jueves, 1 de junio de 2017
El aire que respiras (Res Publica)
Foto: Tocho.
Plaza Gala Placidia, Barcelona, junio de 2017
Sabemos que la administración pública y los responsables políticos municipales y, en este caso, autonómicos -del Departament de Territori i Sostenibilitat- se ocupan del bienestar de los ciudadanos -hoy convertidos en "ciudadanía".
Sobre un fondo celeste, el cartel anuncia que en este sitio se toman muestras de aire para analizarlo. Se sobreentiende que se quiere que el aire sea respirable. Pero también que no siempre lo es: por eso se tiene que controlar su calidad.
El texto del cartel, tan bien intencionado, presenta una curiosa característica. Obviemos el tuteo que practican los responsables políticos -más que administrativos ya que toda decisión administrativa viene dictada o sancionada por el estamento político-, que quiere dar la sensación que se ocupan de cada uno de nosotros, buscando suscitar la impresión de una relación personal, casi íntima, entre un adulto y un niño al que se cuida, por cuya salud se vela, proximidad y atención -aunque posiblemente solo revele condescendencia.
El texto no dice: el aire que respiramos, sino que respiras. Quien lo escribe es quien mesura la calidad del aire. Es decir que esas personas que toman medidas -personas, en plural; se supone que son varias personas a las que se refiere el cartel, a menos que el responsable político se refiera a sí mismo en plural mayestático- no respiran el mismo aire que nosotros (los ciudadanos o los súbditos). El aire que "respiran" no necesita ser controlado. Debe de ser o estar siempre puro, incontaminado. Viven, pues, literalmente, en una burbuja, mientras que el resto podemos ahogarnos -de cuya asfixia no tenemos que preocuparnos porque nos vendrán a darnos aire (o a ventilarnos).
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