viernes, 8 de noviembre de 2013
Arte y Verdad (O ¿acaso los artistas se toman demasiado en serio, cuando el arte es un juego?)
La Madre de Dios, seria y maternal, acuna a su hijo, mortal e inmortal, al mismo tiempo, cuya manita alzada, en un gesto entre infantil y consciente, bendice a quienes se acercan. El paisaje, rocoso, acaso evoque penalidades futuras, al igual que un árbol invernal y nervado, de tronco retorcido y negro, cuyas ramas extendidas y agarrotadas quizá se anticipen a la cruz en la que el hijo de dios moría. En una esquina, un angelote mofletudo se mea.
Esta escena no debería ser insólita o imposible. Ante retratos de corte circunspectos, escenas de batalla que cubren paredes enteras, y cielos que se despliegan para revelar la corte sobrenatural en un cerco de luz, ¿cuántas pinturas, desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII, no documentan, en medio de escenas sagradas -la huida a Egipto, la Última cena, El prendimiento-, comilonas, borracheras, orgías, bailes, y parejas desparejadas -un anciano y una joven apenas adolescente- que no se esconden, como si el pintor quisiera contrarrestar la gravedad de la escena principal, con motivos tomados de la vida diaria.
Velázquez se autorretrató portando una casaca con la cruz de Malta, que mostraba su condición de noble a quien el trabajo manual -la práctica pictórica, momentáneamente detenida (la mano que sostiene el pincel está alzada), como si se quisiera incidir en el idear antes que en el obrar- no le rebaja; a un lado, un enano juega con un mastín malhumorado.
Las más graves escenas del arte, en las que se dirime la condición humana, suelen estar teñidas por motivos humorísticos o campechanos: el pintor que desvela verdades teologales parece señalar, con sus rubicundos angelotes incontinentes, y sus sanguinas muchachas cuyos corpiños que aprietan y alzan los pechos hasta la altura de la barbilla están a punto de saltar por los aires, que nada de lo que se trata ni de cómo se trata debe de ser tomado demasiado en serio. Después de todo, se trata de historias, mitos, cuentos e historias en los que burros, bueyes, peces y palomas juegan un papel casi tan importante que los personajes sagrados que acompañan.
Del mismo modo, la estatuaria clásica realza la fiera figura de Júpiter, con un águila descomunal a sus pies, y Venus se muestra más hierática y distante que nunca, mientas Marte, el dios de la guerra, amilana el ánimo. Pero Venus no puede dejar de juguetear con una sandalia, y Júpiter, pese a la ojeriza de Hera, bizquea al paso de una seductora Semele, o de un incierto Ganímedes que acabará orinando también cuando Júpiter lo rapte. Las pasiones humanas, que dejan a los dioses en ridículo -Venus y Marte enredados por Vulcano, y quedando en evidencia-, les pueden. No hizo falta que un dios se hiciera hombre para que las vivencias humanas afectaran la dignidad de los dioses.
El arte es sagrado. Por eso logra unir lo terrenal y lo celestial, las altas y las bajas pasiones, el humor y la trascendencia.
Pero esta verdad parece haber quedado olvidada cuando uno entra en las clínicas salas monacales, vacías de gente, de la tercera planta del Museo Nacional. Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, en la que se expone al fin un panorama del denostado -por comercial, chillón, y bruto, supuestamente- arte occidental de los años ochenta y noventa: Mínima resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90. Ni un texto explicativo; ni una biografía de los artistas escogidas: Los títulos de los apartados dejan entrever, aunque no quede muy claro, que los artistas de finales del segundo milenio están preocupados por temas de género, y estaban permanentemente indignados. Son los únicos textos aclaratorios que los responsables se dignan a mostrar. La exposición está concebida para iniciados. Los neófitos salen igual que han entrado, aunque algo más cansados. El guión es tan laxo que la vigilante, en la entrada recomienda empezar por el final, a fin de facilitar el recorrido, porque, como bien dice, "no parece que haya ningún orden". La estructura laberíntica del edificio contribuye a la escasa claridad expositiva.
El desconcierto se acrecienta cuando uno contempla las obras. La mayoría de las obras son inmensas. Ocupan toda una sala. Son obras de denuncia. El artista se erige como un profeta que clama. Nunca como en este final de recorrido se ha presentado al artista como un antiguo vidente, como en las culturas más antiguas. En posesión de la verdad, se dedica a recriminar lo que acontece. En ocasiones, las quejas son algo obvias. Jordi Colomer necesita toda una estancia, y la proyección a gran escala de una película que ha requerido la intervención de no se sabe cuantas personas, para exponer que los bloques del arquitecto Le Corbusier son como cajas de zapatos en los que solo caben enanos. No sé si eso es una revelación trascendente o luminosa.
¿Humor? Las Guerrilla Girls se dedican a denunciar que las mujeres solo están representadas como musas o putas en los museos, nunca como artistas, por medio de un sin número de carteles. El primero hizo gracia. Era ingenioso. Treinta años más tarde, con obras y técnicas parecidas, siguen plasmando lo mismo. Desde lejos uno reconoce una obra de este colectivo. Ya sabe lo que dice y cómo lo dice. No es necesario acercarse.
El sida, la crisis económica, la contaminación, la miseria urbana asolaron -y siguen asolando- el mundo. Los artistas lo exponen y reaccionan. ¿Desvelan algo nuevo? ¿Aportan algo nuevo? Cuando el arte se toma en serio, y se confunde con un estudio científico, económico o sociológico, ¿acaso no es más enriquecedor acudir directamente a esos estudios? ¿Qué aporta el arte? ¿Una manera de ver y exponer? Un sin número de vitrinas, de hojas enmarcadas todas iguales: textos ilegibles; esquemas incomprensibles. Gelidez expositiva. las obras recuerdan los excesos neoclásicos. Son enigmáticas, pero siempre queda la duda de si revelan verdades u obviedades. ¿Son necesarias -para entender el mundo? Una duda que no parece afectar a los artistas expuestos, o las obras seleccionadas, que parecen imbuidas de su importancia o trascendencia. Es cierto que los materiales escogidos, y la manera de exponer, son modestos, discretos: papeles, borradores, fotocopias, tejidos impresos, yesos, etc. Una de las instalaciones, de Eulalia Valldosera, La Cocina, consiste en sombras de objetos colgados con pinzas de hilos, que recuerdan ropa puesta a secar, es evocadora, si no fuera por el despliegue de aparatos de proyección necesarios, en los que se manifiesta una falta de relación entre medios y fines. Existe una cierta ostentación de materiales pobres, como si reflejaran una mala conciencia,. o una falsa modestia del artista. Pues no solo el valor de los materiales puede ser molesto; el espacio también es un lujo. Y muchas de las piezas, todo y adoptando un perfil bajo en canto a materiales y técnicas, requieren tanto espacio, que salta de nuevo a la vista la mala o errónea relación entre los fines y los logros de las obras y despliegue de medios -entre los que destaca sobremanera el espacio necesario.
El arte es un juego, y los juegos se practican seriamente; lo que no significa que el jugador deba de tomarse a sí mismo en serio. Duchamp se reía de los interpretaciones trascendentes de sus humoradas -que no dejaban de plantear temas serios, en clave de humor.
Toda estas largas parrafadas solo tienen sentido para introducir una pregunta sobre el arte actual que está dando vueltas por las mejores mentes pensantes, y que va a cambiar la percepción, el conocimiento, y la práctica del arte, hoy, una pregunta lanzada, como una bomba, por el historiador inglés, Bob Stanley: ¿No fueron los Sweet mucho mejores que Led Zeppelin? Toda la "inteligentsia" ha sido pillada con el paso cambiado, y trata de debatir o de rebatir esta pregunta fundamental. Otra pregunta, pero menos reveladora: ¿Blondie no superaba a Patti Smith, pese -o debido a- las citas constantes a Rimbaud y otros poetas de la noche de esta cantante? Citar a Foucault, Derrida, Benjamin, etc. ¿mejora nuestra obra -o la convierte en algo, entre plúmbeo, pretencioso y previsible? ¡Ay!
Léase: http://www.theguardian.com/books/2013/nov/06/story-modern-pop-bob-stanley-review
Quizá muchos artistas se sienten importantes porque todo el montaje alrededor lo ha hecho creer así.
ResponderEliminarEl arte contemporáneo está muy condicionado por un conglomerado de grandes galeristas, críticos, medios de comunicación, compradores sin criterio personal pero que quieren el prestigio de tener obras originales en sus casa ,compradores que ven en el arte una forma de invertir ,instituciones , fundaciones etc .
E l artista es la materia prima,pero los que toman las decisiones acerca de lo que tiene valor son otros y además,dentro de una economía basada en la especulación .Visitar ARCO pone los pelos de punta .
Luego todo se adorna con ese lenguaje del que usted ha puesto ya varios ejemplos y que puede conducir al manicomio si una se lo toma en serio .
Además,se dá la paradoja de que los que velan por que el arte sea “ de vanguardia “ son entes que por naturaleza tiene poco de revolucionario.Así un cuadro grande de denuncia de algún problema social puede costar unos miles de euros y a lo mejor lo compra un Banco ,causante de esa desgracia ,a instancias de la persona que se encarga de esos menesteres.
Si,es verdad que los mecenas siempre han sido banqueros ,eclesiásticos ,aristócratas y gente que en general solía tener dinero conseguido de forma poco clara.Pero a los pintores de aquella época tampoco se les pasaba por la cabeza hacer ninguna revolución.Velazquez se sentía muy orgulloso de ser el mayordomo del rey.
En general parece mejor mucho de lo que se hace en el arte de las calles ,en las vallas de obras etc .Eso sí que es arte efímero, arte acción etc Hay mucha capacidad de creación en el mundo y no siempre llega hasta los museos.
Quizá una de las cosas buenas de internet es que se pueden dar a conocer personas que ,de otro modo estarían a merced de que alguien considerara su obra vendible.
También hay un problema fundamental para cualquier artista que no sea de familia adinerada:sobrevivir.En esa lucha los hay que optan por vivir del arte a cualquier precio a costa incluso de renunciar a su búsqueda personal (usted ha puesto ya algún ejemplo también en otra ocasión ) y los hay que tratan de adaptarse a la vida normal,a menudo a costa de la salud mental.
Porque el artista que lo es por necesidad de su naturaleza se toma el arte en serio en el mejor de los sentidos: el arte como una manera de como una manera de entenderse,de asimilar el mundo.El arte como consecuencia de una necesidad de crear,de ordenar los propios fantasmas yendo más allá .Claro , al lado de los grandes teóricos y filósofos,esto es bastante naif pero es que tampoco estaría de más que ellos se dieran cuenta de que los artistas son seres humanos,nacen,crecen ,piensan ,tratan de situarse en la existencia y sus motivaciones al principio quizá van más en ese sentido que usted reivindica del juego ,del disfrute.Aunque luego la vida se encarga de complicar las cosas y si encima les toca vivir bajo el paradigma de la deconstrucción ,el pensamiento rizoma ,de la realidad como algo que no existe salvo en nuestra cabeza etc… (es broma,claro )
Con respecto a la gran pregunta del historiador Bob Stanley que moverá los cimientos de nuestra vida cultural, yo me inclino por el Led Zepelin de Stairway to heaven y Black dog Creo que aportaron más que Sweet .
Gracias por el post.Sobre todo,la primera parte con las descripciones de los cuadros .Es estupenda.
Ante Black Dog, ciertamente, no hay Co Co que se resista....
EliminarSupongo que el artista ha solido, desde siempre, ofrecer una mirada crítica al mundo y a la sociedad. Ya Hesíodo, por ejemplo, criticaba la ostentosa vida cortesana y defendía la vida sencilla de los labriegos.
Lo que ocurre, quizá, es que la crítica actual se expresa de manera tan alambicada que no llega salvo a aquellos que no necesitan ser convencidos. Se trata de una crítica, dura y sincera, sin duda, pero que requiere formas de expresión nuevas que neutralizan la crítica. por otra parte, ¿qué diferencia entre una "simple" crítica y una crítica artística? El cuidado de la forma. Pero, ¿acaso las formas se cuidan siempre? Por otra parte, las formas deben de acordarse con el contenido. ¿Ocurre siempre?
Desde luego, las instituciones son capaces de pagar fortunas por obras que las denuncian, obras que han sido a veces encargadas y por las que el artista ha cobrado.
Claro que ¿por qué pedir al artista una integridad que el resto no tenemos?
Uno de los problemas del arte actual es que, por mucho que denuncie, sus denuncias se convierten en escaparates, no llegan, y son inefectivas. ¿a quién le preocupa una denuncia de un artista? Sí hay censura, y las Pussy Riots lo viven en carne propia. Pero en Occidente, dentro del mundo del arte -museos, galerías- todo está permitido. Nada nos afecta o nos importa.
No,claro que no pretendo exigir al artista una integridad extrema;cada uno conoce sus circunstancias .Supongo que esa idea de la coherencia extrema es también la que ha hecho que algunos se acabaran suicidando ,en el sentido que usted ha comentado en textos anteriores sobre el artista heroico .
ResponderEliminarYo desde luego prefiero un mundo en el que los artistas y la gente en general no se suicide,aunque eso tenga que pasar por unas cuantas sesiones de psicólogo .Recuerdo bien el ambiente de ideas entre algunos jóvenes de finales de los 70 en el que se mezclaban Rimbaud,Artaud ,Bataille …con consecuencias bastante trágicas en las vidas personales .
Lo que quería decir es que al final resulta todo incoherente y además,muy distorsionado por la especulación.Veo cosas en las exposiciones y los museos que me gustan,pero luego pienso en los precios y en el añadido (en algunos )de la fama y veo una desproporción.Y además ,hay artistas que hacen cosas muy buenas ,pero no todo lo que hacen es igual de bueno y sin embargo ,se compra porque es importante su firma.
Por supuesto que hay gente con criterio y que compra obras de arte porque realmente les gusta.Digo esto porque tal y como hablo parece que todo es un absurdo y no es así.
En cuanto a la denuncia,tiene razón.Casi nunca suele llegar o suele ser poco comprendida por su lenguaje.L a realidad es que a los museos y las exposiciones vá poca gente.Por eso quizá algunos artistas eligen las vallas de las ciudades etc,porque piensan que su mensaje no se vá a perder ,que vá a ser más fácilmente acesible a todo el mundo.También el lenguaje que se suele emplear en estos casos (en lo poco que conozco) es más fácil ,al estilo de carteles ,mezcla de textos y,casi siempre figurativo.Quizá para explicar determinadas cosas hay que ser figurativo.
Un banquero quizá no compraría un cuadro en el que se le representara a él en el acto previo a llevarse a las fauces algunos ancianos pensionistas…
Estoy totalmente de acuerdo, salvo en una cosa: los museos de arte moderno sí llenas, sobre todo cuanto más abstrusas o extravagantes sean las exposiciones. Solo hizo falta que la Tate Modern abandonara una ordenación académica, y juntara obras que nada tenían que ver de manera chocante, para que este museo se convirtiera en uno de los más visitados del mundo.
EliminarHasta el IMAXX de Roma, en el que no se ve nada porque el edificio aplasta visualmente las obras, que, por otra parte tienen un interés relativo, provoca colas con la mitad de las cuales soñaría el muy serio museo etrusco de la Villa Giulia.
Es cierto que si no somos coherentes, ¿por qué tenemos que pedir coherencia a los artistas?
Solo así se justifica que los bienintencionados herederos del artista suizo Dieter Roth, que trabajaba con materiales perecederos porque consideraba que las obras de arte, al igual que las personas, tenían que evolucionar y morir, resuciten obras desaparecidas o descompuestas, y rehagan estatuas de chocolate que, lógicamente, al haber sido moldeadas en los años sesenta, ya no se sostienen. Dicha reconstrucción atenta contra lo que la obra era. Mas, si no se procede así, Roth y sus obras se desvanecen, lo que quizá Roth quería, mas no los herederos y los museos.
También es cierto que, por suerte, no se respetó la voluntad de Kafka, y hoy disfrutamos de textos que Kafka consideraba indignos de ser disfrutados.
Me imagino que, en todos esos casos, se debería estudiar cada caso detalladamente sin generalizar, como hago.