La escritura cumple dos funciones básicas: la comunicación y la documentación. En el primer caso, refuerza o completa la transmisión oral; así, algunos datos pueden ser entregados por escrito, si bien el intercambio de ideas o propuestas se lleva a cabo oralmente. La escritura también se utiliza para poner a salvo hechos memorables, dignos de ser atesorados y recordados. Los archivos, las bibliotecas coleccionan textos escritos en los que el pasado de una persona o un pueblo quedan registrados.
En el primer caso, los conocimientos y la práctica de la escritura pueden ser limitados; el vocabulario, las reglas gramaticales necesarios sirven para construir frases sencillas. No se requiere ninguna habilidad especial para componer frases armoniosas: lo importante son los datos que corroboran lo que la palabra oral asegura: "evidencia" lo anunciado verbalmente.
Mientras, es conveniente poseer cierto talento para componer textos, necesariamente complejos, que amalgaman datos, recuerdos, observaciones, reflexiones, imágenes, comparaciones, hasta lograr una composición articulada y sugerente capaz de englobar y traducir acontecimientos ampliamente desarrollados en el tiempo y el espacio. La lectura tiene que poder evocarlos poderosamente; en caso contrario, caerán en el olvido.
Si los especialistas en las culturas tracia y egipcia no se molestan, es la cultura de la Mesopotamia del sur (sumero-acadia), la que inventó la escritura y fijó unas reglas y una manera de componer unos signos que pudieran ser descifrados, leídos fácilmente, o sin ambigüedad por los conocedores de las "cifras" o reglas empleadas. Si los descubrimientos arqueológicos reflejan lo que aconteció, los primeros textos fueron escritos, seguramente, en sumerio, hace unos cinco mil trescientos años.
Los mesopotámicos creían que la escritura era un invento humano, exclusivamente humano, contrariamente al resto de las artes: esta creencia podría reflejar una función sobre todo todo utilitaria de la escritura, necesaria en las transacciones comerciales y legales. Aunque la palabra diera fe de lo que ocurría, la escritura aportaba los documentos necesarios para que la palabra fuera fidedigna.
Pero también afirmaban que los dioses inspiraban a ciertas personas que deseaban aprender a escribir y practicar esta arte. Mitos tardíos babilónicos también sostenían que la escritura fue un don de Sabios antediluvianos. En este caso, la escritura tendría un origen sobrenatural. Los mismos dioses escribían ocasionalmente.
Este doble origen, humano y sobrehumano, reflejaría, la doble función, práctica y simbólica, de la escritura - todo y aceptando que la escritura "funcional" no deja de tener una carga simbólica pues ayuda a entender la mentalidad de las personas o las culturas que la manejan, mientras que la escritura "poética" puede aportar unos datos básicos sobre determinadas transacciones, y, ciertamente, registra, no lo que ocurre, sino lo que ocurrió en otros tiempos, cuando vivían seres que no eran simples mortales, en el tiempo del "mito".
La escritura, pues, comprendía básicamente prosa -el ingente número de documentos prosaicos, testimonios de la vida diaria-, y poesía -que evocaba, en unas pocas composiciones "inspiradas" y "memorables", dignas de estudio, el tiempo del mito, para conocerlo y revivirlo.
La escritura se plasma en dos tipos de soportes: materiales e inmateriales. Tablillas de arcilla, papiros, pergaminos, cortezas, papel, etc., son los soportes más habituales utilizados por los humanos para el trato habitual. Pero los signos que cuentan lo que aconteció y lo que acontecerá, lo que se refieran al pasado y al futuro -un futuro que se hará presente-, pero no al presente, al día a día, no se inscriben únicamente en soportes materiales, ni se inscriben necesaria o preferentemente en estos soportes. El cielo es la "superficie" en la que mejor se inscribe la narración de hechos pasados o venideros o, mejor dicho, donde se inscriben aquellos signos que, correctamente enlazados cuentan lo que acontecerá. Estos signos son los astros. El cielo se despliega así, como un inmenso registro dónde la historia de la humanidad, pasada y futura, queda marcada. Esos signos, los cuerpos siderales, son los que las divinidades emplean, mueven a placer, para comunicarse con los humanos, y comunicarles lo que han decidido, lo que les aguarda.
Así, la diosa de la escritura mesopotámica, Nisaba, poseía tablillas en la que dibujaba planos celestiales y escribía edictos. El cielo era una gran tablilla donde los acontecimientos quedaban anunciados.
Así como la lectura de las tablillas administrativas, comerciales, legales, y de la correspondencia "diaria" o personal, era relativamente sencilla (y hoy se piensa que la sociedad mesopotámica y, en general, las sociedades antiguas dotadas de escritura, eran más o menos letradas, es decir, poseían unos conocimientos básicas que les permitían escribir sencillamente o, al menos, leer textos sin grandes complicaciones), la interpretación de los mitos, las leyendas, las sagas, y los himnos, junto con la interpretación de los signos en el cielo era compleja. No estaba al alcance de todo el mundo. Requería un especial adiestramiento. El número de signos, de reglas gramaticales empleados era muy superior a lo que una simple documento escrito exigía. Los matices, las imágenes, las metáforas, todos los retruécanos, las alusiones requerían un creciente número de signos capaces de reflejar lo que, en el habla, el tono y la gestualidad necesariamente comunican física, visiblemente.
Quienes eran diestros en el desciframiento de los signos, escritos en la materia o el cielo, eran los escribas; también los adivinos, los magos. Existía una casta especial capaz de leer mensajes sobrenaturales en el cielo o en las entrañas de las víctimas sacrificiales, por ejemplo en las superficie espejada de los hígados, así como en composiciones complejas mitológicas, o rituales. La escritura "poética" era un procedimiento mágico. Tanto, que Platón, sin duda con cierta ironía, sostenía que los grandes poetas estaban en comunicación con poderes sobrenaturales, y eran verdaderos magos de la palabra. En Mesopotamia, el primer poeta de la historia (la poetisa Enheduanna) fue una sacerdotisa al servicio de la diosa de la creación y la destrucción, del ciclo de la vida, Innana. La diosa le comunicaba lo que acontecería, y Enheduanna sabía, gracias a la intervención divina, descifrar las palabras divinas y traducirlas en lenguaje escrito humano, un lenguaje necesariamente esotérico, puesto que ponía por escrito revelaciones que estaban al alcance de todos los humanos.
Un cierto número de humanos eran capaces de componer y de leer una carta: solo se requería unos conocimientos limitados de vocabulario y gramática, al alcance de los mortales. Mas para contar la verdad, o para esconderla y descubrirla solo a los iniciados, eran necesarios unos conocimientos sobrehumanos que solo el cielo proporcionada -o que solo el cielo, afirmaban los poetas y los magos, (les) proporcionaba.
Véase el articulo de Dominique Charpin: Lire et écrire en Mésopotamie (http://www.digitorient.com/wp/wp-content/uploads/2006/09/DC%20CRAIBL%202004.pdf)
Jordi Abadal (UPC) impartirá un taller sobre escritura cuneiforme (La escritura cuneiforme mesopotámica: entre el signo y el dibujo), en Caixaforum de Barcelona, a las 19.30 horas, abierto a todo el público, los días:
- Jueves 7 de febrero de 2013: Origen de la escritura cuneiforme como medio de registrar los inventarios y las transacciones comerciales
- Jueves 14 de febrero: La epigrafía sumeria
- Jueves 21 de febrero: Elementos básicos de la gramática sumeria
- Jueves 28 de febrero: La traducción de las tablillas
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