martes, 18 de septiembre de 2012
Documenta 13, o la vida de los objetos (estatuillas femeninas de Bactria, 2500 aC)
La idea principal no siempre estaba bien explicada, o la selección de obras no acababa siempre de cuadrar con el tema enunciado; la lista de artistas era excesiva; la presencia de éstos, en ocasiones, residía en causas no artísticas (provenían de países o regiones con conflictos, como Afganistán, o el Sahara marroquí, o respondían a la sacrosanta trinidad: mujer-negra-lesbiana); los textos podían ofrecer lecturas forzadas (cuesta interpretar las estilizadas y "arquetípicas" cerámicas de Cumella como una resistencia muda a los sombríos años del franquismo); y, sin embargo, la recientemente clausurada Documenta 13, de Kassel (Alemania), ha mostrado que el arte puede cumplir funciones en las que no siempre se ha caído.
La inclusión de unas estatuillas de Bactria, en una muestra de arte de vanguardia, puede sorprender. Sin embargo, daban la clave de la muestra.
Ésta se centraba en la importancia del objeto: objeto poseído, que denota nuestra relación con las imágenes en la que nos proyectamos o que simbolizan nuestra visión de la vida; que, de algún modo, nos curan o nos consuelan; objeto, en ocasiones, insignificante, pero digno, porque digna es la vida que lo ha creado, que lo ha atesorado, y que se ha dignificado o ha recuperado la dignidad precisamente gracias a la creación o la posesión de un objeto, al aprecio suscitado, que ha devuelto a la vida al creador, al poseedor, y al mismo objeto revitalizado, como si el ser humano, y el objeto, en perfecta comunión, hubieran encontrado su lugar en el mundo.
Las estatuillas de Bactria fueron halladas en los años setenta. Provienen de tumbas situadas entre Afganistán, el norte de Irán, y ex-repúblicas soviéticas como Turkmenistán. Su descubrimiento no siempre es claro. Suelen tener unos cuatro mil setecientos años de antigüedad. Representan a mujeres o a diosas. Su aparición en el mercado constituyó una revolución; gustaron, y gustan mucho, son las antigüedades más cotizadas hoy, se encuentran sobre todo en colecciones privadas (como las que se incluyen en la Documenta 13, y ha dado lugar a falsos.
La comisaria de la Documenta 13, Carolyn Christov-Barkargiev, plantea algunas preguntas sobre estas piezas: ¿por qué han llegado, tan enteras, hasta nosotros? Su supervivencia, desde Centro-Asia, habla de la habilidad y el cuidado con la que los tallistas engastaron las piezas, talladas en dos tipos de piedra; hablan del aprecio que debieron suscitar, puesto que fueron depositadas como ofrendas en tumbas. Quizá la "magia" o el encanto que emanaba de esas figuras las preservó. Pero también han llegado hasta nosotros porque han logrado conectar con nosotros. Logran derribar las barreras del tiempo. Son, al mismo tiempo, antiguas y modernas; el tiempo se anula. Son frágiles y fuertes. Son un símbolo del sentimiento que los objetos y los materiales despiertan, de la atención que han recibido y que merecen. No son piezas obradas con materiales preciosos. Son de pequeño tamaño: caben en una hueco en la tierra. O en el cuenco de la mano. Son decorativas. Pero algo emana de ellas. Respiran tranquilidad. Deben de ser guardianas -casi todas son figuras femeninas-, sentadas para la eternidad, sin que el tiempo parezca afectarles ni asustarles. Simplemente están allí, aquí. Atraen las miradas. Suscitan el deseo. Devuelven a la vida, devuelven la vida a los sentidos y los sentimientos.
No cumplen ninguna función, salvo la de mantenernos en vida, deseando protegerlas, como si la vida de estas figurillas, y la nuestra, dependiera de su presencia y de la relación que se establece entre ellas y nosotros.
Éste es, precisamente, el tema de la Documenta 13: la capacidad de determinados objetos, modestos, casi anónimos, de darnos una vida que, quizá, sin ellos, nunca habríamos alcanzado, ni soñado, siquiera.
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