La palabra arqueología está compuesta por los términos griegos arjé y logos. El segundo significa palabra verdadera y demostrable (al menos para Platón, quien la distingue de mythos, palabra verdadera mas indemostrable); el primero, origen, fundamento, cimiento. Por tanto, la arqueología consiste en el estudio científico, en el saber de las trazas o cimientos de instalaciones o de la presencia humanas.
Arqueólogos y ligüistas o mitólogos chocan habitualmente. Ambos reconstruyen el pasado, a partir de datos distintos: unos, restos arqueológicos, hallados e interpretados; otros, a partir de textos (toda clase de textos, desde mitos, leyendas, himnos hasta textos administrativos). Los conocimientos necesarios son necesariamente distintos. Los lingüistas necesitan conocer la lengua en la están redactados los textos y ser capaces de descifrarla -en el caso de escrituras no alfabéticas- y de entenderla.
Ambos tipos de estudiosos se reprochan su visión parcial o, a veces incluso, su error al basarse en documentos no significativos. Así los lingüistas sostienen que los textos proporcionan la visión más clara y amplia de la manera de pensar y obrar de hombres del pasado. Los arqueólogos replican que los textos están lastrados por una ideología a menudo real, y que cuentan lo que se quería que se supiera, mientras que los restos arqueológicos demuestran lo que realmente ocurrió. Los lingüistas, empero, responden entonces que los restos arqueológicos no significan nada, son mudos, si no son interpretados a la luz de datos fidedignos, cuya interpretación es segura, que solo los textos proporcionan.
Este enfrentamiento, a veces agrio, afecta sobre todo la comunidad dedicada al estudio del Próximo Oriente antiguo.
La palabra arqueología no es una creación moderna a partir de dos términos griegos antiguos. Por el contrario, Platón ya la empleaba. Mas arqueología no significaba el estudio de trazas arqueológicas (que no existían, salvo los restos micénicos escasos). Arqueología designaba un saber cuyo conocimiento causaba placer. Se trataba de una ciencia que se contaba. Consistía, en general, explica Platón en el Hippias Mayor (285 d-e), en "genealogías de héroes y hombres (del pasado), en relatos relativos a la antigua fundación de ciudades; y, de manera general, a todo lo que se refiere a la antigüedad". Es decir, la arqueología era lo que hoy consiste en la mitología: el estudio y la narración - que causa placer y provoca aplausos, sostiene Sócrates en este diálogo- de hechos acaecidos en otra era, protagonizados por héroes, del que solo quedan testimonios orales.
La arqueología estudiaba textos (relatos orales), y no restos. Textos que contaban la verdad acerca de un pasado inmemorial, no humano.
Desde entonces, con la aparición de las ruinas, y el gusto por ellas, el término ha sufrido una sorprendente evolución.
Arqueólogos y lingüistas buscan lo que el presente no proporciona: fundamentos.
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