El imperio asirio, que llegó, en su momento de máxima extensión, en la primera mitad del primer milenio aC,a ocupar toda Mesopotamia, Anatolia y Egipto -no parece, en cambio, que Grecia, que tanto atrajo al imperio persa, llamara la atención de los asirios-, tuvo dos grandes periodos, en el segundo y en el primer milenio aC.
El imperio asirio desapareció para siempre a mediados del primer milenio aC, en manos de Babilonia. No dejó ningún rastro que no fueran trazas arquitectónicas difícilmente visibles. Su visión del mundo no dejó huella alguna. Sus creencias y su forma de vivir súbitamente se desmoronaron sin haber influido en otras culturas.
Se ha comparado, a menudo, el imperio asirio con el romano. Aunque la extensión de ambos imperios y el afán de dominios fueran o pareciera que fueran parecidos, asiria y Roma son incomparables.
Los asirios dominaron el mundo por razones comerciales. Banqueros y comerciantes necesitaban vastos territorios para transacciones económicas. Conquistaban mercados, no territorios o pueblos. Pero nunca quisieron "asirianizar" el mundo.
Los asirios no impusieron sus dioses ni un culto imperial, su lengua (el asirio, una variante del acadio, una lengua semita), sus creencias ni sus mitos. El imperio era un tejido de reinos vagamente relacionados con Asur, la capital. Por el contrario, Roma dispuso que todas las ciudades tuvieran templos, construidos en el foro -el centro urbano comercial, administrativo y político- dedicados a la triada capitolina (es decir, a los dioses principales de la ciudad de Roma, asentados en el monte Capitolio: Júpiter Óptimo, Juno, Minerva), así como santuarios dedicados al culto imperial; impusieron el latín como lengua oficial y de cultura, determinaron que el mito fundacional de la capital imperial se extendiera a todas las nuevas ciudades -todas fueron fundadas como Roma, por Rómulo y Remo-, extendieron la noción de ciudadanía a todos los sujetos -sujetos de y por el emperador- y legislaron la vida por medio del derecho romano. Después de mil setecientos años de la desaparición del imperio romano, aún nos organizamos gracias a dicho derecho, aún somos romanos.
Los romanos entendieron que el sometimiento de los pueblos se ejerce no mediante el dominio militar o comercial sino cultural o ideológico. Desde pequeños, los niños fueron educados en los valores y creencias romanos, fueron modelados por costumbres, por maneras de expresarse propiamente romanos.
Hoy esta práctica de conformación de una visión del mundo se sigue practicando en escuelas infantiles de algunos países tanto para determinar la vida en común como el enfrentamiento de y entre los ciudadanos.
Éste es el verdadero legado romano y el "error" asirio. El ser humano debe de ser educado, marcado y constreñido desde el nacimiento para seguir sendas y creencias determinadas. La libertad de culto y de creencias, en cambio, no deja trazas perdurables. "Somos" lo que nos dicen o nos imponen que seamos -sin que seamos conscientes de este marcaje.
Desde cerca de Mosul. Agradecimientos a la dra. María Grazia Masetti por sus explicaciones.
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