domingo, 11 de marzo de 2018
Padre nuestro
Un aula o una capilla (religiosa o funeraria): filas de sillas de madera abatibles, dispuestas en un plano inclinado, mirando a una gran pantalla plana colgada de la pared frontal.
Sentados, fieles, inmóviles, contemplando y escuchando fijamente, enmudecidos y arrobados, la imagen coloreada proyectada a gran altura en la penumbra: la aparición de un adusto gobernante, asentado a miles de quilómetros, que mira fijamente a la cámara desde la cumbre del ábside, dominando a los allí reunidos. Su imagen y su voz, entre gestos de autoridad, que destacan agrandados sobre un fondo resplandeciente, como en una nube de luz, emanan entre chisporroteos y abruptos saltos de imagen, al igual que una efigie divina intangible que no se amolda a los limitados medios terrenales.
¿República?
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