La pirámide es el paradigma de la arquitectura egipcia. Pese a que se construyó sobre todo durante el Imperio antiguo, ha acabado por convertirse en la imagen de toda construcción faraónica. El tamaño descomunal, los lados lisos y brillantes, la forma cristalina, dura, geométrica, sin parangón con ningún ente natural, masiva, sin acceso visible, configuran una montaña abstracta que, a veces, ha sido interpretada como el origen de la arquitectura, o su sublimación. La pirámide es inhumana y no parece construida para los hombres. No es un hogar para los vivos.
Sin embargo, desconocemos qué palabra egipcia designaba lo que nombramos pirámide; cómo la nombraban, qué veían en ella. Pues, la palabra pirámide es griega, y lo que evoca pertenece al imaginario griego. La pirámide es una llama petrificada -pero no extinta, una llama eterna: pur significa fuego. La pirámide está permanentemente encendida. Es una forma -o una sustancia- esencial. El fuego se simbolizaba por un tetraedro (es decir, por una pirámide): puntiagudo como este cuerpo platónico, y tan afilado como él; un cuerpo capaz de rajar el cielo, o de quemarlo; pero también de alumbrar el mundo para siempre. La llama era el "alma" del faraón.
Pero esta forma también expresaba ternura, un gesto de humanidad, de entrega. Puramis -que significaba pirámide, en griego- era una palabra que también designaba una ofrenda alimenticia a los muertos, en forma de pirámide o de cono, seguramente un pastel de harina y miel rematado en punta. La pirámide aparecía, a los ojos de los griegos, como una ofrenda descomunal que debía alimentar eternamente el alma del faraón, y una luz o un fuego que alumbraba el mundo.
En ambos casos, la pirámide se situada entre la vida y la muerte: disipaba la muerte que rondaba la luz, y preservaba la vida del faraón una vez que había cruzado el umbral de la muerte. La pirámide, que para nosotros, es un emblema mortuorio, era vista, por el contrario, como un signo de esperanza -que se imponía sobre la muerte-, un alimento para el alma, una luz eterna que ascendía.
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