La distribución es casi inexistente -el libro solo se encuentra en alguna librería de Barcelona, gracias a las buenas artes de la autora, y la página web de la editorial no indica ni siquiera un número de teléfono o una dirección electrónica para efectuar un pedido-, la portada es digna de una novela de rincón gran superficie o de quiosco de estación, la impresión tiene defectos, el ISBN está impreso en un papel encolado sobre la primera hoja, la caja de chocolate del título (que podría evocar a Hansel y Gretel) es un "macguffin" -un rasgo aparentemente importante pero que solo sirve para disimular lo que se cuenta de verdad- y el título juega (inteligentemente) a la confusión: quien se espere un cuento infantil o una novela rosa....
Y, sin embargo, El metge i la capseta de xocolata (Premio de Narrativa Ciudad de Ibiza 2016) escrita en un espléndido y alusivo mallorquín- es, sin duda, la mejor y más turbadora novela hispana del año.
La novela corta de Inès Vidal sigue las pautas de sus textos anteriores: relatos cortos basados -lejanamente- en cuentos populares: en cuentos no edulcorados, sino transcritos con la dureza, la sequedad, la belleza de los hermanos Grimm. Poblados de ogros que devoran a los niños, de madrastras que envenenan a sus hijastras, de padres que tienen que perder a sus hijos en los bosques porque no pueden mantenerlos, de lobos con la astucia de los zorros y la crueldad de los leones que rondan en los bosques donde los niños son abandonados y los pájaros no tienen piedad en borrar las trazas que permitirían salir del laberinto. Cuentos que reviven las tragedias griegas y los mitos orientales en los que madrastras no dudan en asesina a sus hijastros y a cocerlos para servirlos como manjares a los padres infieles de las criaturas.
La novela se construye mediante capítulos muy cortos. Todos están titulados. Son casi historias sueltas. Se suceden en un aparente desorden. Las historias no se cruzan al principio. No se atan cabos. No se atan nunca. La verdad -el fin de la historia, la razón del relato- se intuye; pero no se explica.
Inés Vidal tiene el don terrible de contar o desvelar atrocidades sin describirlas sino que, a través de alusiones, de palabras sueltas tan solo, dan pie a que sea el lector que descubra el horror. Éste no está en el texto, sino en la cabeza de aquél; quien, al darse cuenta de que es capaz de imaginar horrores que nunca hubiera creído imaginar -que nunca hubiera querido imaginar-, se espanta aún más, no del texto sino de sí mismo: el texto es un espejo mágico que revela facetas del lector que hubiera querido que permanecieran ocultas, o que, más difícilmente, no pensaba poseer. Los cuentos verdaderos, con personajes de fábula, son retratos de lo que somos, son lo que no querríamos ser, muestran que no querríamos ver.
El paisaje, el entorno (Pirineos, Barcelona, una Barcelona que solo antes Marsé en Si te dicen que caí..., Segarra en Vida privada y Pérez Andújar en Los príncipes valientes) están descrito con precisión y, sin duda, está tomado de la realidad, pero se muestran como un escenario arquetípico: la montaña, el valle, el prado, o el bosque; nunca sabremos porque los personajes se comportan de este modo; ni de donde sacan éstos determinadas fuerzas. La historia es inevitable. Parece movida por un destino aciago. Los acontecimientos son incomprensibles, inadmisibles; pero se suceden de manera implacable: no podría haber ocurrido otra historia -marcada, anunciada por un hecho del pasado, como en las tragedias griegas cuando un crimen de otro tiempo, lleva, por secretas e indestructibles vías. crimen tras crimen, la vida de un linaje hacía el vacío, como si -porque- los dioses quisieran vengarse de alguna afrenta desconocida u olvidada de los humanos, de manera lenta y sin final. Algunos personajes tienen la intuición de lo que ocurrirá -como el lector. Mas, al final, sabemos que lo que ha ocurrido tenía que ocurrir, y solo podía ocurrir de ese modo, sin que sepamos bien porqué ha ocurrido. Inès Vidal narra; no explica. Desvela historias ocultas; no las razona. No juzga a los personajes. No sabemos porqué son así, pero sí sabemos que no podrían ser de otra manera y que sus actos, horrísonos, injustificables, escapan a cualquier condena moral. No tienen explicación. Pero tienen que llevarse a cabo como acontecen.
La historia, una vez reconstruida, empieza, en verdad, cuando se cierra el libro. Es difícil no seguir evocando la historia preguntándose qué se torció, porqué ocurrió lo que cuenta, sabiendo que no es ficción: aunque no haya ocurrido, podría ocurrir. Ocurre en el libro, y lo que cuenta es más cierto, mas terriblemente cierto, que lo que cuenta la historia.
Inès Vidal es arquitecta. Proyecta y construye de día casas, que explora de noche -cuando todos duermen, menos los monstruos, si es que éstos no somos nosotros-, desvelando lo que los interiores encierran, lo que sabemos existe y que no queremos imaginarnos. O sí
Si solo se leyera un libro este año, éste es. antes de volver a -o de empezar- la lectura a su primera novela -el título es también ilusoriamente claro: Història del Llop (2005).
Homo homini lupus
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