Después de la reconocida influencia de obras ibéricas y africanas en Picasso, y de tallas polinesias en Gauguin, por ejemplo, y tras aproximaciones a artes antiguas o "primitivas" comparándolas con obras de arte modernas, así como algunas exposiciones que mostraron las relaciones formales, buscadas o casuales, entre piezas antiguas o primitivas (máscaras, por ejemplo) y obras contemporáneas, la teoría del arte se afinó y decretó que el parecido formal entre obras de épocas tan distantes entre sí no era ningún indicio de identidad sustancial. Las piezas antiguas o primitivas respondían a motivaciones y cumplían funciones que nada tenían que ver con las que atendían piezas modernas y contemporáneas.
Este ajuste teórico no ha convencido a todos los estudiosos, y ha llevado a una reacción. Así estudiosos sostienen hoy que considerar que solo es arte lo que responde a la definición kantiana de arte, y ha sido creado tras Kant, comete el pecado del etnocentrismo. Esos estudiosos afirman que la belleza ni era desconocida ni era despreciada en la antigüedad sino que, por el contrario, era una cualidad que el artista o el artesano buscaba y al que el espectador o receptor respondía.
Esta afirmación es cierta. Así, hoy, se considera que las mejores obras antiguas o primitivas (según nuestro gusto y, posiblemente, el gusto antiguo) fueron realizadas en talleres reales o imperiales. Esto es particularmente notable en el arte de los mosaicos helenísticos y romano-imperiales. Los que son técnicamente impecables,y formalmente equilibrados, siempre proceden de la corte.
Sin embargo, así como para Kant, la obra de arte es creada para encarnar cualidades sensibles o estéticas como la belleza, y para incitar a la razón a hallar ideas en formas sensibles, la prosecución o materialización de cualidades estéticas no era el fin de la obra antigua o primitiva. por otras parte, Kant sostenía que la obra de arte, todo y no siendo gratuita o caprichosa, respondía a una función difusa, a una finalidad sin fin, paradójica expresión que significaba que la obra de arte es necesaria pero que no se sabe bien para qué sirve, y esta vaguedad es imprescindible porque, como sostenía Marcel Proust, una obra de arte no puede ser un regalo en el que hemos dejado a la vista la etiqueta con el precio. No tenemos que saber porqué la obra existe, si bien su existencia es razonable y está razonada.
Las obras antiguas o primitivas, por el contrario, estaban manufacturadas con vistas a un objetivo claro, práctico, decorativo (en Roma) o mágico.
En verdad, quizá haya sido el filósofo alemán Gadamer quien, en el tratado Verdad y Método, haya ofrecido la versión más ajustada de lo que son las obras antiguas y sobre la relación que mantienen con las actuales:
" sería preciso que se admitiera que, por ejemplo, la imagen de una divinidad antigua, que nunca se expuso en el templo a título de obra de arte consagrada a un disfrute reflexivo de tipo estético, y que actualmente se encuentra expuesta en un museo moderno, contiene en sí, bajo la forma en que esta imagen se nos aparece hoy en día, el mundo de la experiencia religiosa de la que procede. La consecuencia que hay que extraer de ello es importante: ese mundo, que es el suyo, todavía forma parte, sin embargo, de un mundo que es el nuestro".
Las obras antiguas se convierten en obras de arte, sostiene Gadamer, cuando son públicamente expuestas a la contemplación, al disfrute del espectador. Un fetiche podía ser expuesto y contemplado, pero ni públicamente, ni para el solaz del espectador, sino para que éste tuviera la impresión de que se hallaba ante la divinidad encarnada, el espíritu del dios, el héroe o el antepasado presente, gracias a la estatua o el fetiche, en la tierra, dispuesto a escuchar las plegarias y a responder a los anhelos o deseos, muy reales, de quienes se aproximaban temerosamente ante la estatua.
Gadamer añade que la conversión del fetiche en una obra de arte no impide, sin embargo, que el carácter mágico, el temor que el fetiche en tanto que fetiche poseía y despertaba, siga vigente en el museo. La obra antigua puede ser una obra de arte, como una obra moderna (según la definición de arte kantiana) solo cuando se expone modernamente, sin dejar por ello de ser totalmente una obra antigua o primitiva. Es como si se resistiera a ser "solo" una obra de arte.
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