sábado, 30 de noviembre de 2013

Mediterráneo. Del mito a la razón (Caixaforum, Barcelona, febrero-junio de 2014)





Caixaforum (Barcelona) inaugura la muestra Mediterráneo. Del mito a la razón el 27 de febrero de 2014.
La muestra pudo haberse titulado Mediterráneo. Del mito al verbo, o Mediterráneo. Del enigma del mundo a los misterios del alma (un título largo que describe bien la estructura y el contenido de la muestra).

Se trata de una muestra con ciento sesenta obras arqueológicas greco-latinas, principalmente, entre los siglos VI aC y IV dC: cerámicas, relieves, joyas, bronces, terracotas, mármoles, frescos y mosaicos. Algunas obras son muy conocidas como el mosaico de la Academia de Platón (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles) o varios frescos pompeyanos, así como una buena selección de cerámicas griegas. Se han contado con excelentes préstamos italianos y vaticanos, así como una buena participación de museos públicos y privados griegos. El resto de las obras proceden de colecciones públicas españolas, holandesas, suizas y alemanas.

Responde a una idea de la Fundación "la Caixa".

La muestra también se exhibirá en Caixaforum de Madrid desde julio de 2014 a enero de 2015.
En ambos casos, un seminario, un ciclo de conferencias y actividades infantiles acompañan la exposición.

Entre los ponentes de las conferencias destacan:
David Abulafia, Jaume Pórtulas, Carlos García Gual, Françoise Frontisi Ducroux, François Lissarague y Gregorio Luri, entre otros.

Está organizada por una parte del equipo que llevó a cabo la exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC, presentada también en Caixaforum, Barcelona y Madrid, 20123-2013:

Dirección: Pedro Azara
Guión y selección de piezas: Pedro Azara, Gregorio Luri, Concha Gómez
Coordinación: Concha Gómez
Recreaciones virtuales: Marc Marín, Eric Rusiñol, con dibujos complementarios de Joan Borrell
Grabación: Marcel Borràs (dirección). Con las voces de Marcel Borràs y Lina Lambert, entre otras.
Catálogo publicado (catalán y castellano) por Editorial Tenov (Llorenç Bonet y Joana Teixidor). Textos de Pedro Azara, Gregorio Luri, Josep Montserrat, Carlos García Gual, entre otros.

La exposición se centra en tres innovaciones culturales acontecidas en el Mediterráneo que se han extendido por el mundo y han llegado hasta nosotros. Una concepción del cosmos que prescinde de explicaciones trascendentes, propia de los primeros filósofos pre-socráticos, una nueva concepción del espacio humano, centrado en la aparición del espacio público del ágora, en el que la ciudad expone sus valores cívicos, sobre todo en Atenas en el s. V aC,  y, finalmente, una concepción del ser humano, que concede la primacía a la psique  (el alma) en detrimento del cuerpo, propia del pensamiento platónico y neo-platónico, que diverge de la concepción más antigua del ser humano, al que pocas cualidades, en comparación con dioses y héroes, se le concedían.
La muestra se abre con una visión mítica del Mediterráneo, a través de los mitos del Rapto de Europa, Las labores de Heracles, y los viajes de Ulises, y de Jasón y los Argonautas, que exploraron el Mediterráneo y lo civilizaron, y concluye con la utilización alegórica, de finales de la antigüedad, de los mitos fundacionales mediterráneos, convertidos, no ya en viajes reales sino metafóricos, describiendo un viaje interior, anímico.


PRÓLOGO: EL MEDITERRÁNEO,  UN ESPACIO IMAGINARIO

“Las civilizaciones no son (…) ensimismadas, selladas entidades purgadas de innumerables corrientes y contracorrientes que animan la historia humana, que han hecho posible que a lo largo de los siglos la historia contenga no solo guerras de religión y conquistas imperiales sino que también se erija como un lugar de encuentro, de intercambio cultural y de compartición” (Edward Said)

“Nuestra sensación de que estamos antes cosas “antiguas” –histórica y prácticamente- está producida por la sensación que nosotros somos “modernos”” (David Wengrow). Pero ante el derrumbe moral de los tiempos modernos, ¿no nos sentimos cansados, viejos, mientras que las obras del remoto pasado nos parecen llenas de un inusitado vigor y frescura, como si fueran radicalmente nuevas, modernas?

“Lo real debe ser convertido en ficción para ser pensado (…) Escribir la Historia y escribir historias pertenecen a un mismo régimen de verdad” (Jacques Rancière)

I.-
El Mediterráneo que la  exposición retrata es un espacio imaginario o mental, y no (solo o tanto)  un espacio físico.  Sus límites no son los que fenicios, etruscos, griegos y romanos, principalmente, abordaron, sino que son aquellos a los que la imaginación alcanzaba: un espacio a la medida del hombre: el lugar que éste habilitó y dónde pudo asentarse y sentirse seguro; un espacio de libertad –mental.  Sin embargo, el Mediterráneo geográfico subyace al soñado: las ideas viajaron por mar desde y hacia ciudades portuarias a menudo.
La muestra combina historias (mitos) y la Historia (la narración ordenada de acontecimientos, inconexos a menudo).  El mito no es mentira; cuenta la verdad; aporta esquemas o modelos con los que se construye y se articula la Historia.

El mito da la razón a los hechos; les descubre, o les proporciona una razón. El mito escoge y ordena los hechos históricos según la lógica de la ficción, liberando o postulando un sentido, transformando así el relato histórico, necesariamente sin argumento, finalidad o hilazón, en una narración (un mito, una fábula) lógica que puede ser así juzgada o apreciada. El espacio en el que viven los humanos y  se desenvuelven las acciones de éstos, las hombres y los hechos, aislados, sin relación los unos con los otros, incomprensibles a menudo, adquieren, cuando son traducidos por la ficción (el mito, la tragedia, la epopeya), sentido, y se vuelven así necesarios y legibles o comprensibles, sin perder, no obstante, la parte de misterio o de penumbra, de gratuidad,  de toda historia humana real. El mito es la clave que permite que la Historia tenga o adquiera un “argumento”.
  Quizá el titulo preste a confusión y requiera una aclaración. Del mismo modo que los arqueólogos extraen restos fragmentados e inconexos, sin solución de continuidad, en un yacimiento, la muestra efectúa un corte en la historia de las ideas y se centra en tres aportaciones generadas en y divulgadas en y por el Mediterráneo, que revelan una posiblemente novedosa y perdurable visión del mundo y del hombre (mediterráneo o en el Mediterráneo), mostrando cómo cada una de éstas resuena o conecta con las demás.
Un Mediterráneo cargado de luces (como el que -oponiéndolo al brumoso norte, donde las formas, apresadas por la niebla, se descomponían y perdían detalles-, se describía a principios del siglo XX), pero también de sombras; sombras que estaban provocadas no tanto por el culto a divinidades antropófaga ( hasta entonces silenciadas por los admiradores de la cultura clásica), y ritos sangrientos, sino porque la democracia ateniense, y el implacable sistema político igualitario de Esparta, se sustentaban sobre la esclavitud y el repudio del foráneo –esclavos que, sin embargo, quizá no tuvieran una vida peor que la de los campesinos-; luces hoy en gran parte perdidas, como muestra la exposición en Cosmocaixa, a causa de las fronteras invisibles entre el norte y el sur, nacionalismos violentos (un pleonasmo) y la sistemática urbanización desaforada e irregular del litoral, favorecida por mafias y corrupción.
La exposición se organiza temática y no cronológicamente. Trata de algunas de las principales innovaciones culturales generadas en y quizá por el Mediterráneo: nuevos puntos de vista, nuevas formas de entender el mundo; innovaciones que han llegado hasta nosotros y han conformado el imaginario llamado occidental.
Mito e historia se superponen. Las imágenes que el mito evoca fueron las que alentaron a los aventureros y a los colonos griegos a recorrer por mar el mundo conocido y a fundar ciudades, como, en el tiempo del mito, llevaron a cabo héroes como Jasón o Heracles.
Siendo conscientes de todo lo que distintas culturas orientales (hitita, asiria, babilonia, persa) aportaron a la cultura griega –a su manera de percibir el mundo y de incidir en él, de comprenderlo, de abarcarlo-, Grecia aparece como una cultura que, bebiendo del pasado propio y ajeno, rompió con una forma de aproximarse o relacionarse con el mundo y con los demás.  Siendo, posiblemente, una forma ideal, anhelada e inalcanzable, Grecia concibió y ejecutó un nuevo espacio de relación humana: un espacio, además, que no pertenecía a nadie, ni siquiera a las potencias sobrenaturales –aceptadas en dicho espacio, sin duda, pero al igual que los seres cuya forma imitaban (los seres humanos)-: el espacio común, perteneciente a la comunidad, una expresión de ésta, al mismo tiempo que un lugar generador de la comunidad que se reconocía en dicho espacio: el ágora, el espacio compartido. Por primera vez, un lugar, el lugar dónde habitar, se compartía: las decisiones que afectaban la vida comunitaria se tomaban, precisamente, en este espacio central. Las normas, que centraban la actividad humana, se enunciaban en tal espacio. Por eso, los valores que la convivencia generaba –la paz, la capacidad de pensar, y de torcer el inevitable hado (funesto), se prodigaban, por medio de personificaciones, representadas por grandes estatuas, en el recinto del ágora.
Un espacio libre de divinidades: el ser humano pudo tomar el destino en mano; y reflexionó sobre su vida, presente y futura. Anheló una vida mejor. Ya los egipcios creían en una o varias almas inmorales, pero éstas eran, en parte, ajenas al ser humano: vivían de prestado en el cuerpo. Esta concepción destiñó sin duda en Grecia, mas, posiblemente con la cultura helenística, la brecha entre el cuerpo y el alma fue cerrándose hasta llegar a la radicalmente novedosa concepción de un alma y un cuerpo unidos e inmortales: destinados a resucitar tras el tránsito de la muerte.
La conciencia que el ser humano tuvo de sus fuerzas y de sus limitaciones, expresada en un espacio en el que solo aquel tenía verdadera cabida, un espacio pensado para el hombre, alcanzó su plena dimensión: el ser humano podía ser un dios, puesto que un dios asumió la condición humana y se hizo hombre, sin perder su divina naturaleza.
Empezaba una nueva era. El Mediterráneo, pronto parecería un espacio excesivamente constreñido.

II-
Solemos pensar que la civilización occidental o europea es deudora de las culturas greco-latina y judeo-cristiana. Desde luego, parece que debamos más a estos dos mundos que al de poblaciones de Borneo, por ejemplo.
¿Somos realmente "herederos" de la Grecia antigua?
El término heredero denomina a un elegido; aquél que obtiene unos bienes "natural" y legalmente, en detrimento de otros, excluidos. Se establece así una filiación entre unos que poseen y transmiten bienes e ideas, y otros que los obtienen y los disfrutan. Se entiende que éstos son más dignos o aptos para recibir la herencia. Están en contacto directo con quienes les legan unas pertenencias reales o ideales.
Esto significa que los europeos  los occidentales son considerados aptos para recibir, disfrutar y cultivar unos bienes culturales, de cuyo goce otras poblaciones quedan marginadas. Somos, en tanto que europeos, los naturales receptores del legado cultural griego o clásico. Éste informa y explica nuestra cultura, que desarrolla las ideas, nociones y maneras de ver y conformar el mundo que, por derecho propio, nos pertenecen.
¿Es así?
Cabe preguntarse qué tenemos que ver con los griegos antiguos. ¿Acaso un aristócrata espartano, un seguidor de Dionisos, un peregrino a Delfos, un porquero de Ítaca, un esclavista, un pobre pastor beocio, una mujer obligada a morar en lo más hondo de un hogar, pasando las horas tejiendo, como Penélope, o Platón defendiendo la condena a muerte de los actores de teatro, son nuestros "naturales" antepasados? ¿Qué compartimos? ¿Qué sabemos de ellos? ¿Somos capaces de entender lo que escriben y de compartir sus modos vitales? Si la cultura de entre-guerras nos parece, hoy, incomprensible, ¿cómo nos tiene que parecer una o unas culturas de hace dos mil quinientos años? Conocemos la Grecia antigua a través del cúmulo de interpretaciones generadas desde entonces, y a través de nuestras preocupaciones: es decir, leemos en los textos griegos y vemos en las imágenes pintadas y esculpidas nuestro propio reflejo. No sabemos ni podremos saber nunca qué pensaban, qué veían, cómo concebían el mundo, qué mundo poseían los griegos antiguos. Nos son tan lejanos como las tribus amazónicas de hoy.

Por otra parte, nuestra cultura está informada no solo por la Grecia antigua -si es que lo está: nuestro concepto de democracia entronca más con el de la Revolución Francesa, o el de las revoluciones burguesas del s. XIX, que con el de la Atenas de Pericles-, sino por muy diversas culturas, desde algunas precolombinas hasta del Extremo Oriente: más podemos entender a un habitante de Tokio que a un ciudadano de la Atenas del s. V aC.
Desde otro punto de vista, la visión de un gobernante en Japón hasta finales de la Segunda Guerra Mundial debía estar más próxima a la consideración del emperador Alejandro que la que se tenía en las democracias europeas.

Finalmente, ¿existió una cultura griega? ¿No es acaso, como cualquier otra cultura, el resultado del cruce, del intercambio de ideas con otras culturas? La Grecia clásica con la que Occidente ha soñado y que ha alimentado supuestamente su manera de entender el mundo, aunaba, en verdad, ideas jónicas, de la Magna Grecia, tracias, etc. -y de la que, seguramente, concepciones espartanas -la matanza de campesinos como un rito de paso de los jóvenes aristócratas- quedaban excluidas.
Grecia, como cualquier otra cultura, es una creación de otras culturas; la Grecia que los Persas, los Egipcios, los Babilónicos conocían o se imaginaban eran distintas de la que Pablo de Tarso, los románticos, o los estructuralistas franceses se forjaron. Todas estas visiones están en el origen de la cultura griega (la cultura griega que estudiamos), proyecciones de una época o unas personas sobre un mundo geográfico, plástico o literario, que solo existe y puede existir a través de estas visiones o interpretaciones.

¿Cualquier punto de vista sobre la Grecia antigua, sobre cualquier cultura del pasado, es válido? Quizá sí, mientras dé sentido a nuestras ideas o creencias. La lectura de cualquier filósofo moderno de un texto de Parménides o de Pitágoras, por ejemplo, seguramente es aceptable, porque no sabemos qué es lo que Parménides o Pitágoras quisieron decir o escribir; ni siquiera estamos seguros que existieran. Pero sus escritos son válidos siempre que nos inspiren, nos hagan pensar. No estudiamos tanto lo que significan -algo imposible de alcanzar-, sino lo que somos capaces de ver y de decir sobre el mundo -nuestro mundo-, gracias a las ideas que descubrimos (es decir, imaginamos, en el noble sentido del término imaginación) en estos textos antiguos.
Todos -y nadie- somos herederos de la Grecia antigua. Todos han, o hemos, construido nuestra Grecia, una Grecia que resulta de datos obtenidos de sueños y deseos, del paisaje arisco y reseco, de textos e imágenes antiguas, filtradas, seleccionadas y compuestas por nuestros propios esquemas -preocupaciones y deseos- que son los que, finalmente, animan y dan sentido a la cultura griega antigua, o lo que nosotros consideramos que fue dicha cultura.

La propuesta inicial de montaje, co-proyectado por Joan Borrell Mauri (estudiante de arquitectura), consistía en la recreación de un recorrido porticado, alrededor de un espacio vacío a cielo abierto -a modo de ágora o de foro, que hubiera podido acoger actividades como seminarios, tertulias, lecturas de textos, o explicaciones para grupos de visita-. El pórtico, abierto hacia todos los lados, se componía de austeros elementos verticales gris claro, equidistantes y de altura distinta: peanas para estatuas (apoyadas sobre las bases o depositadas sobre ménsulas adosadas a los pilares), altas bases para vitrinas, y monolitos para textos, invitando a que el visitante se constituyera su recorrido, como quien explora un campo de ruinas, guiado solo por los distintos elementos que llaman la atención a cada visitante. Las piezas aparecían desperdigadas por la sala, como restos, aún en pie, de una cultura que se resiste a desaparecer aunque está condenada.






8 comentarios:

  1. Qué magnífica noticia. Inolvidables las dos que tuve ocasión de contemplar y aprender: "Las casas del alma" y "Antes del Diluvio". Son exposiciones que hay que ver poco a poco y varias veces. Los que seguimos este blog tenemos la suerte de irnos familiarizando con ellas antes de inaugurarse. Enhorabuena!

    Saludos.

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    1. Muchas gracias por su comentario.
      La selección de obras de esta nueva muestra, las cerámicas griegas sobre todo, es muy buena.
      El catálogo, de la editorial Tenov, es magnífico. Trabajado hasta el último detalle.
      Y los textos del filósofo Gregorio Luri son incisivos y clarividentes.
      ¡Recuerda Casas del alma! Me alegro mucho. fue una exposición inesperada, de la que no esperábamos mucho. Y gustó.
      Nunca se sabe qué puede ocurrir, y los que trabajamos en una exposición no somos capaces de saber bien si ésta está bien.
      Gracias de nuevo

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  2. Seguro que será una exposición interesante y fascinante, felicidades por llevarla a cabo.

    El mito, evidentemente, es también una forma de contar la verdad como lo eran las ensoñaciones orientalistas más que orientales de los llamados, precisamente, pintores orientalistas. Pero la verdad que contaban no era sobre Oriente, era sobre ellos mismos y sus fantasías.

    El Mediterráneo antiguo tampoco está libre de tales ilusiones, aunque es cierto lo que de él se dice.

    Los soldados de Alejandro no quisieron rendirle honores como si fuera un rey persa, para ellos, aunque rey, era un igual.

    En uno de sus otros post hablábamos del Partenón de Nashville, y decíamos de él que pretendía ser una obra educativa, pero se olvidaron de los colores vivos o chillones con los que estaba adornado, igual que buena parte de la escultura antigua. Sin esos colores la visión es fantasmal i la idea que nos formamos es, en buena parte, equivocada si queremos que sea también acorde con los tiempos que la originaron.

    Platón no tiene mucho que ver con los “misterios” ni con los ritos de fecundidad y dionisíacos. Pero tiene mucho que ver, curiosamente, con el cristianismo. La influencia egipcia de un Rey-Dios fue mayor que la semita de un Rey-hombre que recibe de manos de Dios la Ley.

    Es interesante una reflexión de Bertrand Russel sobre lo que las personas de cada tiempo son capaces de comprender:

    ““Casi todo lo que distingue al mundo moderno de los siglos anteriores es atribuible a la ciencia, que logró sus triunfos más espectaculares en el siglo XVII. El renacimiento italiano aunque no es medieval, no es moderno; es más afín a la mejor época de Grecia. El siglo XVI, con su preocupación por la teología, es más medieval que el mundo de Maquiavelo. El mundo moderno, por lo que se refiere a la actitud mental, comienza en el siglo XVII. Ningún italiano del Renacimiento hubiera sido ininteligible para Platón o Aristóteles; Lutero habría horrorizado a Tomás de Aquino, pero no hubiera sido difícil para él entenderle. En el siglo XVII es diferente. Platón y Aristóteles, Aquino y Occam no hubieran podido comprender nada de Newton.” (Historia de la filosofía occidental. Tomo II, Desarrollo de la ciencia. Capítulo VI. Bertrand Russel.)

    Sea como sea, es indudable que somos sus herederos aunque en buena parte, sólo en una parte, la herencia recibida nos la hemos dado nosotros a nosotros mismos.

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    Y permítame una queja, nacionalismo y violencia no es ningún pleonasmo. Ya sabe que hablando de ensoñaciones el sueño mismo de la razón que Platón alumbró da lugar a monstruos y a sinsentidos como el insigne Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, nos demuestra cada día poniéndose en un lamentable y penoso ridículo al no atender al fundamento de la razón, el sentido común y doblegarse al simple y estúpido prejuicio. Seguramente ya no puede ni es capaz de rectificar, para él ya es tarde, ya no puede ni le interesa hacerlo.

    La violencia es una bestia autónoma, un arma de poder, que, en ocasiones, necesita excusas para actuar, sean nacionalistas o democráticas, socialistas o fascistas, religiosas o ateas. Siempre se ha matado por cualquier cosa y siempre han matado poderosos y débiles.

    En el Rojo y el Negro un revolucionario español se lamenta en París del fracaso de los afrancesados en España porque, dice, el pueblo español no fue suficientemente cómplice de los asesinatos que cometieron los liberales españoles como sí lo había sido el pueblo francés con sus propios revolucionarios.

    Estos días celebramos el aniversario del fallecimiento de Albert Camús y él, estoy seguro, no hubiera cometido esta clase de errores de bulto, estos juicios de valor, ni confundiría, por decirlo así, el móvil con el asesinato, queramos o no son dos cosas diferentes. Yo creo que la diferencia es obvia, pero muchos parece que no quieran verla.

    Saludos

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    1. Supungo que en arqueología decimos querer el pasado, pero nos buscamos. en efecto, nos proyectamos y dotamos de sentido a lo que hallamos. Por cierto, ¿por qué buscamos, y dotamos de valor o significado a lo que rescatamos?
      La falta de color de las estatuas clásicas, ha conformado nuestro gusto. Hoy sabemos que estaban pintadas, pero no lo queremos ver.

      Platón no tuvo que ver con los misterios -sí ciertos neoplatónicos tardíos, inmersos en la teurgia- pero no es descartable una influencia órfica y/o neopitagórica en sus últimos diálogos, desde el mito de Er en la República, hasta el Fedro y el Fedón; supongo que también en el Timeo.

      Suerte que la República platónica no se hizo carne en ningún momento. Se trataba de una construcción teórica, sin duda, y perfectamente articulada, mas Platón creyó que Dioniso de Siracusa, donde viajó tres veces, iba a convertir su modelo o proyecto en realidad.
      El horror de Siracusa es sin duda debido a Dionisio, no a Platón, que tuvo que huir, amenazado de muerte, pero es posible que Dionisio simpatizara con lo que Platón cuenta en la República.

      Albert Camus nos falta, ciertamente

      Un cordial saludo

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  3. Sí, claro que recuerdo la exposición “Las casas del alma”, magnífica, y también recuerdo que gustó y se habló muy bien de ella. Aparte de la belleza de las piezas, a mí me enseñó muchas cosas que desconocía.

    Y en efecto, nunca se sabe qué puede ocurrir ante una iniciativa que presenta algo nuevo y diferente, o un punto de vista ambicioso y con valor. Aunque es cierto que no siempre lo que tiene valor tiene buena acogida. Yo colaboré escribiendo uno de los prólogos del catálogo de la exposición “Grafistas. Diseño gráfico español. 1939-1975” celebrada en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid en 1912, y recuerdo que por parte del comisario había el mismo sentimiento de lógica expectativa, disipada después por el éxito que también tuvo. Pero en el proyecto inicial está la semilla que los responsables conocen de su potencial para germinar. El acertar en la forma y contenido es otra cosa, pero con profesionalidad, trabajo y entusiasmo se consigue.

    Estoy seguro que será otra importante y excelente aportación.

    Saludos.

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  4. Me imagino que la exposición que comisarió tuvo lugar en 1992.
    Casas del alma tuvo la suerte que nadie esperaba nada. Por el contrario, la siguiente, La fundación de la ciudad, mucho más trabajada, fracasó, porque se esperaba más que la anterior. No sé aun porque causó indiferencia.
    Temo que tras Antes del diluvio, Mediterráneo sufra en comparación, quizá por el montaje. Y, sin embargo, las piezas son mejores.
    No hay que obsesionarse. Las exposiciones son caras, ciertamente, pero menos que obras duraderas y, si fracasan, al cabo de poco, necesariamente, se desmontan. No están allí siempre para vergüenza de quien ha trabajado en ella.
    Espero que este comentario no parezca cínico.

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  5. Lo siento, ha sido un lapsus numérico de picado, fue en 2012 :-) Se inauguró en octubre de 2011 y duró hasta abril de 2012. Y no fui el comisario, sólo el autor de uno de los prólogos del catálogo.

    Es totalmente cierto, pero no sé por qué motivo “Casas del alma” fue una sorpresa y tuvo muy buenas críticas; a mí me encantó. “La fundación de la ciudad” no recuerdo por qué razones no la pude ver, pero seguro que no por falta de interés. Puede ser que no tuviera la misma difusión mediática. El título de “Casas del alma” ayudó también porque atrapaba y era muy misterioso.

    El éxito de “Antes del diluvio” también desconozco las causas, tal vez porque hacía tiempo que no se hacía una exposición de estas características, una mirada al mundo antiguo. Y estaba muy bien concebida y realizada. Desde luego el título de la exposición tenía también mucho gancho. Algo importante para que cale a la primera; esto, y el fenómeno del “de boca en boca”.

    Quizás se pueda repensar el título de esta próxima, es una idea.

    Efectivamente, es mejor que cada muestra hable por ella misma y tenga su propia personalidad, el éxito es tan voluble y efímero como la misma exposición. Por suerte permanece un documento, el catálogo, que al menos da cuenta de lo acontecido, con tanto o más detalle explicativo que la exposición, aunque, eso sí, sin las piezas en vivo.

    No es un comentario cínico, sino la pura verdad. Tal vez estamos hablando de un género de arte efímero: en la disolución de la obra en pocos meses está su grandeza. Las obras de teatro se pueden representar tantas veces como se quiera, pero nunca son la misma. Como el ballet, la música en directo… La grandeza de la flecha prendiendo la llama Olímpica está en el momento único en que ocurrió, y en el recuerdo de cuantos lo vimos.

    Seguro que esta exposición será otro éxito, y si no, con toda seguridad que será igualmente fascinante.

    Saludos.

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  6. Muchas gracias por los comentarios y la aclaración de fechas.
    !Casas del alma" si titulada originariamente "Maquetas arquitectónicas de la antigüedad " -que luego pasó a utilizarse como sub-título. Quería un título "neutro", descriptivo, que enunciara solo lo que se mostraba.
    Meses antes de inaugurar, el gerente del Centro pidió cambiar el título. Proponía "Tesoros de la antigüedad", lo que me horrorizaba; amén de no ser verdad.
    Creo que por influencia de una novela de Isabel Allende (que no había leído), y al hecho que un tipo de maquetas egipcias que me fascinaban se llamaban, en inglés, "Soul Houses", y que en el vocabulario antropológico, unos sagrarios de madera, colgados de los árbol, como refugio para los espíritus, son conocidos como "Spirit houses", propuse que la muestra se titulara "Casas de los espíritus". No fue aceptado; "Casas del alma", que por el aquel entonces me gustaba menos y temía que fuera cursi, se impuso.
    El título resultó ser un acierto.
    El gerente tuvo razón.
    "Antes del diluvio" no pasó por esas fases. Siempre se tituló así.
    "Mediterráneo. Del mito a la razón" fue escogido hace poco, en sustitución de "Mediterráneo: espacios compartidos". Éste me gustaba mucho, pero el editor, con razón, sin duda, consideró que no evocaba el mundo antiguo ni una muestra con piezas arqueológicas, sino una exposición de contenido social.
    Me hubiera gustado "Mediterráneo. De los enigmas del mundo al misterio del alma" pero, todo y gustando, fue juzgado demasiado largo.
    Veremos, en un par de años, qué queda.

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