Pero, ¿quién puede vivir en una casa sin una "moqueta capaz de conducir y activar la señal wifi a medida que se camina por las estancias", sin "fundas de sofá que reconozcan a quien se sienta para mostrarle los mensajes", "felpudos que avisan a los padres si el niño ha llegado a casa", o "toallas que revelan la contraseña wifi para poder conectarse" -no queda claro si en la ducha o en...?
¿Cierta obsesión con el wifi, acaso?
¿Cómo hemos podido vivir sin "un horno al que preguntar cuanto tiempo falta para que el pollo esté listo", un "congelador al que pedir que haga más hielo que vienen amigos", o una "nevera que permite comprobar si quedan yogures cuando se está en el supermercado" -es muy complicado mirar antes de salir a hacer la compra-, "poner la lavadora desde la oficina para tender la ropa al llegar a casa" -una actividad un tanto enigmática-, o "encargar zumos desde una captura de pantalla".
No nos preocupemos: "la inteligencia artificial y la realidad virtual escapan del móvil para colonizar cada rincón del hogar". La profecía augura casi una invasión militar o de microbios.
Menos mal que existe un Congreso Mundial de Móviles en Barcelona, con propuestas tan fundamentales, para despejar el futuro.
Lástima que nadie invente un móvil que planche la ropa solo -activado desde el baño, sin duda, o desde el microondas que tiende la ropa.
Mientras, la mayoría de las ciudades no saben qué hacer con la basura y no tienen agua corriente ni alcantarillado.
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