lunes, 12 de septiembre de 2011
Notas sobre la influencia del arte mesopotámico en el arte occidental
David Byrne (1952): Ur; Kish, del álbum The Forest (1988)
Bob Wilson utilizó algunos temas del álbum en la obra de teatro del mismo título.
Morton Subotnick (1933): The Wild Bull (1968)
El tema se refiera a una de las manifestaciones de grandes dioses mesopotámicos como An, Enlil o Enki, en forma de toro bravo, fecundando animales, humanos y la tierra, y llenando el curso de los ríos con su semen (ab, en sumerio, significa agua y semen).
Darius Milhaud (1892-1974): La création du monde (1923)
Una gran parte de los temas o de los contenidos de la pintura occidental, y la casi totalidad de la forma proceden del arte greco-latino.
No obstante, no se tiene que desechar la influencia del arte del próximo Oriente antiguo (en el que algunos estudiosos sitúan la aportación del Egipto faraónico).
Es cierto que Mesopotamia ha aportado una iconografía demoníaca: los monstruos y los demonios románicos y góticos derivan del arte asirio y neo-asirio que llegó a Occidente a través del Imperio Romano Oriental (o Imperio Bizantino). Las formas asirias marcaron el arte siro-palestino, el cual fascinaría a Roma (pagana, y luego cristiana) cuando conquistaría Oriente.
Oriente también influyó el arte occidental a través de la Biblia que recoge numerosos motivos míticos mesopotámicos, como el diluvio, o que se inspiró en temas o formas mesopotámicos, como el zigurat del templo de Marduk, el dios protector de Babilonia, para construir el motivo de la denostada torre de Babel. De nuevo, Oriente aparece como una fuente de males. La reina Semiramis, mítica fundadora de Babilonia, según una tradición griega, también fascinó y suscitó rechazos a partes iguales en el imaginario europeo.
La influencia mesopotámica no se plasmó solo en monstruos. Las formas ojivales góticas proceden de la arquitectura persa.
Teniendo en cuenta que el Cristianismo (y el Islam) son religiones soteriológicas tardo-orientales, la iconografía cristiana del Buen Pastor deriva de las estatuas de Apolo, Hermes o Dionisos portando un cordero, un tipo de imagen que se inspira en la iconografía de, literalmente, el buen pastor, que se remonta a Elam (hoy irán) y Sumer (Irak), hace más de cinco mil años.
Desde luego, el arte árabe y el arte musulmán (no son exactamente lo mismo), también marcaron el arte medieval y renacentista europeos, desde el gusto por la matemática (que los árabes tomaron de Platón, un filósofo poco conocido en Occidente antes del siglo XV), los arabescos (con cuya ejecución Leonardo de Vinci demostraría su destreza) hasta la cámara oscura, como demuestra Hans Belting en su fascinante reciente monografía: Florence & Baghdad: Renaissance Art and Arab Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 2011.
La misma responsabilidad del artista, creador de su obra, refleja, en parte, la responsabilidad del profeta ante su dios, quien ha confiado y ha delegado en él la gestión del mundo.
Sin embargo, la influencia del arte acadio y sumerio -desde el Poema de la Creación babilónico hasta el Poema de Gilgamesh- solo llegaría a principios del siglo XX, junto con la influencia de las artes llamadas primitivas, cuando el arte y la "literatura" sumero-acadio fueron descubiertos e interpretados. Hasta Ulises, de James Joyce, hace patente las influencias del Próximo Oriente antiguo en el arte arcáico griego.
Algunos frutos sorprendentes de este descubrimiento aparecen en los vídeos antes incluidos.
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