Samuel Noah Kramer (1897-1990), el padre de la "sumerología" (el estudio y la traducción de textos sumerios), publicó el hoy mítico breve ensayo La historia empieza en Sumer en 1956. El texto, traducido en un gran número de lenguas, y reeditado sin interrupción, cuenta, en un lenguaje ameno, todas las aportaciones culturales y sociales, esenciales para la vida humana, y la vida en común, especialmente (la escuela, las leyes, la escritura, el cálculo, la arquitectura, etc.), de los sumerios (o sumero-parlantes), pobladores del sur de Mesopotamia, en los IV y III milenios aC.
El éxito del texto fue inmediato. Su influencia, incalculable. De pronto, el legado greco-latino, y bíblico -base de la cultura "occidental"- quedada aminorado o relativizado ante las aportaciones de la cultura sumeria (o mesopotámica en general). Desde entonces, no han cesado los estudios que han tendido a probar todo lo que las culturas griega y hebreo deben a la cultura del sur de Irak.
Eran los años cincuenta. La Segunda Guerra Mundial había concluido hacía diez años. Imperaba la Guerra Fría. El peligro nuclear se cernía sobre todos los países. El miedo al otro se palpaba en los medios políticos y culturales. La delación se fomentaba.
El Occidente greco-latino, patria de las virtudes cívicas, había destruido el mundo.
Un poeta norteamericano, Charles Olson (1910-1970), rector del Black Mountain College, una institución privada dedicada a la enseñanza de las artes, donde se fomentaba el aprendizaje libre, a cargo de profesores como Josep Albers, Rauschenberg o John Cage, quedó deslumbrado por la cultura sumeria (así como por la Maya que, por el aquel entonces, empezaba a ser popularizada en los Estados Unidos).
Sumer parecía ser el origen de todas las formas de cultura. Era muy anterior a Grecia. No estaba marcada, contaminada por ésta. Era, por otra parte, la primera cultura. Las formas culturales más puras y esenciales tenían que ser sumerias, antes que intereses y guerras las hubieran contaminado. Estudiar la cultura sumeria parecía conectar con las mejores aportaciones humanas. Sumer aparecía como un oasis, y un Edén: el lugar y el momento en el que los hombres se descubrieron como humanos y se respetaron a sí mismos. Sumer adquiría una aureola mítica: la cultura en su estado más genuino. Había que volver la vista a ella, y estudiar sus logros.
Charles Olson se dedicó a recrear el Poema de Gilgamesh, y otros relatos míticos escritos en sumerio. Retornar a Sumer era una manera de romper con una cultura, unos modos de vida y de pensar que habían llevado al mundo a la hecatombe. Todas las reglas literarias, de origen greco-latino, todas las formas e imágenes clásicos no habían impedido la total destrucción del mundo. Las formas clásicas, antes bien, habían llevado a ella.
Por el contrario, Sumer ofrecía ejemplos de una "nueva" u originaria manera de concebir la vida, de percibir el mundo, libre de ataduras y "formalismos". El verso, la manera de expresarse de los sumerios era libre. Sus palabras tenían la fuerza de las incantaciones, la gravedad de la fuerza de la tierra, y la libertad de quien contempla el mundo por vez primera.
Sumer parecía ofrecer una nueva manera de percibir el mundo. En ella, se recogían las mejores aportaciones humanas. La energía primera con la que el hombre civilizó (y no destruyó) el mundo se hallaba en la cultura sumeria.
Estudiar Sumer equivalía a romper con formas de cultura caducas, y odiadas. Eminentemente dañinas.
La influencia de Olson fue inmensa. Toda la generación beat le debe su energía y sus mejores logros. La revuelta social y política de finales de los cincuenta y los sesenta se enraiza en Olson.
El arte que da primacía a un contenido originario, casi un grito gutural, ajeno a las formalidades, propias del Letrismo, que tanta influencia tuvo en los movimientos neo-dadaistas en Europa (desde los situacionistas hasta Fluxus), proviene de la mirada de olson sobre la cultura sumeria, de sus sueños y fantasías sobre lo que los sumerios fueron y representaron.
Gran parte de la cultura contemporánea norteamericana y europea se miró, así, en Sumer, y bebió, indirectamente de ella.
Kramer no tuvo razón: la historia no nació en Sumer. Renació.
Sobre este documental (2007) sobre Charles Olson, del cineasta Henry Ferrini (1953), véase: http://www.polisisthis.com/synopsis.html
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