Pese a que los restos arqueológicos, apenas distinguibles, se hallen, hoy, en medio del desierto, y se confundan con las dunas polvorientas circundantes, recientes estudios a partir de fotos aéreas y sobre el terreno permitir suponer que las primeras ciudades de la historia, en el sur de Mesopotamia, tales como Uruk, Ur, Lagash y Eridu, se fundaron en un paisaje marismeño: el delta del Tigris y el Éufrates.
El delta -que se recupera lentamente tras la brutal desecación emprendida por Saddam Hussein a partir de 1995-, de nuevo muy extenso, se compone de un sin fin de islas formadas por sedimentos de cañas, juncos y papiros, que crean sólidos montículos, cuyo suelo apenas se hunde, en medio de las lagunas, alimentadas por los ríos, formando una densa red de canales naturales.
La imagen del territorio en el que convivían diversos pueblos, clanes o tribus, que hablaban sumerio, acadio, elamita, etc., en el quinto y el cuarto milenios aC, era el de una planicie parcheada. Cada parche formaba parte de una agrupación mayor, separada de otras por canales más amplios.
Las primeras ciudades mesopotámicas estaban estructuradas en barrios separados los unos de los otros por murallas o canales. Casas patricias y artesanas, de distinto tamaño convivían en cada barrio. Salvo en el caso de talleres muy especializados como los de los alfareros y quizá los herreros, que no podían estar situados en medio de un tejido urbano residencial, viviendas (de distinto tamaño), templos, casas comunales, comercios y talleres estaban integradas en cada barrio. Encajaban como las piezas, todas de forma distinta, de una vidriera.
Estos barrios se disponían en islas muy cercanas. Las ciudades se organizaban entonces sobre un conjunto de islas. El urbanismo, tan irregular, reproducía los meandros de las aguas.
Esta geografía implica que las ciudades no tuvieran hondas raíces. No se asentaban profundamente en la tierra. Parecían emerger de las aguas -de hecho lo hacían- y, al mismo tiempo, flotar sobre ellas. Un verbo que se traduce por asentar, significa, en verdad, suspender. Este hecho quizá determinara un tipo de imaginario y de sociedad.
La imagen del territorio del sur de Mesopotamia no se reflejaba solo en los barrios y las ciudades, sino en toda la urbanización, la estructura del espacio. Las ciudades eran islas conectadas por vías de comunicación. Esta estructura no era solo formal sino también social. El poder, antes del tercer milenio, se comunicaba según una red horizontal. Todas las ciudades, salvo quizá Eridu, una pequeña ciudad santa, cuya santidad se compensaba con su escasa población, tenían igual importancia. Ninguna dominaba. Formaron, posiblemente, alianzas. Se apoyaban mutuamente, se necesitaban. De cada ciudad salían "tentáculos" -vías (caminos o canales)- que terminaban en nuevos asentamientos o barrios.
Una isla sugiere imágenes de precariedad; de aislamiento y, por ende, de una necesaria conexión con otras islas. las grandes federaciones se han formado siempre entre islas.
Una isla en una tierra que parece emerger de las islas. Sugiere un nacer o un renacer: un territorio en que la vida puede prender por vez primera o puede reemprender. En muchos mitos de origen, en Egipto, Mesopotamia y Grecia (Apolo, dios griego de la organización del territorio, nació en la isla de Delos, que encabezaba la liga de las Cícladas), la vida surgió después de que las primeras tierras, el primer montículo, sobre el que el sol se puso, subiera a la superficie de las aguas primigenias. Una isla es un espacio asediado por las aguas. por eso, necesita establecer puentes con otras islas. Juntas, componen "islas" de civilización. Una isla es también una manzana, un barrio urbano, el núcleo o el origen de una ciudad.
La imagen de un espacio compuesto de islas determinó sin duda la forma que adoptaron tanto las ciudades como las redes urbanas que estructuraron el territorio, a merced de los caprichos de las aguas, pero también jugando con éstas.
Esta organización física y mental quebró posiblemente cuando la costa retrocedió y las aguas se retiraron. Las ciudades empezaron a hallarse en espacios que, todo y estando surcados por ríos y canales, ya no estaban rodeados por las aguas. La estructura del territorio cambió. Se empezó a parcelar, a delimitar. Y a organizar piramidalmente la sociedad. Los primeros imperios, con reyes divinizados, y los primeros zigurats -pirámides escalonadas- se fundaron. Empezaba una nueva era, quizá ya la nuestra.
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