Procedencia: palabra mágica que solventa cualquier dificultad en las transacciones comerciales y culturales (expositivas) con piezas arqueológicas de cualquier cultura.
Un acuerdo internacional establece que ninguna obra puede ser exportada desde 1985. Por tanto, cualquier pieza, por pequeña, fragmentada, insignificante que sea, tiene que estar acompañada de un certificado que demuestra que obra en colecciones públicas o privadas desde hace veintinueve años, es decir, que no ha salido del país de origen, necesariamente ilegalmente, con posterioridad a aquella fecha.
A lo largo del siglo XIX y hasta la Segunda Guerra Mundial, las misiones arqueológicas, sobre todo en el Próximo Oriente, obraban en países colonizados. Los hallazgos se dividían en dos partes equitativas, una para el país que acogía la misión, y otra para quien financiaba la expedición. El reparto, a veces, se realizaba con muy relativa buena fe por parte del poder colonial. Las misiones estaban casi siempre a cargo de grandes museos europeos y norteamericanos con el fin de obtener piezas que pudieran enriquecer las colecciones de aquéllos.
Los acuerdos se firmaban entre los países respectivos: una potencia colonial, y un país colonizado (o bajo mandato, un eufemismo con el que se indicaba que la ocupación era temporal, cuando no lo era) gobernado por la potencia colonial; algunos antiguas colonias denuncian dichos acuerdos.
Los hallazgos arqueológicos se completaban con compras masivas a anticuarios y traficantes instalados en los países colonizados. Aun hoy, algunos museos se arriesgan a comprar obras en galerías y en subastas, compras que a veces han sido denunciadas. Países como Turquía y Grecia están siempre atentos a las transacciones comerciales y a las piezas que se incluyen en exposiciones arqueológicas.
Las primeras misiones, por tanto, tuvieron un carácter científico, pero también saqueador. En algunos casos, como el yacimiento mesopotámico de Tello, en el sur de Iraq, explorado y explotado por Francia a principios del siglo XIX, los emplazamientos (los llamados "tells") quedaron devastados por métodos de excavación inapropiados, por golpes a ciegas y por avidez y rapiña.
Desde 1985, los hallazgos arqueológicos tienen que entregarse a las autoridades de los países en los que se excava. Tan solo, en ocasiones, pequeñas muestras de materiales, pueden ser exportadas para ser estudiadas, antes de ser devueltas.
La explotación arqueológica no ha cesado, sin embargo. Las guerras de Iraq y Siria están dejando los yacimientos arqueológicos sin protección, expuestos a pillajes. La salida de piezas no cesa. El mercado las necesita. Algunos yacimientos tan importantes como las ruinas de la ciudad helenístico-romana de Apamea, en el norte de Siria, sufre pillajes desde antes de la guerra. Grandes cantidades de mosaicos romanos enteros atraviesan la frontera, libanesa sobre todo, con la complicidad de guardias y militares sobornados por agentes internacionales que alimentan luego colecciones recientes y anticuarios, algunos bajo el ojo escrutador de la Interpol que no logra siempre descubrir la procedencia ilegal de las piezas en venta, casi nunca en las galerías.
Se ha inaugurado una gran exposición de mosaicos romanos en una tienda de Barcelona. Parecen de estilo romano-oriental tardío. Proceden de colecciones privadas.
Esta misma galería vende mosaicos romanos. La procedencia de los mismos es una palabra clave. Algunos pertenecían a colecciones extranjeras. En otros casos la procedencia, a la que siempre se presta un especial cuidado, indica: teselas de mármol de varios colores.
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