Sacer, en latín, significa tabú. Lo sagrado es lo prohibido. un espacio sagrado estaba vetado a los mortales. Los dioses moraban en él, y los humanos lo hubieran mancillado; hubieran, además, corrido un peligro, pues no hubieran resistido el contacto con la invisible presencia sobrenatural.
Un espacio sagrado requería límites nítidamente marcados. En el interior se podían construir templos, sagrarios y altares, y erigir monumentos y estatuas, pero el espacio acotado ya estaba preparado para acoger a la divinidad. Ésta no necesitaba ninguna construcción. el santuario de Zeus en Dódona solo comprendía, en el centro, un roble, el temblor de cuyas hojas anunciaba la venida del dios.
Solo los sacerdotes y determinados funcionarios -amén de reyes, en aquellos estados griegos que se regían por monarquías- estaban autorizados a cruzar el vetado umbral de los espacios sagrados.
En Atenas, con la democracia, el paso se abrió a todos los ciudadanos en determinadas festividades cívico-religiosas. Pero el peligro que acarreaba el contacto con la divinidad no había menguado. Era necesario, por tanto, preparar a los ciudadanos a afrontar la presencia sobrenatural.
Los propileos daban acceso al recinto del acrópolis que dominaba desde la cima la ciudad de Atenas. Se trataba de una construcción en forma de un largo paso a cubierto, tras el penoso acceso a la escarpada colina.La luz deslumbraba habitualmente. Los propileos estaban, en cambio, sumidos en la penumbra. Los ciudadanos, acostumbrado a la hiriente luz solar, quedaban temporalmente ciegos Andaban a tientas o lentamente. Al final del recorrido, de nuevo, el día clareaba: un pórtico más iluminado cedía el paso a la luz aún más cegadora en lo alto del acrópolis. Quienes conseguían ver estaban preparados al encuentro con Atenea, la diosa protectora de la ciudad, cuyo templo, el Erecteion, velaba sobe la estatua sagrada, mientras el Partenón atesoraba los bienes y las ofrendas de la diosa. Una vez cruzados los Propileos, bajo la sombra aun protectora del pórtico, los ciudadanos entreveían tres manifestaciones de Atenea: tres grandes estatuas que manifestaban tres caras, tres virtudes de la diosa: Atenea Higia o de la Salud, Atenea Promachos, o Victoriosa, y Atenea Lemnia que garantizaba la supremacía de Atenas sobre las ciudades-estado súbditas. La Salud, la Victoria y la Onmipotencia; Atenea, en tanto que diosa de la medicina, de la arquitectura y del arte del buen gobierno, reconfortaba a los cansados ciudadanos que acudían hasta la morada divina muy por encima de la ciudad.
La ordenación del espacio del acrópolis constituía el marco adecuado para visualizar el poder de Atenea y las fronteras entre lo profano y lo sagrado. Constituía el final de un camino procesional que arrancaba en el ágora, a los pies del acrópolis, y dibujaba un complejo espacio de transición que ponía a prueba la preparación anímica de los ciudadanos para descubrir las múltiples caras de la diosa.
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