viernes, 29 de diciembre de 2017
El gallo de Atenea
¿Por qué la diosa Atenea aparece ante una columna coronada por un gallo en una cerámica griega, expuesta en la exposición ¡Agon! La competición en la Grecia antigua, en Caixaforum de Barcelona, me preguntaba una amiga esta tarde?
Buena pregunta: el gallo no suele ser el animal más habitualmente asociado a Atenea, a quien se suela representar con o simbolizar por un búho, o la cabeza de la Gorgona decapitada.
La cerámica que muestra este tipo de imágenes proviene de talleres de Atenas. La relación con Atenea, diosa protectora de la ciudad, debía de ser estrecha.
En diversas culturas, el gallo solía estar asociado al sol. Su canto, siempre de noche, anunciaba el amanecer. En ocasiones, como al alba del prendimiento de Cristo, renegado por Pedro, su canto era temido: anunciaba el día aciago de la muerte del Hijo de Dios. Ave fiera, que combate hasta la muerte, el gallo también se ha asociado a los dioses de la guerra.
Precisamente, Atenea se representaba vestida con un casco y una armadura, y blandiendo la lanza. Este vestuario era consustancial con la diosa. Nació revestida de este modo y armada, de la cabeza de su padre Zeus. Diosa, sin duda, pero con los atributos de los dioses. aunque los amantes de Atenea fueron incalculables, la diosa guerrera siempre desdeñó la maternidad, y las funciones y posición de la mujer en la Grecia antigua. Por eso era temida. subvertía el orden establecido.
El gallo ante el cual se muestra a menudo en la cerámica ateniense no evocaba, sin embargo su ímpetu guerrero. O, más bien, evocaba un ímpetu alegórico o intelectual antes que físico. Atenea era la diosa de las técnicas; de ciertas técnicas; técnicas constructivas. Atenea conocía los secretos del tejido. Sabía entrelazar hilos y urdimbre. Sus telas eran míticas, aunque fue vencida por la heroína Aracné, quien a cambio de su victoria, fue convertida en una araña, condenada a hilar toda su vida, por una ofendida -belicosa- Atenea Míticos eran también sus trabajos de madera, realizados mediante la unión de vigas de madera, o de vigas y pilares. Así, todas las naves, arquitectónicas y acuáticas, eran obra suya o habían sido levantadas con su consentimiento. Diosa arquitecta y carpintera. Sus obras, además, eran mágicas. Las naves, como la nave Argo con la que los Argonautas partieron hacia Oriente en busca del Vellocino de Oro -una piel aúrea de un carnero del rebaño de Ares, el dios de la guerra, convertido en la constelación de Aries a su muerte-, se desplazaban solas. Atenea les había insuflado luces, las mismas que concedió al temible autómata Pandora -la primera mujer, en el imaginario de la Grecia antigua, que causó la perdición de los hombres, vencidos por el brillo de sus encantos y sus lances-, o a los mismos humanos después de que hubieran sido modelados por Prometeo.
Atenea era, pues, la diosa de la agudeza. Su ingenio le permitía solventar toda clase de problemas, y sus obras eran tan brillantes que se activaban por sí mismas.
Atenea despertaba a los adormecidos. De pronto, bajo su égida, la luz sobrevenía. Así como el ardor. Las dificultades desaparecían. quien hasta entonces se habían enfrentado a una montaña hallaban de pronto un camino, una solución para sortear, y solventar un problema. Atenea echaba luz sobre los problemas. Deshacía los misterios, las oscuridades. Luz que el gallo anunciaba, luz de un nuevo día tras las horas perdidas en la noche sin saber qué hacer y dónde ir.
A E. R.
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