Aunque, invitado por el gobierno español, el por el aquel entonces presidente de Iraq finalmente no viniera a Madrid, una numerosa delegación iraquí, encabezada por el sobrino del presidente, el vice-presidente Saddam Hussein, llegó a España el 9 de diciembre de 1974.
El motivo era económico: España se aseguraba que no sufriría restricciones de crudo pese al embargo que los países árabes ejercieron sobre países occidentales para forzarles a obligar a Israel a liberar los territorios conquistados durante la guerra árabe-israelí de 1973. Iraq suministraría petróleo a España. Razones históricas -el mito de Al-Ándalus- fundaban dicho acuerdo.
El vicepresidente se alojó en el palacio de la Moncloa. Fue recibido por el presidente del gobierno español, Arias Navarro, y por el jefe des Estado, Francisco Franco, a quien invitó a una cena en la Moncloa. Los asistentes españoles (empresarios, el embajador español en Bagdad, etc.) eran tan numerosos como los iraquíes. La comitiva desfiló por Madrid -entre manifestantes que defendían la unidad de los países árabes- y visitó privadamente Toledo y Granada, si bien la estancia fue acortada debido a los problemas de salud de Saddam Hussein. El 13 de diciembre abandonaba España.
Hubo intercambios protocolarios de regalos. Saddam Hussein recibió dos pistolas y un sable del siglo XVI procedente de Toledo, entre otros obsequios. Aquél, a su vez, regaló, entre otras piezas, una reproducción de una obra del Museo Nacional de Iraq en Bagdad. Pero los regalos más importantes fueron piezas arqueológicas mesopotámicas del Museo de Bagdad que se entregaron al Museo Arqueológico Nacional de Madrid donde fueron expuestas hasta la reciente reforma del Museo. Hoy, la sección dedicada al Próximo Oriente antiguo expone unas muy pocas -aunque notables- piezas, y una frase en un panel recuerda que son fruto de un intercambio con el Museo de Bagdad. El resto de las piezas ya no se exponen. Desconozco si otros museos europeos recibieron regalos semejantes.
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