David Bestué abrió el breve ciclo de conferencias La arquitectura no tiene lugar, en la sala del Mirador del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), ayer tarde, lunes 5 de marzo de 2012, a las 19 horas.
David Bestué (1980) es un artista plástico que ha reflexionado sobre la arquitectura moderna y contemporánea española desde su práctica artística (instalaciones, fotografías, vídeos), habiendo escrito dos libros y producido exposiciones que, sin duda, constituyen las mejores reflexiones sobre arquitectura realizadas en España desde hace muchos años.
La conferencia se inauguró con un hermoso elogio del pomo de la puerta. El pomo: el primer objeto que media entre el ser humano y el edificio; es lo que permite entrar (en los secretos) del espacio interior. El pomo se adapta a la mano; gracias a él, el edificio se acoge a la mano del habitante, se adapta a él. El deseo es lo que logra que el pomo se incline. Un pomo es la mano tendida del edificio que invita al usuario a entrar. Constituye la clave que da acceso; el umbral se cruza cuando el pomo cede.
David Bestué mostró algunos pomos; varios, en Barcelona, con la figura de Adán y Eva, o solo de Eva: el pomo, como tentación, como invitación a ir más allá, o hacia dentro, a fin de violar un secreto y apoderarse de todo cuanto atesora el edificio cerrado. Cuelga y se exhibe incitando a ser atrapado. Ofrece todo cuánto el interior guarda. Un pomo en una invitación a adentrarse no sé sabe bien dónde. Es la clave de la posesión.
También puede negar el acceso, resistiéndose. Un pomo cede o se mantiene firme. Abre el espacio interior o lo mantiene sellado. El pomo es la voluntad del edificio: manifiesta lo que éste desea, a lo que accede. El pomo suspende el tiempo. Un misterio se teje. Cuando la mano se acerca para empuñarlo, no se sabe cómo éste responderá (a nuestra pregunta, a nuestro deseo de penetrar en el espacio sellado), ni si nos aceptara, cediéndonos el paso. El pomo nos mantiene expectantes, deseantes. El pomo nos juzga. Es el guardián del secreto. Decide quién accede al interior. Sus decisiones son firmes, inescrutables, y misteriosas. Cuando un pomo se resiste, nos hallamos desamparados. El mundo, nuestro mundo se hunde. Abandonados a la intemperie, luchamos contra el pomo, que no se mueve; no accede a nuestras súplicas. Nos rechaza, y nos reduce. No accedemos a convertirnos en habitantes. Nos deja fuera, fuera de juego.
Un pomo es una bella metonimia de un espacio interior que escoge a quien deja entrar. Los pomos tienen y guardan sus secretos. No todos son capaces de manejarlos. Guían el acceso o lo niegan. Son el útil con el que la puerta se abre, con el que la puerta acepta dejarse abrir. Gracias a él, el hombre se une al edificio, y empieza a tenerlo a mano, a entenderlo. Las puertas, sin pomo, son infranqueables. Son barreras.
De algún modo, el espacio interior se dota de sentido gracias a un objeto tan pequeño, que pone la totalidad del un edificio, que pronto va a ser habitado, en el cuenco de una mano. Gracias a él, un espacio muerto o inerte se anima: cobra vida, se llena de vida. El pomo es un generador de vida; el alma del edificio.
La conferencia de David Bestué fue la más inteligente reflexión sobre lo que la arquitectura es escuchada en mucho tiempo.
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