Ayer, lunes por la mañana, empezó el WOCMES (World Congress for Studies for Middle Eastern Studies), gestionado este año por el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed), que acontece en la Universidad Autónoma de Barcelona durante toda la semana.
Se esperaban unos cinco mil asistentes. Más de tres mil se han inscrito.
El programa es abrumador. Impreso, cubre 190 páginas de letra menuda. Centenares de ponencias, muchas de las cuales acontecen, inevitablemente, a la misma hora. Presentaciones de publicaciones, un ciclo de cine, pequeñas exposiciones, una feria del libro, etc., completan las actividades.
Las ponmencias revelan las dificultades a la hora de enfrentarse al Próximo o al Medio Oriente. ¿Qué es el Medio Oriente? ¿Una denominación geográfica? ¿cultural? ¿religiosa?
Ponencias sobre Malasia, Algeria, Sudán o Mauritania pueden sorprender: paises en el Extremo Oriente (o el Sud-este asiático) y en África, no en el Medio Oriente. Pero son musulmanes o tienen poblaciones de religión musulmana.
Frente a esta situación, casi ningún taller ni ponencias sobre Israel (aunque sí sobre Palestina), país que sí está ubicado en el Próximo Oriente.
¿Es la lengua -¿el árabe?-, la "etnia" -¿"árabe", "semita"?-, la religión -¿musulmana?- el denominador común.
El dominio de temas religiosos es tal que lo sagrado parece ser el centro de las preocupaciones, mas casi todas las ponencias se centran en el islam, mientras que el resto de las religiones (judía, cristiana, zoroástrica, etc.), presentes en el Próximo Oriente, están casi desaparecidas (y solo consideradas por los problemas que sufren los fieles).
EL WOCMES parece centrarse en la o las culturas de los antiguos imperios otomano -que sucede al árabe, e incluye al mongol- y persa -es decir el Próximo Oriente, y norte de África, aunque parece dejar de lado los territorios ocupados por los ejércitos árabes y otomanos en Europa-, y de los territorios donde impera o está presente el islam -Medio Oriente, norte y centro de África, Sud-Este Asiático, aunque no Europa-.
Desde luego, las denominaciones Occidente y Oriente son fluctuantes. Esquemáticas, aunque posiblemente útiles -si no se aceptan como construcciones y no como realidades.
Ayer por la tarde tuvo lugar el taller sobre Teoría Urbana e Historia. Inicialmente, interveníamos cinco ponentes, luego reducidos a cuatro.
Dos ponencias por profesoras universitarias turcas -sin ningún signo distintivo que permitiera identificarlas "étnica" "cultural" o "religiosamente"-. Ponencias sobre los conflictos familiares a principios del siglo XX en Istambul con la creación del barrio "europeo", y sobre la devastadora destrucción de la costa de Bodrum, entre los años 2006 y 2008, que recuerda la situación en la costa mediterránea española (Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, e Islas Baleares). Pueblos "turísticos" que asolan el territorio pero que se anuncian como respetuosos con la tradición arquitectónica local porque incorporan dejes estilísticos folclóricos. Ponencias sobre lo que acontece hoy en Turquía.
Una tercera ponencia por una profesora de Malasia, en las que sí es visible la adscripción religiosa (¿cultural?). Versa sobre un desconocido (incluso en Malasia) arquitecto malasio contemporáneo, cuyas obras son una mezquita -su única obra arquitectónica- y escritos sobre la necesaria distinción entre lo islámico y lo musulmán, y sobre la defensa de la islamización de la arquitectura (las mezquitas en el Extremo Oriente suelen tener forma de pagoda). La correcta arquitectura islámica (religiosa y profana), sostiene, debe seguir los preceptos de Alá, que ordenó, entre otras cosas, construir en las alturas. El corán es, por tanto, el tratado de arquitectura que debe ser seguido (un asistente de una universidad turca pegó un brinco). Los modelos de la Alhambra, levantada, en efecto, en un alto, y de la mezquita de Córdoba, son los que tienen que ser seguidos (en Malasia y en todos los paises islánmicos) porque son los que mejor cumplen con las prescripciones divinas.
Ni una palabra sobre los problemas urbanísticos en la megápoli de Kuala Lumpur, azorada por el frenesí constructivo que impera también en China y en los Emiratos Árabes, entre otros.
Tenemos un problema.
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