Érase un emperador de la China que encargó a un prestigioso geógrafo europeo un mapa detallado de sus posesiones.
Tanto y tan bien se documentó el dibujante, recorriendo a pie el imperio durante años que, cuando se presentó ante el emperador y empezó a abrir el mapa, el monarca mandó de inmediato que apresaran y ajusticiaran al geógrafo. Éste había trabajado de manera tan minuciosa, registrando hasta el menor detalle del territorio imperial, que el mapa se había extendido hasta tal punto que, al ser desplegado, cubría toda China. Anulaba, escondía, escamoteaba el imperio. Todos los bienes del emperador habían quedado incluidos en el papel, sobre si el geógrafo se los hubiera robado y encerrado en el mapa. China había desaparecido sepultada por su proyección en el papel.
Un mapa, por tanto, reproduce el mundo. Pone el mundo al alcance de la mano. El mapa produce la ilusión que el mundo se reduce. Pero también lo turba hasta tal punto que entra en conflicto con él. Cuanto más preciso sea, más permite intervenir en el mundo. Para ordenarlo. O no.
Cartografías modernas. Dibujando el pensamiento es una compleja exposición dirigida por Helena Tatay, y brillantemente montada por Bet Cantallops, que se presenta en Caixaforum.
Muestra obras contemporáneas que utilizan el lenguaje de la cartografía. Éste se definió en Mesopotamia -los primeros mapas territoriales que se conservan son de finales del tercer milenio aC-, y se transmitió a Grecia.
En el siglo XVII, la manera "objetiva" de representar el mundo, sin tener en cuenta, en principio, el punto de vista del observador (aunque la orientación del mapa ya denota dónde se ubica el geógrafo), se extendió hasta "cartografiar" territorios íntimos: los caminos que componen la vida sentimental o emocional fueron trazados por vez primera por la novelista francesa Madame de Sevigné. Su célebre "Mapa de la Ternura" o de "los Sentimientos" (la "Carte du Tendre"), mostró que los mapas podían ayudar a orientarse en la vida o los espacios interiores. La novela dejaba de reflejar el descubrimiento del mundo para, sin salir del espacio interior, mostrar como el universo cabía en el alma, y como el alma reconfiguraba -y distorsionaba- el mundo. El mundo era las imágenes que nos evocaba, los sentimientos que despertaba en nosotros.
Ambos tipos de mapas son los que trabajan los artistas contemporáneos seleccionados. La documentación, la variedad de registros, la calidad de las piezas sorprenden. Su ubicación, las relaciones establecidas, inmejorables.
En algún momento se plantea alguna duda. No se distingue bien, pues quizá no se deba o no se pueda, entre mapa, proyecto, dibujo, boceto, esquema. Ente mapa y carta, si es que existe alguna diferencia. Algunas piezas, semejantes a viñetas, parecen difíciles de identificar como mapas o cartas. Dos bocetos de Paul Klee podrían ser figuras. Ocurre lo mismo con un par de animaciones.
Pero esas dudas, que quizá los artistas hayan querido suscitar, no impide descubrir hasta donde se adentran los mapas, qué territorios "cubren", y cómo los mapas revelan la realidad, al tiempo que la confunden.
Como comentó lúcidamente Helena Tatay en la conferencia inaugural, los mapas son la mejor muestra de nuestro deseo de apoderarnos del mundo, y de nuestra incapacidad por satisfacer este deseo. Algo se pierde, inevitablemente, cuando pretendemos estudiar el mundo o estudiarnos. Mas, sin las mapas, nunca lograríamos acercarnos a lo que nos rodea, o nos compone.
Una exposición imprescindible, que da que pensar.
La mejor exposición del año en Barcelona
Creo que se ha olvidado lo más importante de un mapa... mostrar el camino a quien lo tenga en sus manos, no a quién lo realiza... sino al que anda perdido o en busca... Saludos.
ResponderEliminarEs muy cierto.
ResponderEliminarSupongo que los mapas que los artistas realizan les sirven para orientarse. Ellos son los autores y los usuarios de las cartas. Nos las enseñan, sin dada, para que aprendamos cómo podemos orientarnos, para que sepamos que podemos trazar nuestros propios mapas.
Un atento saludo