Fotos: Tocho
El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) presenta una muestra, con fondos exclusivamente del museo, dedicada a las relaciones entre arte y arquitectura, a partir de la Casa Sin fin de Kiesler, que nunca se construyó, y que el arquitecto austríaco, instalado en los años veinte en Nueva York, concibió como una prolongación del cuerpo, como una concha, confundida con rocas o un paisaje rocoso. Se trataba de una casa familiar. Flotaba como una nube sobre pilares que se asemejaban a excrecencias rocosas.
En la Casa Sin Fin (no se concluyó nunca porque evolucionó a medida de la vida del arquitecto y porque no debería concluir nunca, ya que se trataba de un organismo vivo, temporalmente detenido) se diluyen, o al menos Kiesler lo pretendía y defendía, los límites entre planos; entre naturaleza y cultura, la casa y la cueva, lo vivo (orgánico) y la piedra, el hombre y el entorno, el mundo exterior y la interioridad, la realidad y el sueño, lo duro y lo blando (Kiesler bebía del surrealismo y fue amigo de Duchamp). Se asemejaba a un órgano, a un vientre grávido en cuyo seno la vida se gesta y se guarece.
La obra aparecía también como una crítica de la estandarización moderna, de la arquitectura en ángulo recto que encuadraba la vida.
La exposición se completa, lógicamente con dibujos de Louise Bourgeois, Bruce Nauman, etc.
Bruce Nauman: Casa dividida, 1993
Sandile Goje: Encuentro entre dos culturas, 1993
Rachel Whiteread: Casa, 1992
Sigmar Polke: Casa de fin de semana, 1967
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