhé, quien situó "al este del Jardín del Edén" "querubines y una espada con espirales de fuego para guardar el camino hacia el árbol de la vida" (G.3, 24) -del que Adán y Eva no habían probado fruto alguno-.
¿Dónde Yavhé ubicó a los guardianes? En un punto del camino; por tanto, en un paso o una entrada. Todo parece indicar que solo se podía accder al centro del Jardín, desde el exterior, a través de un único camino, y, por tanto, de un único acceso. Se instaura, entonces, un primer límite, y una primera entrada, bien defendida. Los límites y los pasos se concretan.
No bien Caín hubo asesinado a su hermano Abel, Yavhé inquirió a Caín, y le advirtió que si "no obraba bien" "la falta -o una ofrenda defectuosa" le aguardaría en la puerta" (Gn. 4,7). ¿Qué puerta? Una de acceso al Edén, sin duda -recordemos que Adán, Eva y Caín moran fuera del Jardín del Edén, cerca de la entrada de éste que no pueden cruzar-.
La Vulgata es clara: existe una "foris" (puerta) o, mejor dicho, varias puertas (puertas está en dativo plural: foribus); foris es un término arquitectónico. La Biblia en griego es menos precisa: el lugar donde la ofrenda defectuosa se halla depositada es una dieleusis, un paso; el texto griego se acerca más al hebreo: pethach, es decir, paso, entrada o puerta. Ernest L. Martin comenta que este término habitualmente se utiliza en el Antiguo Terstamento para nombrar el acceso a una tienda de cxampaña (como la que los hebreos ocupaban durante el Éxodo).
Fuera una puerta (tal como lo precisa la Vulgata, pero incluso la Biblia en hebreo) o una simple apertura (como indica la Biblia en griego, aunque el hebreo también recoge este matiz menos arquitectónico), lo cierto es que es la primera vez que esta indicación aparece. Pues ni siquiera la palabra paso aparecía a la hora de describir el Jardín del Edén, antes y después de la ingestión del o de un fruto del árbol de la experiencia del bien y del mal: solo se indicaba que guardianes se situaban en un punto de un camino que conducía al centro del Jardín del Edén.
Podemos pensar, entonces que, a medida que el humano comete más y más faltas, cada vez más graves -de la desobediencia al crimen-, los elementos arquitectónicos se instalan. El Edén se va "arquitectonizando", perdiendo su carácter "natural" para convertirse en una obra.
Por tanto, antes de la construcción de una ciudad, el crimen de Caín trajo como consecuencia la instalación de una o de varias puertas al Edén. Éste se convirtió en una fortaleza inviolable, inexpugnable. Un espacio abierto se cerró a cal y canto.
El imaginario arquitectónico bíblico, conm su condena de la ordenación y construcción del espacio, como consecuencia de una falta, ya se manifiesta antes de la fundación de la primera ciudad. El primer gesto de desobediencia trae a colación un cerrojo; el segundo y mas grave, la instalación de puertas. La naturaleza se hace arquitectura, y ésta cumple una doble función: impedir que el hombre alcance los árboles de la vida y del conocimiento, y que se pierda para siempre.
Ni un dios, ni un alma en pena, un animal: la arquitectura convierte a la criatura de Dios en un humano. Paradójicamente, La Biblia refleja la importancia de la arquitectura en tanto que mecanismo y que objeto que nos hace humanos, nos instaura como humanos -a costa de separarnos de los dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario