martes, 8 de febrero de 2011

El camino de Damasco (la mejor arquitectura de Barcelona en 2010)


Premio Ciudad de Barcelona a la mejor arquitectura contemporánea en 2010


Según un inteligente y agudísimo fallo del jurado del Premio Ciudad de Barcelona, la mejor obra de arquitectura del 2010 ha sido el templo expiatorio de la Sagrada Familia, de numerosos autores, siendo finalista el edificio Mediatic. Valiente decisión.

Desee hace unos años, la arquitectura y el urbanismo de Barcelona no levantan cabeza. Desde los casos de corrupción urbanística y amenazas de muerte a quien las denunicia, que afectan sobre todo el casco antiguo (proyectos ilegales de hoteles, etc.), urbanizaciones privadas según modelos dubaitis (Diagonal Mar), construcciones de incierta legalidad (hotel W, frente al mar), proyectos de remodelación urbana con fines nebulosos (el replanteo de la avenida Diagonal), iniciativas sorprendentes (construcción y destrucción, con un coste púdicamente en la sombra, de casetas en las Ramblas, apertura de oficinas en China por parte del Colegio de Arquitectos para facilitar la construcción desaforada de arquitectos catalanes en Extremo oriente), la quiebra de dicha institución  después de años de gastos imperiales de algunos directivos, hasta la caída en picado del modelo de enseñanza en la otrora apreciada Escuela de Arquitectura, todo parece confabularse para enturbiar la imagen de postal de la arquitectura contemporánea de la ciudad. Los mejores arquitectos de nueva hornada emigran, y la Barcelona del 92 se diluye en el olvido.

Ante esta situación que se prolonga desde hace ocho años al menos, ¿hubiera tenido sentido premiar una obra excelente, dando la impresión que nada acontece, y que el nivel de excelencia se mantiene? Es lógico que no. Premiar lo peor, y lo más dudoso, era la única decisión acertada. Por un lado, un premio a un arquitecto muerto desde hace ochenta años, con un proyecto que en nada se parece al proyecto original (dado que se perdieron los planos y casi todos los bocetos), levantado sin permiso de obras, aún no concluido, y que amenaza a varias manzanas de viviendas. Un monumento al kitsch más desaforado. Es cierto que se valora la amplitud del espacio interior, el juego de luces, pero su realización aún manifiesta más lo que se hubiera ganado si se hubiera quedado en un sueño. La ideología que vehicula no tiene que ser tenida en cuenta, ciertamente -la arquitectura del pasado que ha sobrevivido esconde, sin duda, oscuras historias-, pero no se entiende entonces que se defienda la reconstrucción de las cuatro columnas-barras de Montjuich: no parece que haya sido por sus valores arquitectónico-escultóricos (aunque, sin duda, dado el precedente, serán, sin duda, premiadas el año que viene). Mas, aún atendiendo a una valoración exclusivamente formalista, el templo expiatorio de la Sagrada Familia es un monumental error estético, sin la gracia, en una segunda lectura, del local de alterne Bailén 22 (que también hubiera podido ser premiado), o cualquier casino o parque temático.
Ciertamente, pésimas obras no escaseaban: desde el hotel W hasta la remodelación (aún no concluida) de la plaza de toros de la Plaza España, o la comisaria en esa misma desdichada plaza, el florilegio, aún en tiempos de crisis, era notable y variado.
Es cierto, también, que se hubiera podido optar por una solución opuesta: premiar una buena iniciativa, que tampoco faltaban ejemplos: la inteligente reflexión visual sobre las relaciones humanas en ámbito urbano de David Bestué y Marc Vives, la edición del hermoso texto de Cacciari sobre la ciudad, la novela gráfica Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (sobre un arquitecto con dudas morales sobre su hacer), las novedosas visiones urbanas de Felipe de Ferrari, la conferencia de Giuliana Bruno sobre cine y arquitectura (considerada un hito en la ciudad), el ciclo de música y arquitectura en CajaMadrid, los trrabajos de las agencias de cooperación en temas de arquitectura de la UPC y de la UIC, la presentación del Pabellón catalán en la Bienal de Arquitectura de Venecia, dedicada a la reflexión sobre intervenciones urbanas en Barcelona, la remodelación del barrio de la Mina (desde el punto de vista urbanístico y arquitectónico), la restauración de la Fundación Tàpies, etc., ejemplos que ampliaban el horizonte físico y mental no faltaban; ejemplos de creación y reflexión arquitectónicas, sobre el acto de construir y el hecho de habitar, es decir, sobre las bondades o razones de seguir haciendo arquitectura.
Mas, ¿tenía sentido esta opción? ¿No iba a crear falsas ilusiones en la bondad de la arquitectura que se lleva a cabo en Barcelona hoy? ¿No hubiera prestado a engaño? Por eso, la elección del finalista es también todo un acierto: escoger a una obra, cuyo autor, en contra de las bases, se puso reiteradamente en contacto con el jurado, también simbolizaba el nivel moral de parte de las actuaciones arquitectónicas en la ciudad.
Un aplauso, por tanto, por tan valiente decisión.
Porque no cabe pensar que parte del jurado (con intelectuales que defienden la vivienda social y abominan de la arquitectura espectacular, y reputados arquitectos) hubiera escogido de buena fe -nunca mejor dicho- semejantes obras como ejemplos de buen hacer.

1 comentario:

  1. Excelente artículo.

    La Sagrada Familia actual es una obra bochornosa, una vergüenza para la ciudad.

    Barcelona, empeñada en ser "la millor botiga del món" para atrapar monedas, ha perdido el sentido del ridículo.

    Una amiga chilena y arquitecta que vivió años en Barcelona comentó... "esta ciudad, que te deslumbra los primeros meses que la habitas, es en realidad una mujer vieja que se pintarrajea y quiere fiesta pretendiendo ser joven y vital..."

    ¿Barcelona está a tiempo para que lo bueno que hay en ella no muera por falta de fuerza, optimismo, visión a largo plazo, seny y rauxa?

    ResponderEliminar