martes, 20 de septiembre de 2016
Prison Architect (El arquitecto de la cárcel, 2016)
Foto: Antoni Cumella, a quien agradezco la cesión.
Una perfecta espiral de gres. Lisa, se desenvuelve regularmente; el tubo se desliza libre de imperfecciones y titubeos. El objeto es majestuoso. El grueso tubo recorre el espacio sin sujetarse durante casi un metro.
Se trata de un prodigio formal y técnico al alcance de muy pocas empresas. fue realizado quizá en los años treinta. podría ser considerada una escultura abstracta. podría atribuirse a Marcel Duchamp, A Picabia -si hubiera realizado esculturas- o a los mejores escultores futuristas.
Mas, es un objeto de uso. La función que justifica su creación, que determina la forma, el material, la técnica y su existencia, no impide que sea valorado estéticamente. Es un objeto bello, que causa cierto efecto hipnótico. Maravilla tanto la forma de la forma y sus cualidades táctiles -evoca el turbador cuerpo de una serpiente enroscada-, como la fuerza que emana -o cuya emanación sugiere-.
¿Qué ocurre cuando aprendemos que este objeto podría -podría, tan solo- haber sido ejecutado, o utilizado, para destilar gases -el gres cocido a tan alta temperatura resiste los ácidos- vertidos en las cámaras de los campos de exterminio nazis? ¿Podemos seguir apreciando despreocupada, distanciadamente, las cualidades estéticas de la espiral? ¿Podemos calificarla de bella -quizá incluso de sublime, o capaz de suscitar impresiones sublimes-, conociendo la finalidad para la que fue creada, o el uso al que fue destinado?
El objeto, en sí, no cambia. Sigue inmutable ante nuestros ojos, desarrollando sus hérculeas circunvalaciones. Nunca ha brillado tanto; la lisura y la torsión de la espiral no ha sido jamás tan visible, y seductora, posiblemente. Sin embargo, la belleza -que apreciábamos o concedíamos- ¿existe aún cuando valoramos el destino último, la razón de ser del objeto? El juicio estético ¿es inmune al juicio moral? ¿Es válido todo cuando la finalidad del gesto o del objeto es el asesinato (masivo)? Sin los instrumentos de ejecución, ¿la ejecución habría tenido lugar? Mediando el ser humano, supongo que la respuesta quizá sea demasiado fácil.
Se acaba de poner en venta un juego de ordenador. Se titula Prison Architect (El arquitecto de la cárcel). Invita a construir celdas de todo tipo para contener, retener, encerrar, reducir a prisioneros que se subleven. El juego permite todo tipo de acciones. Otorga una vertiginosa sensación de poder. La vida de los encarcelados está en nuestras manos. si los dioses eran arquitectos, en pocas ocasiones como ésta los arquitectos nos podemos sentir como dioses, salvando o matando.
Es cierto que se trata solo de un videojuego. Pero la frontera entre la ficción y la realidad es tenue. Arquitectos han proyectado celdas de castigo, de tortura, cámaras letales (la pena de muerte es legal en muchos países). Algunas célebres celdas o checas en Barcelona, durante la Guerra Civil, estaban construida según el modelo de una galería de arte moderno. Concebidas para impedir descansar, para turbar, marear, ahogar, no se distinguían demasiado de las estancias que Schwitters, o Malevitch proyectaron. Saber que uno vive en la misma calle donde se halló una de las checas, turba.
¿Cómo calificar este juego? ¿Cómo valorar la creación arquitectónica de salas de tortura? Se puede considerar que no son arquitectura -pues la arquitectura es un espacio, real o imaginario, en el que uno se imagina viviendo bien (la arquitectura nunca es plenamente real, está siempre en el límite entre lo real y lo anhelado)-, pero son indistinguibles de obras arquitectónicas.
Quizá este juego sea necesario, pues revuelve los criterios con los que juzgamos lo que hacemos y nuestras obras. Y ofrece un retrato inquietante del trabajo del arquitecto -sus ambiciones y sus obras-, y de su ética.
Debo el conocimiento de este videojuego a Albert García-Alzorriz, estudiante de arte y arquitecto, a quien agradezco la información.
http://store.steampowered.com/app/233450/?l=spanish
http://www.dezeen.com/2015/11/11/opinion-will-wiles-prison-architect-computer-game-grim-lesson-real-architects-graveyard-utopian-spirit/
Qué interesante. Cuántas cuestiones plantea. Una pregunta: alguna de las dos fotografías corresponde a una checa?. Muchas gracias
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarLas fotos, en efecto, corresponden a la checa de la calle de San Elías, cerca de Balmes/Via Augusta, o la plaza Molina, en Barcelona
Gracias, no tenía ni idea de su existencia.
EliminarHubo varias checas en la parte alta de la cuidad, en la calle Zaragiza, pero también en los sótanos de la Pedrera
EliminarDa bastante repelús y desasosiego. Pero no entiendo qué hay en ese espacio y esos objetos que pueda ser tan torturante.
ResponderEliminarAparte de que era un sótano de difícil acceso, su tamaño impedía estar de pie o acostarse. Los planos inclinados de los bancos corridos impedían estirarse y los numerosos ladrillos que sembraban de canto el suelo impedían estar de pie, desplazarse, sentarse o acostarse. Quienes eran encerrados habían sido previamente torturados por lo que no se aguantaban de pie
Eliminar¡Turbador! Desconocía la existencia de las checas y el hecho de su "decoración" estuviera inspirada en las vanguardias artísticas. Gracias por el artículo y las fotos. Un saludo, Rocío
ResponderEliminarNo son muy conocidas, en efecto. Es un tema que ha caído en parte en el olvido
EliminarInformación remitida por Miguel Cartisano:
ResponderEliminar"Josef Albert, de la escuela de la Bahaus, discípulo de Kandinsky. Sus homenajes al cuadrado se encontraron en cheka de la calle Sant Elies.
No hay homenajes, ni hay rastro de aquello. No hay nada. Tan siquiera nadie sabe que fue del barco Uruguay, en el Moll de la Fusta. Ni la cheka de la plaza Berenguer el Gran. Ni la de la Pedrera, ni la de La Tamarita..."
Uf, viví en la calle Zaragoza....Tu entrada me ha llevado a un libro que jamás consigo acabar, que son las memorias de Speer. Speer se vende a Hitler para consumar su deseo de ser arquitecto (con obra reconocida) y su celo le lleva a barbaridades (que niega / omite en el libro, a él sólo le condenaron a 20 años en Nuremberg, se ganó la fama de nazi bueno!). La edición de Acantilado, de cuando vivía Vallcorba es cuidadosa, y leí un artículo de él que mencionaba con horror la admiración de Speer a la belleza de las bombas y de las máquinas de guerra. No puedo imaginarme una bomba bella. Siempre será algo abyecto.
ResponderEliminarCinismo tremendo de Speer, que menciona en sus memorias las obras que construyó y proyectó para Hitler, pero que le ridiculiza a él, su jefe (y el de toda Alemania), y sus dibujos realmente malos de un presunto arco del triunfo que Hitler quería construir para conmemorar el 3er Reich.
Speer negó su conocimiento de los campos de exterminio, y esqui´vó la pena de muerte, salió de Spandau dejando a Hess allá y se hizo obscenamente rico trabajando como arquitecto hasta su muerte en 1981.
No hace mucho se encontraron en los archivos de su despacho los planos de instalaciones que llevaban el gas ziclón a las duchas.
El hijo de puta ni se había molestado en destruirlos. 20 años escribiendo sus memorias, y no preveia que los encontrarían? Se reía de los asesinados?
Curioso sentido de la belleza.
Será por eso que su obra me parece tan mediocre.
Desconocía que sabía de la existencia de las cámaras de gas. Quizá incluso las proyectara. Siempre me pareció un arquitecto mediocre que inexplicablemente ha gozado de cierto prestigio entre arquitectos modernos
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