La respuesta de Frank Lloyd Wright a la queja de los propietarios de Wingspread, una vivienda individual de finales de los años treinta en el estado de Wisconsin, que presentaba una gotera en el comedor, es conocida: "Muevan la mesa".
No es la única respuesta petulante y seca de un arquitecto conocido ante una gotera -también le Corbusier era proclive a esas salidas de tono- ni la única vivienda que forma parte de la historia de la arquitectura moderna que ha recibido críticas: el hijo del poeta Tristan Tzara comentó, siendo adulto, que la casa que Adof Loos construyó para sus padres en parís era muy incómoda.
Esas críticas, ¿hubieran justificado el derribo de la casa?
Una casa es una posesión en la misma medida que la casa nos posee. Una casa es un "bien", hace -o debería hacer- el bien. Una casa es uno de los dos miembros de una relación. Ésta puede descarrilar a menos que cada uno corrija su comportamiento ante el otro. Una casa se puede modificar y adaptar.
Una casa es un organismo vivo. No en un ente inerte, no es un objeto. Nos pertenece -o puede pertenecernos-, pero eso no implica que su vida esté enteramente en nuestras manos ni que podamos hacer con ella lo que queramos. Tampoco ella puede condicionar enteramente nuestra vida. Cada parte debe poner de su parte. Una casa se adapta, se transforma, y transforma nuestra vida.
Como todo ente vivo, una casa muere. Llega el día que se derrumba, que ya no puede, ya no quiere seguir con vida. Su vida ha dejado de tener sentido. Nos sirvió y la servimos. Nunca podremos decir que ya no sirve, pero ella es "consciente" que ya no merece seguir de pie. Las casas caen o se dejan caer. Por muchos arreglos y restauraciones que llevemos a cabo, pese a todos los puntales que la puedan sostener, la casa se deja ir. Tuvo su tiempo.
La casa decide caer. Podemos ayudarla a apagarse cuando intuimos que ésta es su voluntad. Diversos signos, griegas, ruidos, quejidos anuncian el fin. Debemos prestarles atención.
Toda otra actuación atenta contra una vida, como si pudiéramos hacer con ella lo que nos place. Si la casa es una cosa también lo somos nosotros. La casa nos humaniza. Es un signo de cultura. Somos humanos porque tenemos o tuvimos una casa. Si la derribamos, una parte nuestra también desaparece.
¿Qué pensar del derribo de la casa Guzmán (1972) de Alejandro de la Sota a manos de unos nuevos propietarios? Solo tenía cuarenta y cinco años. Quizá pensaran que la casa era suya sin darse cuenta que ellos también formaban parte de ella, y que dicha casa organizaba una comunidad y mantenía vivo su recuerdo.
Ninguna casa la sustituirá.
Las casas tienen memoria incluso -o sobre todo- cuando son derribadas.
Rebecca sigue viva.
Tema apasionante. Me quedo con la penúltima frase "Las casas tienen memoria incluso- o sobre todo- cuando son derribadas". Hace falta gente que guarde o recupere esa memoria. Por otra parte el título de la entrada y la frase final se me escapan... seguro que el autor los conoce bien... seguro que es un tema que no sé si llamar apasionante o relacionado con malas pasiones.
ResponderEliminarBuenas noches
EliminarMuchas gracias por el comentario.
El título procede de una película francesa donde se comete un asesinato, mientras que en la conclusión se alude a otra película donde el espectro de una esposa asesinada, guiada por su ama de llaves -Rebeca- ronda a la nueva mujer que no logra hacer olvidar a aquélla.
En cuanto a los talibanes....
La destrucción del patrimonio se produce en todas partes, con la aprobación o la ceguera de los poderes públicos
Un atento saludo
Muchas gracias por la respuesta. Buenas noches.
EliminarPor otra parte "matar" una vivienda, "porque era mía" hoy en día, la administración da permisos para "derribar", parte de culpa tiene. El propietario puede tener pocas luces, pero la administración debería actuar no permitiendo tales actos.
ResponderEliminarTiene mucha razón. La administración debería proteger lo público, y no casa es una propiedad privada donde una comunidad puede reconocerse, es una obra que atiende a toda una comunidad que la admira.
EliminarMe estoy riendo porque el miércoles pasado fui a juicio (de testigo) por una gotera en el comedor (no era culpa mía, era una situación surrealista, fue cosa del constructor y el impermeabilizador, yo debía dirimir ante el estupefacto juez de quién era culpa). Pero me imagino la cara de los clientes si les llego a decir cuando nos llamaron agobiados por la entrada de agua, que movieran la mesa. Desde luego entre los arquitectos hay clases y yo estoy en la obrera.
ResponderEliminar¿Mi ordenador se ha vuelto loco? ¿Veo doble?
EliminarEl mismo texto aparece firmado por dos personas distintas.
O ¿ha habido una coincidencia mágica?
¿Todos tenemos juicios? Quizá sí
Me estoy riendo porque el miércoles pasado fui a juicio (de testigo) por una gotera en el comedor (no era culpa mía, era una situación surrealista, fue cosa del constructor y el impermeabilizador, yo debía dirimir ante el estupefacto juez de quién era culpa). Pero me imagino la cara de los clientes si les llego a decir cuando nos llamaron agobiados por la entrada de agua, que movieran la mesa. Desde luego entre los arquitectos hay clases y yo estoy en la obrera.
ResponderEliminarCreo que estamos casi todos en la segunda clase, en efecto.... por cierto, la que menos juicios tiene....
EliminarPensemos en Calatrava....
Muchos recuerdos
PS: Estaba en Irán sin acceso al blog