"Para modelar una vasija, es necesario a la vez arcilla y la ausencia de la arcilla; y así del mismo modo que nos beneficiamos de lo que está presente, nos beneficiamos de lo ausente"
(Lao-Tseu: Tao tó-king, XI)
Una vasija lograda tiene paredes muy delgadas, aunque resistentes. No tiene grosor. Cuando se cogen entre los dedos, éstos se tocan. El ceramista ha ido afinando las paredes, hasta lograr que sean traslúcidas. La materia es casi inexistente. Ésta, por otra parte, encierra un vacío. Un cuenco en un gran vacío. Éste define la vasija. La vasija se caracteriza por lo que no tiene, por la ausencia casi total de la materia. Logra encapsular el vacío que la constituye. Este vacío está presente, es una presencia. Cuando nos admiramos de una cerámica, admiramos lo que no está, junto con lo que lo envuelve. Una vasija en un envoltorio de lo que no existe, y logra que esta ausencia se manifieste, se haga visible.
Una casa son los espacios vacíos entre paredes -paredes tan delgadas, en ocasiones, como una simple membrana de papel de arroz; una vasija es una casa, que encierra lo que no tiene, lo que tiene que es el aire que de pronto se aquieta ante nosotros, un vacío que nos colma.
Hacer arte no es producir objetos, sino conseguir el prodigio de manifestar lo que no se puede percibir, pero que se halla ante nosotros.
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