Algunos teóricos -como Félix de Azúa- han explicado que la diferencia entre una obra de arte y un "simple" objeto (manufacturado o producido en serie) reside en que la obra de arte posee un "plus": un elemento o un valor añadido, que se suma o se adhiere al objeto "simplemente" realizado. así, la diferencia entre una construcción y una obra de arquitecta se halla en un añadido a la construcción, ya sea ornamentos o cuerpos.
Otros teóricos, sin embargo -tal es el caso de Xavier Rubert de Ventós- han defendido que la diferencia entre ambos objetos (un objeto artístico y otro no considerado como una obra de arte) se halla, no en algo que se añade -como si la diferencia entre alimento y el plato de satisface a los sentidos residiera en una salsa que recubre al primero-, sino en una manera de hacer. El arte depende de la forma en qué se ha llevado a cabo. el arte tiene que ver con las formas o maneras, con las "buenas" maneras.
Si un género artístico como la poesía se considera un buen ejemplo, o un símbolo adecuado de lo que es la obra de arte, teniendo en cuenta que la palabra poesía viene del griego poiesis, el cual significa "hecho" -el verbo griego poieo se traduce por hacer-, el arte es un hacer; "un" tipo o manera de hacer. Desde luego, el arte tiene que ver con el obrar. Es el resultado de una acción con vistas a un resultado material o sensible.
Algunos antropólogos piensan, hoy, que lo que define la obra de arte no es la forma, el contenido, o el fin, sino la técnica. Arte sería un modo de operar.
Esta consideración se aplicaría bien al trabajo artístico contemporáneo así como antiguo.
Así como artistas como los practicantes del land art, el video artista Bruce Nauman, los actores, los bailarines, los artistas performativos (Marina Abramovich, etc.) , llevan a cabo acciones según determinadas pautas que condicionan, encauzan y producen un resultado perseguido, los antiguos obradores (pintores, ceramistas, escultores, etc.) operaban de un determinado modo cuando querían producir obras que llamaran la atención, que impresionaran sensiblemente a los seres humanos. Así, mientras se fabricaban estatuillas de terracota con molde, en serie, sin que este trabajo supusiera ninguna aptitud especial ni conllevara un situación y un entorno distinto del habitual, la gran estatuaria -con la que se figuraba a las divinidades, o se captaba su energía o manifestación- se ejecutaba de un modo muy particular. Los materiales, los instrumentos, los gestos estaban codificados; los ejecutantes tenían que prepararse física y anímicamente (por ejemplo, en el caso de los herreros y los ceramistas, practicando ayuno y abstinencia sexual antes de obrar). La ingesta de ciertas sustancias también podía entrar a formar parte de una acción que era un verdadero ritual. solo la correcta ejecución de ciertos gestos según secuencias ya fijadas podía lograr la adecuada elaboración de una figura.
Esta, una vez moldeada o tallada, tenía que ser animada. Sacerdotes -la creación era colectiva e implicaba diversos ejecutantes- se encargaban, en un entorno adecuado, siguiendo procedimientos ya marcados, por ejemplo, del llamado rito de apertura de la boca y de los ojos, que implicaba el uso de utensilios afilados con los que se simulaba que la estatua cobraba vida, tras lo cual tenía que ser uncida y vestida, antes de ser expuesta a la contemplación del sacerdote, antes de convertirse en un ente material entre los entes que componían el mundo.
Este complejo ritual ejecutorio no se practicaba para la producción en serie o la de objetos menos valiosos. solo los que iban a comunicar determinados hechos, los que iban a abrir un mundo a quienes se relacionarían con estas imágenes, se realizaban siguiendo procedimientos parecidos por artistas, artesanos o magos debidamente escogidos y preparados, siempre bajo la supervisión de sacerdotes.
El hacer, el crear, el procrear son tareas parecidas con vistas a la engendración, la manifestación sensibles de entes, objetos u obras que tienen la capacidad de cambiar nuestro mundo o la percepción del mundo, de entes que se imponen a nosotros o con los que podemos dialogar, entes que resultan sin duda de nuestras proyecciones pero que no son títeres en nuestras manos sino que, como en los cuentos góticos de terror, se nos imponen, para bien o para mal. Una obra es arte si altera nuestra vida.
Según mi modesta opinión el mismo Sr. Azúa lo define muy bien en la entrada “Poesía” de su extraordinario “Diccionario de las Artes”.
ResponderEliminarEn ella afirma que “la poesía es la verdad del arte y que la verdad, para cada cual, es la resistencia al dolor durante una vida entera. Y que allá cada cual con su verdad.”
Mi interpretación es que la verdad del arte, llamada también poesía, y esa resistencia al dolor durante una vida entera como afirma Azúa, es la capacidad de soportar el dolor que causa la experiencia del tiempo y que en esa experiencia del tiempo está la muerte.
Félix de Azúa también habla crípticamente de los “meteoros” que según él “definen con toda exactitud lo que en cada momento puede verse”.
¿Qué son esos meteoros?, ¿verdaderos meteoritos, rayos o piedras siderales que nos caen en la cabeza? Evidentemente no, pero metafóricamente sí. Yo no lo sé exactamente, pero intuyo que tienen algo que ver con el azar y el “constructo” humano que denominamos “casualidad”, una especie de encontronazo entre la realidad más fría y la voluntad consciente más caliente.
Podríamos seguir, pero un comentario en un blog no lo permite ni da para más.
En todo caso cualquier definición de Arte no puede no ser poética, olvidarse de ella siempre nos lleva a definiciones insulsas o incompletas.
Saludos.
Estoy de acuerdo plenamente: la obra de arte nos pone en contacto con un objeto -y un mundo- que se resiste a ser reducido, aceptado, conocido, interpretado, y causa, pues, preguntas, dudas, problemas que no cesan.
EliminarDe algún modo, la obra es un espejo que nos pone en evidencia quienes somos y, por tanto, manifiesta nuestra finitud. Nos descubrimos mortales ante la obra. Ella perdurará. Seguirá siendo o estamos cuando ya no estemos. Sentimos que es, al mismo tiempo, injusto y necesario.
podríamos prescindir de la obra de arte, sin duda, pero, en este caso, quizá no seríamos conscientes de quiénes somos.
La obra de arte, por otra parte, desvela nuestra condición de seres mortales, pero también ayuda a superar esta condición, ya que nos proyectamos, y sobrevivimos, gracias a o en ella. La obra de arte nos hace así, de algún modo, inmortales -todo y manifestando nuestra humana condición. Pese a ser una creación nuestra, se nos impone.
Muchas gracias por su comentario