Las imágenes -los retratos-, por insustanciales, desencadenados y quietos que sean, son imprescindibles. De pronto, se siente la necesidad imperiosa de hallar, de guardar, de preservar y exponer fotografías del difundo de joven y sobre todo de poco antes de la desaparición. Fotos y dibujos del rostro, centrados en la mirada, como si se quisiera que siguiera mirándonos, con el o la que se pudiera cruzar una mirada.
La imagen existe porque somos morrales, porque tenemos conciencia de nuestra condición, porque la memoria -que nos mantiene en vida- es incapaz de evocar y retener imágenes para siempre. El arte es un medio para luchar, siquiera por un tiempo tan solo, contra el olvido que es la muerte.
Los dioses no necesitan retratos. Viven siempre rodeados de sus seres queridos para la eternidad. El retrato es solo un pálido reflejo de la realidad, pero ésta sólo perdura viva alli donde no llegamos los mortales. De algún modo, la imagen nos hace inmortal -si bien solo cobra entidad cuando desaparecemos.
Tanto es así que lo primero que hacemos al volver a casa después de un entierro es buscar esas fotografías, como en un intento de retener, como bien dices, la mirada. O la sonrisa o tal vez un gesto.
ResponderEliminarEl recuerdo se ve potenciado a través de la imagen, es cierto que si no visualizamos la imagen todo se diluye en el acontecer de los días y el tiempo.
No es que olvidemos pero el poder de la imagen mantiene la viveza de ese momento en que fue captada, viéndola podemos fundir en uno el sentimiento del recuerdo y el que nos despierta la imagen.
Un saludo
Buenos días
EliminarEn efecto, la fotografía -de cara- produce una sensación extraña: la ilusión de que la persona retratada sigue allí, suplida por la imagen, pero también nostalgia y tristeza porque somos conscientes de que se trata solo de una imagen que cobra valor cuando la persona ya no está aquí -cuya ausencia la imagen atestigua
Un atento saludo