Los castores levantan pantanos con ramas entrelazadas, las hormigas alzan estrechos hormigueros con sus cuerpos unidos por las patas, un mono hurga en una concha con un palo; y los nidos son metáforas de un hogar perfecto.
Los animales construyen. Producen útiles con los que mejoran su vida, y logran alcanzar allí donde no llegan tan solo con sus miembros y su fuerza.
Pero los humanos hacen algo distinto: imitan útiles inútiles. Tallan sílex hermosos: piedras perfectamente talladas, cuyo perfil se organiza alrededor de un eje vertical de simetría, imposibles de manejar debido al canto constantemente afilado, pero que satisfacen a la vista y, quizá, parecen poseídos por una fuerza sobrenatural: deslumbran, irradian. Los hombres son los animales que fabrican entes en los que se proyectan, gracias a los cuáles sus esperanzas (de vida, aquí, allí) mejoran pese a que nada pueden "hacer" u obrar mediante dichos entes. Entes inútiles precisamente para que no puedan ser utilizados -gastados y desechados- sino admirados, cuya importancia no reside en su perfecta adaptación a la mano, su capacidad de prolongar el brazo y mejorar el gesto, sino en su superficie en la que el hombre se mira y deposita sus deseos. Son útiles que nos influyen, que guían nuestras vidas, que nos dicen cómo actuar, que nos transmiten valores acerca de nuestras decisiones y acciones, objetos tan vivos y valiosos que tienen como misión acompañar a los difuntos en el tránsito y velar por ellos en el mundo de los muertos.
Los animales son prácticos. saben aprovechar recursos, mejorar el entorno. Los humanos, en cambio, sueñan con otro mundo -dan la espalda a éste, a menudo: existen (aún) tribus que viven voluntariamente a la intemperie, bajo lluvias torrenciales, pero que construyen abrigos para sus fetiches porque solo los espíritus son dignos de cobijarse- poblado de seres y enseres que han inventado y han animado. Somos humanos porque preferimos el sueño a la acción práctica, y porque ésta, cuando sucede, aspira a lo imposible: alcanzar lo que se halla más allá.
Por eso, las humanidades, la teoría y la historia del arte y la arquitectura, el arte deberían ser enseñanzas básicas: nos enseñan a aspirar a algo distinto a la vida rutinaria, aceptando los peligros que acarrea el asomarse a otros mundos -que hemos creado, irreales y sin embargo irresistibles.
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