La Biblia que solemos leer en la Europa occidental, en cada una de las lenguas modernas, deriva de la versión latina, de finales del siglo IV dC, una traducción, de San Jerónimo, de la versión griega, de principios del siglo III aC, realizada en Alejandría -por tanto por filólogos griegos conocedores de la lengua y la religión egipcias-, la cual, a su vez, traduce el texto hebreo. A esta Biblia (Antiguo Testamento) en hebreo se le sumaron algunos libros tardíos directamente redactados en griego.
Aunque el texto hebreo no sea muy antigua -remonta al s. VI ó V aC-, se compuso a partir, ya sea de textos anteriores, ya sea, probablemente, a partir de versiones orales previas, algunas de las cuáles podrían remontar a principios del I milenio aC.
Hoy, existe cierto consenso acerca de cuándo se redactó el Génesis. Aunque se componga a partir de dos o tres fuentes, una más cercana a la mitología mesopotámica, y otra más cercana al lenguaje sacerdotal, ambas habrían sido puestas por escrito hacia los siglos VI o V aC.
Pasaron ocho siglos entre el "original" hebreo y la Vulgata (la traducción latina), la cual se basó no en el hebreo sino en el texto griego, dos o tres siglos posteriores al texto hebreo, escrito posiblemente a la vuelta del exilio de Babilonia.
Es inevitable que el texto sufriera alteraciones: algunas partes del Génesis no son claras, existen conceptos difícilmente traducibles del hebreo al griego y al latín, y, por fin, tanto lo que las palabras evocan cuanto el trasfondo cultural no podía ser idéntico en Jerusalén, y en Roma, a mediados del primer milenio aC, y a finales del Imperio Romano.
Destacan varios cambios, no tan anecdóticos como pudiera parecer.
El Génesis cuenta que en el Edén destacaba uno -o dos- árboles (según qué párrafos, es decir, según qué tradiciones; ambas fueron compiladas en un mismo texto, que compone hoy el Génesis) : el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento.
Yahvé avisó a la humanidad que no comiera de la fruta del árbol -sin duda, del árbol de la sabiduría: quien lo hiciera no cometería pecado alguno, y menos ningún pecado original; tampoco cometería un acto de soberbia o un acto desmesurado. Adquiriría unos conocimientos no aptos para los humanos. Aunque Yahvé expulsó a los humanos del Edén por este acto de desacato, no dejó de bendecir a la descendencia de Eva, cuyo nombre significa Vida.
El texto hebreo no especifica en ningún momento qué tipo de fruta portaba el árbol (del conocimiento). En griego tampoco. Lo que la serpiente tiende a Eva es un karpos: una fruta -o un fruto. La versión latina, sin embargo, aclara que se trataba de una manzana, o al menos así se traduce. ¿Por qué? Manzana, en latín, se decía malum (a corta); y malum (a larga) también significaba mal. Curiosamente, malum (de griego melon, que no es el término de la Biblia de los Setenta) no significa solo manzana; también granada, melocotón, limón y naranja. El que Eva comiera la fruta que la serpiente le tendía -un acto, en sí, no perjudicial, pues iba a permitir a la humanidad alcanzar un mayor conocimiento, y separarse de su condición animal- no era un "pecado". Solo con el paso de los siglos fue juzgado de ese modo. Parecía, entonces lógico, seguir el juego de palabras entre manzana y maldad. Mas se trataba de un juego; no hubiera cabido darle la importancia que adquirió. Por otra parte, la serpiente merecía, en griego, el calificativo de phronimos: es decir, sensata, inteligente. El hebreo utilizaba el adjetivo arum, que se traduce por sabia; también buena artesana, dotada de buena mano; sabia, experta, como los sacerdotes. Se trata de un adjetivo en absoluto negativo. Recordemos que la serpiente, que ha sido creada por Yahvé, es la guardiana del árbol de la sabiduría. Fue Jerónimo quien tradujo phronimos por callidus: astuta, calculadora, es decir, malvada (aunque también hábil o habilidosa). El significado que ha perdurado es el infernal.
La Vulgata diluyó en gran parte la "atmósfera" mitológica -o las características propias de un relato en parte mitológico, en parte épico, también religioso, etc.- , para ofrecer un texto sin sobreentendidos, más claro y organizado, es decir, más esquemático, menos "problemático", también.
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