miércoles, 15 de junio de 2016
¿Quién construye la ciudad?
La presentación de la reedición del hermoso libro de la profesora de arquitectura Marta Llorente (La ciudad: huellas del espacio habitado), ayer noche, dio lugar a un debate sobre quienes son los responsables de la ciudad. Por un lado, arquitectos renombrados sostenían la primacía -o la única autoría- del arquitecto, sobre todo si asumía la doble función del político, mientras otros defendían una multitud de causas o responsables, desde el cielo hasta las asociaciones de vecinos, desde el acierto y los errores. Desde luego, la responsabilidad última o primera era, también en este caso, del arquitecto; pero arquitecto era el que sabía interpretar el espacio y convertirlo en un lugar habitable, el que creara comunidades o asociaciones, no el que disponía de un título. El arquitecto era el que sabía vivir y sabía hacer partícipes a los demás de su visión, y no el técnico.
Marta Llorente supo hallar el verdadero responsable: el intérprete.
Intérprete: quien sabe escuchar las voces de los dioses, de los muertos, de la tierra; de su alma y del Alma; quien pone su imaginación y quizá sus manos, pone su talento y su deseo, al servicio de las imágenes sonoras y visuales que emanan del cielo y de la tierra. El intérprete presta atención a lo que le llega y lo traduce de manera que las voces del pasado y del espacio lleguen nítidamente. Enuncia, traza, mima o imita, danza las voces y las visiones que le llegan porque sabe sentir.
Las primeras ciudades no nacieron del trazado de una cuadricula -que parcela, divide, separa- sino de los ceremoniantes que recorrían el lugar ritualmente, de espacio sagrado en espacio sagrada e iban, imperceptible mas tenazmente, dejando huella, trazando caminos, el recuerdo de la danza de los cuerpos en el espacio. La ciudad -como la arquitectura- es un sueño, a veces hecho realidad, pero que no necesita petrificarse para existir, para lograr que los humanos aspiremos a una vida mejor, más plena. Un intérprete no es un genio, sino quien se pone a disposición para mediar entre el cielo y la tierra y lograr el prodigio de un acuerdo, de un acorde.
Qué lejos estamos de la arquitectura según qué concepciones.
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