Incluso en las culturas más propensas a desvalorizar al ser humano, se encuentran algunos pocos héroes que fueron divinizados, en vida o después de la muerte, gozando de un estatuto idéntico al de los seres sobrenaturales.
Mesopotamia no es una excepción. La concepción de la "vida" después de la muerte era terrorífica -gusanos y espectros, en medio de la oscuridad, aguardaban al difunto-, pero algunos escaparon a esa suerte dantesca.
Ziusudra fue uno de ésos. El llamado Noé mesopotámico fue escogido por el dios Enki, más bien favorable hacia los mortales, para construir un arca para escapar al diluvio con el que el dios del cielo An, y el del aire, Enlil, querían castigar a una humanidad excesivamente ruidosa.
Tras la devastación, el nivel de las aguas descendió, los vientos se calmaron y, una vez el arca atracada, Ziusudra pudo liberar a su familia y a todos los representantes animales escogidos.
Como gracia por haber escuchado a los dioses y salvado a la humanidad, Ziusudra fue divinizado. El texto del mito sumerio dice algo así : "los dioses le concedieron la vida eterna como a un dios". Como un dios: digir gin 7: gin 7 es la marca del comitativo, por lo que Ziusudra es comparado a una divinidad. Es tratado y vivirá como un dios. Lo cual no significa exactamente que fuera convertido en un dios, es decir, que fuera divinizado.
Inmortal lo hicieron los dioses; pero se apresuraron a transportarlo a los confines del mundo, más allá del mundo visible, en la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos. De algún modo, lo alejaron. Y, desde entonces, "vivió" allí una vida solitaria (aunque, en la versión acadio, Ziusudra partiría acompañado de su esposa).
La liberación de la presencia de la muerte se acompañaba del confinamiento. Ziusudra no moriría, pero tampoco sería libre. Su destino era, al mismo tiempo, una suerte y una condena. Sufría una especia de exilio. Lejos es el término que más se repite. Ziusudra es llevado, lo quiera o no, lejos, allí donde confluyen los ríos. Lo que, paradójicanmente, acentuaba su condición humana, es decir no divina. Porque si algo caracterizaba la vida de los dioses era su absoluta libertad, su mobilidad: podían desplazarse donde quisieran, ascender a lo más alto, o descender hasta casi tocar la tierra (no podían, ciertamente, poner los pies en el suelo, pues perderían su flotante condición; por eso, cuando se dirigían a los hombres, se quedaban en lo alto de los zigurats).
Ziusudra podrá "gozar" de una vida eterna -o interminable- pero el espacio concedido no le permite moverse. Sufre un desplazamiento hacia los límites del mundo que dura una eternidad; pero desde entonces, solo le queda dar vueltas sobre sí mismo.
Quizá sea ésta la suerte del hombre: estar asignado a un tiempo y un espacio limitado. A aquéllos que los dioses perdonan, los liberan de la muerte, pero no les conceden la capacidad de poseer, o de recorrer la totalidad del espacio. Antes bien, los encierran allí donde no se puede vivir. Y la vida eterna concedida se convierte en una lenta muerte entre limites infranqueables.
Ser humano, parecen decir los mesopotámicos, es estar encerrado entre límites o paredes. El hombre tiene unos límites y esos son, ante todo, espaciales. El espacio concedido es acotadoo, una parcela, como breve es la vida. La ocupación de un espacio propio nos hace humanos, es decir, nos escinde, nos aleja para siempre de los dioses - a quienes no gusta poseer una morada permanente.
Ser humano es estar encerrado, delimitado, enclaustrado entre unos márgenes. Pero -y referencio a que hoy he vuelto a poner algo por escrito en mi blog, tras meses de desaparición- no será que 'ser' es, en sí, estar delimitado, tener unos márgenes? ¿Ser no es ser acotado precisamente? -hasta el cielo y la tierra tuvieron que separarse para que el universo 'fuera', hasta gea y urano tuvieron que separarse para que Cronos y sus hermanos pudieran 'vivir'-
ResponderEliminar-un saludo!-
Hola Ángel
ResponderEliminarExcelente observación.
Es cierto que los humanos solo somos y existimos si estamos emplazados y delimitados, solo somos en el espacio.
Por tanto, el encerramiento, enclaustramiento de Ziusudra en un lugar lejano no hacía sino acrecentar o afirmar su humana, no divina, condición.
Es cierto que los dioses también tenían ciertas limitaciones. No podían franquear la última frontera: la barrera hacia el mundo de los muertos.
Sin embargo, su "naturaleza" era distinta a la de los humanos. Por eso, tenían que disfrazarse de ser humano cuando se mostraban ante éste. Eran, pues, invisibles, aunque no sé si ilimitados.
De todos, si su "existencia" -y/o su "esencia"- dependía de una asignación espacial era porque existía una fuerza o divinidad incluso superior a ellos: el destino, que lo manejaba todo, de quien todo dependía, la vida, limitada o ilimitada de dioses y hombres. Y el destino carece de límites. Está en todas partes y en todas partes se ejerce su poder.