El filólogo catalán Joan Corominas postuló, y Heidegger quizá lo lo leyera -éste se refiere explícitamente a una etimología española-, que el verbo español "ser" viene del verbo latino sedere: sentarse, asentarse, permanecer, seguir estando y siendo. Ser y estar (sentado) son equivalentes.
La arquitectura sería pues el espacio donde uno se instala y perdura gracias a la seguridad que ofrece, siendo un refugio y un espacio de acogida. Se trata de un lugar donde uno está bien, donde uno puede ser uno mismo. Sentándose, asentándose, se adopta una postura cómoda gracias a a través de la cual uno se muestra o se manifiesta cómo se "siente" a gusto, cómo es cuando no existen trabas. Quienes meditan, a solas, se sientan. Los dioses omnipotentes se muestran siempre sentados en un trono. El trono y la casa son lo mismo. Residir y permanecer son equivalentes. Gracias a un asiento, perduro, venzo el tiempo.
Sentándose o asentándose, se abandona el nomadismo, el deambular en tierra de nadie. Se halla un lugar propio. Ya no se "es" un don nadie, sino que se encuentra una caja de resonancia que permite que nuestro ser exista y se expanda, comunique su presencia y se comunique. Permite que seamos lo que somos, sabiendo dónde estamos.
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