domingo, 15 de abril de 2012
Gerhard Richter: Arquitectura y ciudad
Selección de vistas arquitectónicas (1962-2004) y urbanas (1968-1970) de Gerhard Richter (1932)
Antes de que la Galería de arte moderno (Neue Nationalgalerie), en Berlín, de Mies van der Rohe, sea cerrada por reformas por David Chipperfield, tratando de convertir el edificio de vidrio y acero en un verdadero museo y no en la inútil sala de los pasos perdidos que, tal como fue proyectada, es esta pesada caja, se ha inaugurado una gran retrospectiva del pintor alemán Gerhard Richter, para celebrar su 80 aniversario (del 12 de febrero al 13 de mayo de 2012).
Titulada Panorama, comprende 167 cuadros y 3 "esculturas" de vidrio, dispuestas de manera rigurosamente cronológica.. El éxito es sorprendente.
La exposición ofrece, en efecto, múltiples vistas sobre la obra pictórica de Richter: una obra que alterna pinturas naturalistas con pinturas abstractas, grandes y pequeños formatos, obras a color con pinturas en blanco y negro.
El tema es lo de menos. O es indiferente, en principio. Quizá podría decirse que el tema no está dejado al azar, mas Richter postula que la pintura es ante todo una yuxtaposición, o una superposición de manchas o de trazos que no logran nunca trascender su condición material. Aun cuando la pintura pretenda retratar el mundo, solo se "retrata" a si misma. Un brochazo es un brochazo, no la imagen de una fracción del mundo.
Sin embargo, las pinturas naturalistas se refieren a motivos reconocibles, reproducidos casi fotográficamente: tan solo un ligero desenfoque puede evocar una vista cansada. Ciudades, arquitecturas, bodegones, retratos, escenas de historia, etc. La obra de Richter trata todos los géneros pictóricos. Y, sin embargo, no son exactamente retratos de la realidad. O no lo son para nada.
Los motivos no son "reales", no han sido tomados directamente de la realidad. Los temas proceden siempre de imágenes fotográficas extraídas de revistas y periódicos. Richter retrata imágenes fotográficas de manera que sus obras parezcan imágenes de la realidad. Tampoco pretende una reflexión platónica sobre el estatuto de la imagen y de la realidad. Quiere documentar lo que acontece pero es consciente que la pintura no logra ni puede lograr su objetivo. La pintura solo produce imágenes; y las imágenes más fidedignas solo pueden ser imágenes de imágenes; o imágenes de imágenes de imágenes, pues los motivos son, en ocasiones, reproducciones de fotografías de motivos reales.
En pocos casos, Richter compone o pinta de tal modo que queda patente que reproduce imágenes. Las fotos reproducidas no suelen acompañarse de los pies de foto o de los textos que ilustran.
Si el arte de Richter consiste en pintar imágenes, no importa que éstas sean abstractas o naturalistas. La realidad no es lo que persigue, sino tan solo su imagen. Cuadros abstractos y naturalistas se componen de la misma manera: mediante la suma de pinceladas. El que éstas parecen referirse a motivos reconocibles, o el que Richter no se preocupe en evitar que las pinceladas sugieran formas reconocibles revela bien que los referentes externos no le preocupan. Lo único que busca, en principio, es insistir en que un cuadro es ante todo, o es solo, una imagen. Los referentes, o las referencias, corren a cargo del ojo, o la imaginación del espectador.
Esta preocupación por escoger motivos reproducidos en imágenes fotográficas , o que son imágenes, explica su fascinación por las vistas urbanas y arquitectónicas (de las que la exposición muestra varios ejemplos). Los referentes son edificios "reales", o maquetas (que son imágenes); fotografías aéreas (en las que, además, la ciudad aparece convertida o reducida a un plano, equiparada con el plano que la ha engendrado), o planos. Los edificios, los encuadres, las vistas son indiferentes. Las vistas aéreas urbanas son el motivo perfecto para que lo que el cuadro sea no sea claro: el cuadro parece una composición abstracta, del expresionismo abstracto. Desde cierta distancia, tomando las distancias, las pinceladas sugieren vistas urbanas; pero el referente es engañoso; no solo porque no se trata de una ciudad sino de la imagen de una ciudad, ya sea una fotografía de una ciudad, o una fotografía de la maqueta de una ciudad: una imagen de una imagen.
El carácter tectónico, solido de la ciudad se desvanece.
Estas imágenes, a pesar de Richter, no dejan de ofrecer un punto de vista crítico sobre la omnipotencia del arquitecto. La ciudad se reduce o se confunde con su maqueta. Las vistas, por otra parte, parecen de ciudades devastadas -cuando lo que está devastada es la superficie del lienzo, cubierto de pinceladas inconexas-. No parece existir diferencia alguna entre las fotografías aéreas de las ciudades reducidas a escombros en 1945, y las pulcras reconstrucciones de los años cincuenta.
Son estructuras inhabitables.
Sin duda, Richeter negaría esta lectura. O quizá no. No afirma ni niega. Deja que las imágenes sugieran. y que el espectador crea ver en sus cuadros una visión del mundo, quizá la visión del mundo que el propio espectador posee, como si no pudiera ver más que sus fantasías o sus miedos.
Richter teje o compone lienzos para que cada uno vea lo que quiera ver. Richter no ofrece su punto de vista. Solo compone manchas para que el espectador las componga o recomponga a su antojo. Ofrece, no su mundo, sino un mundo. Que el espectador debe levantar.
El arquitecto acaba siendo el espectador. Él es quien se construye (en sueños o con la imaginación) su espacio a partir de los materiales y las formas (informes) que Richter le tiende.
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