El junco era la vara con la que se medía justamente en Mesopotamia. El cetro real no era de oro: tan solo era una simple caña. Era la unidad de medida: una planta recta y flexible, capaz de adaptarse, como escribiría Pascal milenios más tarde, a todas las circunstancias. por eso Pascal consideraba que el ser humano era como una caña: ágil, rápido, firme y, al mismo tiempo, atento.
Caña se decía GI en sumerio (qaneh en una lengua semita como hebreo). El moderno sustantivo caña tiene pues raíces muy antiguas.
Esta palabra formaba parte de una serie de término: así, kânu, un verbo acadio que significaba construir, edificar, crear y procrear. Kânu derivaba, en verdad, del sumerio GI-NA, una palabra compuesta a partir de GI (caña), que significaba ser estable: nombraba la condición propia de los entes seguros, firmes, bien asentados: es decir, rectos. Recto, en este caso, no es un adjetivo que pertenezca solo al vocabulario de la geometría, sino también de la ética. Se trata de entes "bien" aposentados.
El verbo acadio kânu, antes citado, era la traducción del término sumerio zid. Éste retomaba el campo de significados antes enunciado. Zid se traduce por estable, seguro y recto; en principio, estos adjetivos son propios de las cosas templadas: Mas zid también evocaba la rectitud, la confianza, la fe. Por fin, zid significaba vida.
La línea geométrica recta adquiría, así, valores morales. Se convertía en un símbolo ético. La recta manifestaba lo recto, la rectitud de la recta: es decir, tanto su condición de línea recta, cuanto los valores que la recta, en tanto que línea recta, asumía: la recta indicaba el camino de la virtud.
En griego, recto y elevado, tanto en sentido geométrico cuando moral se decía orthos. La línea ortogonal, perpendicular a un plano, como, por ejemplo, una plomada, indicaba que las formas no estaban torcidas ni desplazaban. Estaban, por el contrario, en su lugar, sabían qué lugar les correspondía. Cumplían, así la finalidad para la que habían sido formadas. La plomada indica si las formas caen "bien", tienen una caída adecuada y propia, como la caída de un tejido o un vestido, por ejemplo. Tener aplomo indica seguridad y confianza en uno mismo; y las personas que se sienten seguras van con la cabeza muy alta y el cuerpo recto. Nada tienen que ocultan. Se muestran en todo su esplendor.
El sustantivo griego orthos se compone a partir de un radical, RT, que se halla también en palabras como aRTE, RiTmo, RiTo, aRTiculación, etc. Todas ellas cubren un abanico de significados que denotan acciones que tienen como fin la imposición de un orden (cosmos, en griego, significa orden; de ahí que la cosmética sea el arte de recomponer un rostro descompuesto): el arte, o el rito, tiene como objetivo ordenar, componer el mundo; es decir, edificarlo correctamente; o rectamente
(RaTo, Rodrigo, no sé si tiene la misma raíz).
El radical indoeuropeo RT se encuentra también en la palabra griega aReTe. Arete significa mérito o valor. Denomina un valor asociado a un comportamiento, o una actuación ejemplar, recta, bien llevada. Los méritos son los dones necesarios para lograr destacar o que las cosas destaquen por su buena disposición, su correcto ensamblaje.
La areté, en fin, es una virtud que califica un modo de portarse y de transportar; es decir de colocarse o de colocar las cosas en su sitio: adecuado, que les corresponde: La areté, por tanto, es un modo de hacer; es la finalidad que persigue el buen hacer. Un virtuoso, aún hoy en día, es alguien, por ejemplo un artesano, un músico, un artista, que tiene oficio: mucho, buen oficio; que sabe hacer las cosas; que logra que las cosas se hagan bien; es decir, rectamente. Un virtuoso se porta bien. Tiene un buen porte, lo que le permite ejecutar ejemplarmente lo que emprende o se espera de él.
La creación artística, con vistas a la edificación de formas y de personas, que educa y forma, no es ajena a la ética. Un buen hacer hace el bien, pues logra que las cosas se dispongan bien: en su lugar, lo que neutraliza el caos, el desorden, propio de una acción que persigue la destrucción, esto es, el mal; que busca hacer mal las cosas, deformándolas, o hacer el mal, destruyéndolas.
Por eso, GI, la caña era un elemento central en la construcción: sustentaba las formas, les daba consistencia, las articulaba; su flexibilidad "comprendía" la naturaleza de las cosas y las respetaba. La caña simbolizaba el respeto hacia las personas y las cosas: el cuidado con el que se las tenía que tratar, el cariño que todo creador tiene que tener por sus obras, sus criaturas. La caña, que se elevaba, elevaba las formas y el espíritu. Ante ella, cuando el rey, que era un juez a la vez, la blandía, las personas se sentían seguras. La caña simbolizaba que algo estaba a punto de hacerse bien: impartir justicia o crear formas justas de convivencia, formas ajustadas a los modos de vida, formas -casas, ciudades- en las que se podría vivir justamente.
(Dedicado a los estudiantes de la asignatura optativa Mito y arquitectura, de la UPC-ETSAB, Barcelona)
Un apunte realmente interesante. La etimología es una disciplina fantástica. Quizás la que más me gustaba cuando estudiaba filología.
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