El taxi descendía por la carretera serpenteante que une la ciudad
de Ramala a la autopista, ya israelí, que conduce directamente a Tel Aviv, bajo
un calor insólito en noviembre, cuando sonó el móvil del chófer: éste me pidió
el apellido y lo deletreó. Se lo debían de pedir.
La carretera se
abría paso entre montes ceñidos por un sinnúmero de asentamientos hebreos: las
casas todas iguales forman un vigilante ejército que otea desde lo alto.
El control de
carretera, cerca de Jerusalén, desplegaba toda una parafernalia militar: alambradas, muros de
hormigón, torres de vigía, tanquetas, vehículos militares y policiales, y un
buen número de soldados jóvenes aplastados por capas y capas caqui de chalecos
antibalas, camisetas, gabanes, escudos empequeñecidos por pistolas, fusiles y
metralletas que les colgaban de la cintura, despuntaban tras la espalda y
apuntaban a los vehículos detenidos. Abren las puertas y el maletero del coche
sin contemplaciones. Pasamos pronto entre coches detenidos en el arcén y
pasajeros de pie, aguardando bajo un sol inclemente.
La terminal de
salida del aeropuerto de Tel Aviv está vacía. Un grueso muro de vidrio
antibalas, entre gruesos montantes metálicos, rodea el área asignada a
Lufthansa. Tres pasajeros aguardan a ser interrogados por una policía, que no
les retiene en exceso. Mi turno. La policía, el pelo rubio recogido en una
coleta, sonríe pero nada le inmuta.
- Pasaporte. ¿Qué
ha venido a hacer en Israel?
- Una conferencia.
- ¿Dónde?
- En una bienal de
arte.
-¿Bienal? Eso qué
es (...) ¿En qué lugar?
- En Ramala
- ¿Ramala? (La
policía se tensa). ¿Por qué?
- Recibí una
invitación
- ¿De quíén? (...)
¿Conocía a quien le invitaba? ¿Por qué le invitó? ¿Cómo contactó con Usted?
- Vieron una
exposición que organicé en Nueva York
- ¿Sobre
qué?
- Arquitectura.
-¿Es Usted
arquitecto? ¿A qué se dedica?
-¿Cómo supieron de
Usted? ¿En qué lugar tuvo lugar la conferencia? ¿Quién la organizaba?
- Riwaq.
- ¿Riwaq? ¿Qué es?
- Una organización
dedicada a la restauración del patrimonio.
- Muéstreme la
carta de invitación.
(Busco en la bolsa
del ordenador. Le tiendo dos hojas impresas, con los datos enviados por correo
electrónico)
- ¿Quien la
dirige? ¿Conoce a esta persona? ¿La vio en Ramala? ¿Cuántos días estuvo en
Ramala? ¿Sólo en Ramala? ¿Por qué vino? (...) ¿De qué habló?
- Del tema de la
exposición de Nueva York.
-¿Qué tema?
- Arquitectura
moderna internacional en Bagdad?
- ¿Bagdad? ¿Ha
estado en Bagdad? ¿Conoce gente en Bagdad? Espere.
(La policía se
aleja y desaparece tras una mampara con mi pasaporte Detrás mío se ha formado
una cola de decenas de personas cargadas de maletas. Muchos peregrinos
franceses).
(Llega un policía.
Pelo corto, moreno, delgado, seco. No sonríe. Hojea el pasaporte).
- ¿Qué ha venido a
hacer en Israel? ¿Quien le ha invitado? ¿Le han pagado?
(...)
- ¿Qué es
este sello? ¿De dónde és?
- De Iraq,
supongo.
- ¿Ha estado en
Iraq? ¿Conoce gente? ¿Por qué ha estado?
- Invitado
- ¿Por qué?
-Para estudiar
yacimientos arqueológicos
- Ramala, Bagdad,
¿por qué le invitan de esos sitios? (...) ¿Cuántos días ha estado en Israel?
- Horas, el tiempo
de ir a Ramala desde el aeropuerto, y volver hoy.
- ¿Cuándo llegó? ¿Habla árabe?
- No, ya me
gustaría.
- ¿Cuántos idiomas
habla?
- Francés, inglés.
- ¿Nada más?
- Un poco de
italiano.
- ¿Árabe?
- No
- En su pasaporte
pone que es Usted español.
- Bueno, sí,
claro, español, y algo de catalán.
- ¿Qué significa
su apellido?
- ¿.....? Nada,
supongo. Es un nombre de familia (....)
- En la carta pone
que el congreso tiene lugar en Ramala y Amman. Así que ha estado en Amman.
- No, solo en
Ramala.
- La carta indica
que el congreso tiene lugar en Amman
- Sí, pero solo
tengo tiempo para ir a Ramala. El programa es general.
- ¿Cómo le contactaron? ¿Por qué? ¿Cómo sabían de Usted?
- Buena pregunta. No sé bien cómo me conocieron. Supongo que por una exposición que organicé en Nueva York.
- ¿Cómo fueron de Bagdad a Nueva York?
- Bueno, no lo sé.
- ¿Le han regalado
algo en Ramala?
- Nada
- Repito por
segunda vez: ¿Le han regalado, un paquete, un sobre, en Ramala?
- No
- Escúcheme bien.
Se lo repito por tercera vez. ¿ Le han dado algo en Ramala? Porque lo que le han dado puede ser una bomba.
- Nada
- Va a tener que
pasar por un interrogatorio completo. Entregue su equipaje para que lo
escaneen.
(Una máquina
compuesta por tres gruesos semi-cilindros metálicos adosados, que recuerda una
maquinaria de unos altos hornos, o el escáner de un hospital para un tac,
aguarda).
- Vaya al control
de equipaje.
(Se trata de una
mesa en ángulo, delante de diversos aparatos y testigos luminosos, con dos
policías que hablan en hebreo. La policía morena, joven, con cierto retintín;
la pelirroja, asienta con pocas palabras. Están inspeccionando la maleta
de una mujer oriental, desmontándole todas sus pertenencias. Empieza la
inspección. La maleta no puede ir como equipaje de mano. Aunque las leyes
internacionales permiten llevar botellines de 100 cc, en Israel solo pueden ser
de 50cc -deben de dar para un champú, y una ducha, visto y no visto-. De pronto,
regresa el policía seco que interrogaba en el puesto anterior)
- ¿Cuántos días ha
estado en Israel?
- Horas. El tiempo
necesario para ir a Ramala, y regresar.
-¿Me dijo que
estuvo tres días? ¿Qué significa? ¿Que Palestina no es Israel para Usted? ¿Esto
es lo que quiere decir? Palestina es Israel. Todo es Israel.
(Silencio)
(Empieza
la exhaustiva inspección de la maleta. Todo, gafas, fundas de gafas, monedas,
carteras, llaves, ordenador -cuya batería es desmontada-, es barrida por una
especie de cepillo de largo mango de plástico azul terminado en un cojinete
blanco, frotado una y otra vez sobre todos los objetos. Cada tres o cuatro
objetos, la policía se dirige a una alta máquina a la que tiene el cepillo).
- ¿Eso qué es? (Muestra unas fotocopias con textos con títulos en varios colores, en una funda de plástico)
- Documentos de una exposición.
- ¿Qué?
- Bueno, como un catálogo de una exposición.
- ¿Qué es un catálogo?
(Entiendo que se se refiere, quizá irónicamente, al catálogo, cuando habla, en hebreo, con la segunda policía que se ufana con la maleta de la pasajera oriental desbordada)
- No puede llevar las llaves consigo.
- Documentos de una exposición.
- ¿Qué?
- Bueno, como un catálogo de una exposición.
- ¿Qué es un catálogo?
(Entiendo que se se refiere, quizá irónicamente, al catálogo, cuando habla, en hebreo, con la segunda policía que se ufana con la maleta de la pasajera oriental desbordada)
- No puede llevar las llaves consigo.
- ¡Por favor! Son
las llaves de casa.
- Tiene que
facturarlas.
- ¿Y si las
pierden? Por favor, no.
(Tres policías,
sucesivamente, estudian la llave Ficher. Pasan y repasan la yema del dedo por
los dientes. Llevan la llave a una máquina. Vuelven)
- Tiene que
facturarla.
- Pero ¿Y si la
pierden?
- No se perderán-
- Por favor.
(Un cuarto policía
consultado autoriza al fin devolverlas a la bolsa de mano)
- Abra el
ordenador. Póngalo en marcha. Muéstreme lo que sea.
- ¿Qué quiere ver?
- Lo que sea:
fotos, archivos.
(La pantalla se
ilumina. Llevamos dos horas de interrogatorio).
- No sé, ¿algún
documento reciente?
- Éste por
ejemplo. (Tiende el dedo hacia el texto de la ponencia).
(Muevo el curso. Me
equivoco. Abro otro texto. Me quedo en blanco: un texto sobre asentamientos
ilegales israelíes en Palestina, escrito el día anterior. Ahora me pedirán que
lo traduzca, o buscarán un traductor. Taquicardia.
Llega una segunda
policía. Dialogan brevemente. La primera desvía la mirada. Aguardo un momento.
Y cierro el archivo. No pide ver más).
- Antes de coger
la tarjeta de embarque tendrá que pasar por un Full Body Metalic Inspection.
Aguarde.
(Llega un policía
de pelo corto, rubio, ario).
- Sígame
- ¿Dejando el
equipaje?
(Todo el contenido
de las bolsas y la maleta, en hondas palanganas de plástico azul, ha pasado ya
tres veces por escáners. No se puede recoger)
- Entre.
(Una sala de altos
techos, con una pared de piedra, y el resto de metal. Una ventana, con un
alfeizar a gran altura, mira al exterior: un muro de rejas blancas y alambradas
que se pierden por los lados. Dentro, cables, un mazo conectado, un arco de
aeropuerto, una silla, moqueta sintética azul raída, interruptores, una mesita
con un equipo semejante al maletín de primeros auxilios.
- Descálcese.
Sáquese los calcetines. La chaqueta también.
(No se oye nada)
- Desabróchese el
pantalón. Bájese la bragueta.
(Y algo parecido a
una porra conectada a una máquina es introducida en el pantalón. Por delante,
por detrás, por fuera entre las piernas. De nuevo por delante. Sube y baja)
- Abra las
piernas. Los brazos, Despéguelos del cuerpo.
(Y la porra vuelve
a reseguir el cuerpo una y otra vez. Se detiene. La acerca a la máquina. De
nuevo al cuerpo).
- Déme los
zapatos; el cinturón; las gafas.
(Y el policía
desaparece. Durante unos veinte minutos. Son ya más de tres horas de
interrogatorio. No tengo la tarjeta de embarque. El avión sin duda está a punto
de despegar. Silencio absoluto. Una luz gris entra por la ventana casi adosada
a la reja exterior. Regresa el policía).
- Cálcese y
vístase. ¿Por qué está nervioso? Todo es complicado. en Israel Lo sé, vivo aquí.
(Una policía
delgada y pálida, con el pelo castaño también recogido en una coleta, me
acompaña hasta el equipaje. Luego, al mostrador. Presta atención a lo que digo
a la azafata. Habla con ésta en alemán. Tarjeta de embarque en mano, al fin, me
acompaña. Nos dirigimos hacia una puerta: un cartel anuncia: Policía. Entramos.
Despachos, atestados de gente que aguarda hundidos en sillones baratos, de
tejidos sintéticos chillones, demasiados mullidos. Pasamos de largo).
- ¿Dónde me lleva?
- A la puerta de embarque.
Usted ha pasado ya los controles. Así, evitará los que preceden la puerta de
embarque.
(Es cierto. Avanzo, detrás de la policía, por un lateral, entre muros de cristal, y adelanto
pasajeros).
- Pase
(No logro saber si
la policía está cansada, irritada, o avergonzada. Da media vuelta y regresa, sin decir nada, a
la sala de los interrogatorios).
Cuando subo al
avión, éste está medio vacío. Faltan unos sesenta pasajeros. Llegarán una hora
más tarde. Son peregrinos, muy mayores, franceses. Llevan una
identificación colgando del cuello. Alguna cruz. Parecen agotados. Algunos,
desorientados, no encuentran su asiento.
Los palestinos que se desplazan fuera de Ramala, los que tienen que entrar en Israel para trabajar, por ejemplo, pasan por controles mucho más exhaustivos.
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