Obrar conlleva cometer errores. Quien nada hace evita equivocarse.
La arquitectura nació de un acto que no hubiera tenido que producirse: un crimen, el primer fratricidio cometido por Caín, que abrió una brecha en los humanos y obligó a levantar muros de defensa y techos protectores para que los humanos se cobijaran y se escondieran de la ira de sus semejantes y de los dioses. La construcción es fruto de un primer acto destructivo. Dar a vida implica una ruptura, un desgarro.
La primera gran construcción, la Torre de Babel, inconclusa es el fruto tanto de la soberbia humana cuando de una mala planificación, de un proyecto y una ejecución mal llevados. Fue la segunda caída.
Esto no es óbice que se den errores que se hubieran podido evitar, con más luces o pericia.
Errores de planteo -como el que llevó a la ruina las primeras pirámides cuyas caras eran excesivamente empinadas-, de ubicación -las marismas, en las que se fundaron las primeras ciudades, eran lugares excelentes para la pesca, la caza y la defensa de la vida, pero no eran las zonas más aptas para edificar; la ubicación de la capital de Brasil, Brasilia, es absurda-, técnicos -que llevaron a torres góticas, excesivamente altas, esbeltas y desmaterializadas a hundirse-; errores estilísticos o compositivos -la catedral gótica y renacentista de Córdoba hincada en la mezquita-, errores en la relación entre volúmenes -el Coliseo empequeñecía el Palatino-, impericia artesanal -la calidad de las estatuas de la Sagrada Familia, de Antonio Gaudí, es pésima desde los inicios-, restauraciones aberrantes -los torreones barrocos, hoy derribados, añadidos al Panteón, que se ganaron el apodo de "orejas de burro"-. etc., edificios funcionalmente equivocados: las casas de vidrio suelen ser hornos, y los mosquitos, atraídos por la luz que emana de los muros acristalados, que convierten a las casas en fanales, invaden, como nubes aguijoneadas, las casas racionalistas construidas en medio de bosques o áreas ajardinadas. La historia de la arquitectura es la historia de decisiones y ejecuciones fracasadas (¿cuántos templos han caído, cuántas ciudades, como Tell Amarna, han tenido que ser abandonadas, cuántas obras han agostado los recursos circundantes, como en los últimos territorios maya, cuantos palacios, como la Domus Aurea de Nerón, eran sueños convertidos en pesadillas?) fracasos que se han multiplicado en el siglo XX, y solo el abandono de proyectos como los urbanísticos de Le Corbusier, ha evitado males mayores.
La lectura del libro de:
VIGNE, Antoine: Les erreurs dans l´architecture, Ediciones Courtes et Longues, París, 2013,
es aconsejable, como aconsejable sería su traducción, a la que se podría un añadir un último apartado sobre temas hispanos que, por ejemplo, Julia Schulz-Donrburg ya ha tratado, a los que se sumarían acaso desde la desangelada Área del Forum 2004 de Barcelona, hasta la Torre del Agua en Zaragoza -tuvo mérito levantar una torre vacía para sostener en el centro una gota de agua gigante, con la excusa que siempre se podrían añadir forjados para construir oficinas-, pasando por errores y horrores como la plaza cubierta Metropol Parasol (con ese nombre....) en Sevilla, la Ciudad de las Artes en Santiago de Compostela, el nuevo mercado de los Encantes en Barcelona, o...
No sé si ya se ha citado aquí, pero esa portada me recuerda al complejo residencial de Nápoles donde se rodó buena parte del film Gomorra, todo un error urbanístico y sociológico, pero a la vez muestra de una gran voluntad arquitectónica y compositiva. Hay que tener cuidado con las ideas de los arquitectos.
ResponderEliminarSaludos,
Santiago
Desde luego, este conjunto, amén de otro, de centenares de metros de largo, en medio de la nada, en la periferia de Roma, son ejemplos trágicos de las equivocaciones de los arquitectos -promotores y políticos.
ResponderEliminarGracias por recordar este monstruo.
En muchos casos se ve claro a qué se debe el error: vanidad, incompetencia, mal gusto, especulación, etc., pero muchos otros, o además, resultan funcionalmente del todo incomprensibles, como una silla de dos patas. Uno que padecí y vi padecer, es el edificio de oficinas anexo al Centro de Congresos de Madrid cerca de IFEMA. Numerosas empresas tienen su sede allí, para acceder a las distintas plantas se sube por una interminable escalera mecánica que las recorre en diagonal quebrada. Pero este no es el problema. A no ser que lo hayan solucionado (cosa que no sé pues hace años que no he vuelto), hacia el año 2005 a primeras horas de la tarde en verano el interior era un horno, a pesar del aire acondicionado a toda pastilla, algo habitual en los edificios con fachadas de cristal. El mostrador de recepción estaba abandonado, y las recepcionistas se refugiaban en la escuálida sombra de debajo de la escalera en una improvisada mesa, porque el sol implacable le daba de lleno al mostrador, como un rayo diabólico que convertía el horno en un infierno. Una solución de emergencia que los visitantes agradecíamos.
ResponderEliminarEl horrendo edificio-cárcel escenario de una parte de la película Gomorra, aparece también en las fotos de Valerio Spada en su ensayo fotográfico “Gomorrah Girl”.
Saludos.
¿Estuvo en la biblioteca del departamento de Filosofía del edificio de la Universidad Central en Pedralbes -edificio que se ha derribado, reemplazado por uno aun peor? En verano estudiábamos en... la escalera. Las bibliotecarias permitían sacar los libros fuera. Era imposible quedarse en la sala.
ResponderEliminarAlgo parecido ocurre, en verano, en la por otra parte excelente biblioteca del museo de Arqueología de Cataluña en Barcelona. Aunque sean documentos valiosos, es necesario consultarlos al pie de la escalera si uno no quiere desmayarse: el calor sube y se queda en la parte superior del museo, donde se ha desplazado la biblioteca.
No hay presupuesto para aire acondicionado. El museo, por otra parte, tiene que cerrarse y desplazarse -no se sabe dónde ni cuando. Su situación es el limbo. Desde hace años. Por lo que el mantenimiento es mínimo. El presupuesto no llega ni interesa.
Pero el caso que Usted cita es peor que el del museo -ubicado en un edificio que nunca fue pensado para ser un museo, sino tan solo un equipamiento ferial-, y se parece al de la biblioteca: un edificio proyectado sin tener en cuenta la orientación, y con presupuestos tan ajustados que impiden materiales de calidad -a menos que los presupuestos se hubieran desviado-, aislantes, etc.
Muchas gracias por la (triste) información.