Una estancia acogedora: un salón, un comedor, o una antesala. Fuera, hace mucho frío. Hiela. Rose lo ve cuando se asoma. Los caminos son impracticables. El contraste entre el exterior y el interior, alrededor de una estufa, se acentúa. Una y otra vez, se hace observar el carácter hogareño de la estancia. Ésta no deja de estar presente en el "diálogo", incluso en el del casero, que entra por un momento, y en el de los visitantes inesperados. Es la hora del desayuno. Rose lo está preparando para su ¿esposo? enfrascado en la lectura del periódico. La tetera silba. Como el viento gélido, fuera. Pero Bert, sin decir nada, saca el coche pese a la helada.
El señor y la señora Sands buscan una estancia de alquiler. Han recorrido, del sótano al último piso, el bloque. Una voz, detrás de una pared, les ha comunicado que una habitación se alquila en el bloque. Es el número siete. La que ocupan Rose y Bert.
Rosa aguarda a Bert. Llaman a la puerta. Entra Riley, un negro ciego. Porta un mensaje del padre de Rose. Éste la reclama. Rose acaricia el rostro sin vida de Riley. Bert regresa.
... o cuando lo doméstico no rima siempre con lo hogareño.
La obra más absurda y angustiosa, cortante como una risa seca, sobre el espacio interior, y sus profundidades.
De lectura imprescindible para arquitectos.
The Room
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