La preparación del guión y la documentación de la muestra sobre mitos cosmogónicos para el futuro nuevo Museo de las Culturas del Mundo, en Barcelona, en 2016-2017, lleva a algunas consideraciones.
Las sociedades antiguas dividen la historia en dos eras distintas aunque conectadas: una era en la que dioses y héroes actúan -haya o no humanos- y en la que los acontecimientos que definen el mundo y forjan la vida de los seres vivientes, los humanos en particular, acontecen. Desde la guerra a los remedios, desde los sentimientos hasta los deseos, desde el nacimiento hasta el dolor, lo que rodea, afecta, y encauza la vida en el cosmos acontece por vez primera en la era del mito. Los actores intervienen una vez. Sus acciones son decisivas. Sus gestos no pueden detenerse, y las consecuencias de los mismos son imborrables. Marcan, para bien o para mal, el devenir de la vida.
A la era de los dioses sucede la era de los hombres. Los dioses se han retirado. Viven entre ellos, desatendiendo a lo que acontece en la tierra. Ocasionalmente, inciden en la misma. Presos de un deseo o la furia, abaten o destacan a un humano. Responden a veces a plegarias y deseos. Aparecen, disfrazados de humano, antes quienes protegen, o derriban. Su retiro en las alturas no es definitivo. Mas la tierra ya no es el lugar en el que morar preferentenmente. El cosmos se ha escindido: a los mortales la tierra les es concedida; los dioses campan por todo el mundo, pero prefieren refugiarse en el cielo a fin de no tener que soportar el molesto y constante rumor de los mortales en la tierra.
Ambos espacios, de los inmortales y de los mortales no están desconectados enteramente, como tampoco las eras de los dioses, y de los humanos están vueltas sobre si mismas. Mediante los ritos, los humanos rememoran las acciones de los dioses. Éstos son guía y son modelos. Puesto que crearon y fijaron el cosmos, la repetición de sus acciones y la rememoración de sus gestas mantiene vivo el cielo y la tierra. apenas llega el declinar del otoño que los ritos, que recuerdan lo que dioses y héroes llevaron a cabo en la era de los inicios, tratan -y lograr- reactivar el universo.
Esta perfecta o estable organización espacial y temporal del universo quebró con la llegada de Cristo. De pronto una divinidad se convirtió en un humano (sin dejar de ser un dios). Sus gestos acontecían en la tierra, en la era de los mortales: gestos que, como los de los dioses en la era de los inicios, incidían en la estructura del mundo. La barrera entre el tiempo de los dioses y el de los hombres saltaba por los aires. Hubo dioses que se materializaron, así como se dieron humanos que ascendieron en los cielos; pero, en ambas situaciones, la frontera entre lo visible y lo invisible, la eternidad y el tiempo, se respetó. Los dioses se materializaban por un tiempo y luego se retiraban; y los hombres que ascendían apoteosicamente partían de la tierra para no volver jamás.
Pero Jesucristo, como su nombre indica, era un hombre llamado Jesús, que vivía en el tiempo, y una divinidad, llamada Cristo, que moraba en la eternidad. Con la unión de ambas naturalezas en una misma persona, el espacio de los dioses se inscribió en el de los humanos, y los humanos disfrutaron de la inmortalidad -tras la muerte. Jesucristo se presentó como el dios único, y el prototipo de ser humano. Ya no había dioses ni humanos; sino dioses hechos hombres, y hombres a los que la muerte -que define al mortal- ya no afectaba.
Esta confusión que Jesucristo instauró -y que acabó con la noción de divinidad, pues todo humano era también un dios, del mismo modo que la divinidad era mortal-, acabó con el mundo antiguo. Empezaba la era del descreimiento, una era profana en la que aun nos encontramos -pero a los intentos de extremistas de religiones monoteístas por restaurar las barreras que el dios encarnado abolió, aboliendo los privilegios de los dioses.
Siempre me ha parecido ver, y usted me corregirá si me equivoco, dos variantes fundamentales entre las religiones que han habitado lo que llamamos el Próximo Oriente antiguo y contemporáneo.
ResponderEliminarPor un lado todas las de origen semita caracterizadas por la estela de Hamurabi donde el rey recibe directamente las leyes del dios. Moisés y Mahoma serían uno de los ejemplos más notorios que duran hasta nuestros días.
Y por otro la figura del Faraón egipcio que era dios y hombre al mismo tiempo y que Jesús perpetúa. Él no recibe ninguna tabla de ningún dios con las leyes y, a pesar de ser, como se dice, el cristianismo un invento más de San Pablo que del propio Jesús, pocos, me parece, valoran en lo que vale su, por decirlo así, texto fundacional que no es otro que el Sermón de la Montaña, pero eso ya nos llevaría a otro terreno para otra ocasión.
Saludos.
Excelente observación.
EliminarSupongo que cabría alguna matización. Algunos pocos reyes, acadios casi todos, sí se divinizaron (eran los menos. ciertamente), por lo que la diferencia con el faraón se atenúa en estos casos.
De todos modos, el faraón no era propiamente un dios. Lo divino era el cargo, no la persona. Además, el faraón se presentaba más como el hijo de una divinidad, y por tanto subordinada a ésta, inspirada por ésta -fuera ésta el sol o una divinidad manifestada antropomórficamente- que como un dios a parte entera.
Sí que es cierto que Jesuscristo no era cristiano sino judío, y que el cristianismo se despega del judaísmo, erigiéndose como una nueva religión, con Pablo.
Me imagino que en los textos de los evangelios canónicos deben de confluir tantas concepciones y tradiciones narrativas que a lo mejor si los analizáramos encontraríamos aspectos muy diferentes de la divinidad.
EliminarCreo que JC era un místico que entabla una relación personal y afectiva con un Dios que hasta ese momento había sido terrible y estaba secuestrado por una clase sacerdotal y un ritualización que lo hacían inaccesible.
JC tiene la experiencia de ese Dios como padre que ama a sus hijos y restablece la comunicación .
El Padre le transmite el mandato del amor entre todos los hombres, la hermandad de estos como hijos del mismo padre .
Los hombres pueden dirigirse al Padre ,pedirle directamente por sus necesidades. El Padre quiere salvarles de la oscuridad y de la muerte.De las consecuencias del pecado , a veces heredado de sus antepasados (“ ¿ quien es este para perdonar los pecados?”)
Se proclama Hijo, partícipe de la misma sustancia del Padre ,algo que se considera un sacrilegio pues ,si, en la práctica es casi como proclamarse Dios .Pero en todo momento alude a sí mismo como enviado,como subordinado ,tal y como dice Tocho ocurría con el faraón .
Jesucristo es un héroe civilizador que muere para dar la vida,como Dionisos.
Rescata a las almas de la oscuridad y las lleva junto a la luz.Abre el camino del infierno hasta el cielo.
Parece que los discípulos pudieron participar de algún tipo de enseñanza más profunda ,de tipo esotérico . Parece que al principio era muy emocional pero no sé hasta qué punto se puede entender como una religión mistérica como se opina a veces.
A lo mejor era la manera en la que se identificaba desde afuera .
Me imagino que el hecho de desarrollarse en un ambiente hostil ,en el contexto del imperio romano ,hizo que adquiriera determinadas características.
Supongo que Jesucristo en el momento de llegar al cielo se convierte a su vez en un dios soberano terrible ,el pantócrator, cosmócrator , por la misma lógica interna de las religiones pero también porque hay otros ministros y exégetas que vuelven a secuestrar a la divinidad y un poder secular interesado en que eso ocurra.
Después ,diversos santos y místicos intentan a lo largo de la historia de la Iglesia de recuperar la enseñanza original y son reabsorbidos una y otra vez por la maquinaria infernal .
Claro que yo de pequeña no entendía porqué si Dios era un padre amoroso mandaba a su hijo a morir de un modo tan cruel :-) .No me convencía lo de que era para salvar a los hombres .Si era Todopoderoso…¿no podía salvar a los hombres de otra manera ? “Dejad que los niños se acerquen a mí…. “ :-)
Creo que la percepción de Jesucristo ha sido ,salvo entre los muy religiosos , la de alguien tan poderoso como el padre pero que renunciaba a su poder para ser sacrificado.Creo que entre la mayoría de los creyentes no se le ha percibido realmente como humano.
Sobre lo del faraón :hay un ensayo muy interesante que escribió Evans –Pritchard sobre la monarquía divina en una etnia nilótica “ La monarquía divina de los Shilluk del Sudán nilótico “ .No pretendo que sea lo mismo,pero se vé de un modo muy concreto cómo un rey y sobre todo ,la monarquía son la sede material de un ser divino.Cuando muere el rey la divinidad entra en una estatua hasta el momento en el que se proclama al nuevo rey.
Supongo que no se sabrá nunca cómo era, quién era, qué defendía el Jesús histórico, puees creo que en general se acepta que existió un profeta llamado Jesús, como tantos otros que también profetizaban en la época.
EliminarEl Jesus que conocemos es una creación de Pablo y los cenáculos de estudiosos agrupados bajo el nombre de evangelistas.
Supongo que el cristianismo primitivo, que era en verdad una secta del judaismo, tenía un carácter en parte secreto -tanto para evitar la cólera del Templo, como para no llamar demasiado la atención de Roma, al menos en en primer siglo- que hace que se equipare a las religiones mistéricas que celebraban cultos fuera del ojo del impero, de noche, a escondidas o en lugares recónditos, como el mitraismo.
Es decir, que Cristo es una figura que responde a las creencias de la época. Aunque aportó una nueva visión de las relaciones entre lo humano y lo divino, aboliendo barreras, una visión que entronca con visiones parecidas -el cristianismo tiene raices en cultos cercanos- pero que presenta un rostro personal en el que destaca la humanidad de la divinidad.
Muchas gracias por el comentario.
Se me olvidaba, estos cimientos de las religiones semitas pueden ser la causa de los fundamentalismos que vivimos, y que en esas escuelas judías o coránicas los estudiantes no hagan casi otra cosa que aprenderse de memoria el texto a base de dar cabezadas.
ResponderEliminar¿Quién se atreve a enmendarle la plana a Jehová o a Alá? Es literalmente imposible, los textos sagrados no admiten interpretaciones.
Saludos de nuevo.
en efecto, la palabra revelada de un único dios es un problema.
EliminarLa suerte es que la Biblia no es un libro revelado ya que recoge las palabras que Moisés creyó entender por lo que la interpretación es posible, pero el Corán recoge el dictado del arcángel Gabriel a Mahoma lo que impode cualquier corrección. Hay que atenerse a la letra, si uno es creyente -o le obligan a serlo.
Así vamos en el siglo XXI
Caramba señor Tocho el 29 de enero de este año calificaba usted en este mismo blog de oportunista la política del nuevo museo
ResponderEliminarEl nuevo museo que abrirá en febrero tiene la inmensa suerte de estar gestionado por una persona fantástica -un gestor que lucha a brazo partido, que no es el director, inexistente, ni un político-, que está programando una serie de exposiciones, tan atractivas como la primera sobre las escrituras antiguas.
EliminarSobre el personaje literario "Jesús Nazareno":
ResponderEliminarJesús es la forma latinizada del griego Ιησους (Iesous), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Yeshú, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa "Salvador".
En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesous ho nazarenos (Ιησους ο Ναζαρηνός); en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesous ho nazoraios (Ιησους ο Ναζωραῖος), que aparece también en Hechos de los Apóstoles. La palabra hebrea nāzīr, Nazireo, que significa "consagrado a Dios", "augusto".
Lo que se olvida por razones obvias es que en hebreo original "Yeshua Nazir", significa literalmente Salvador Augusto.
Como no quiero extenderme les dejo breve investigación sobre el oficio declarado del personaje literario Jesús Nazareno: arquitecto, "rabbi+tekton" en los evangelios.
http://jesustekton.blogspot.com
Muchísimas gracias por estas tan útiles precisiones cuya lectura amplió ahora con la que su blog da. Gracias de nuevo. Es curioso que algún nombre o título tenga resonancias de monarcas helenisticos
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