Un personaje, siempre de espaldas a nosotros, vive obsesionado por el poder de la mirada. Encerrado en una habitación, cubre un espejo, una pecera en la que brillan los ojos siempre abiertos de un pez, teme la mirada aguda de un loro, y se sienta, casi en actitud reverencial, ante la imagen de "Dios Padre", de ojos tan abiertos y obsesivos como los de un Pantocrator, que lo absorben hasta llevarlo a romper la imagen impresa en un pared, clavada en la pared, en pedazos.
Esta escena, central en el cortometraje en blanco y negro Film (inicialmente titulado El ojo), de Samuel Beckett, escrito en 1963 y filmado un año más tarde, protagonizado por Buster Keaton -aunque fue redactado pensado en Charlie Chaplin-, no muestra al dios cristiano, sino a la imagen de un orante sumerio hallado en el templo del dios Abu en Tell Asmar (Iraq) en 1933, la mayor estatua sumeria encontrada, que se halla en el Museo Nacional de Iraq en Bagdad, cuyos ojos desmesurados son, en efecto, absorbentes.
La referencia bíblica se acrecienta por el recuerdo del poema de Victor Hugo, La consciencia, que narra los intentos desesperados de Caín por esconderse de la omnipresencia del ojo de Dios, que nunca se cierra, incluso en la propia tumba.
La imagen procede posiblemente de la tercera o cuarta edición (1936, 1948) del libro de Helen Gardner, Art through the Ages, publicado inicialmente en 1926.
La imagen procede posiblemente de la tercera o cuarta edición (1936, 1948) del libro de Helen Gardner, Art through the Ages, publicado inicialmente en 1926.
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