jueves, 3 de octubre de 2019
Giacometti entre los íberos: exvotos filiformes del Santuario de la Cueva de la Lobera, Jaén (s. V aC)
Mínima parte de la colección de exvotos antropomórficos filiformes ibéricos, del Santuario de la Cueva de la Lobera (Jaén), c. 400 aC, bronce, altura media: 6-10 cm, Museo Arqueológico Nacional, Madrid.
Hace unos años, en 2011, una exposición en la Pinacoteca de París, que sorprendió, estableció un paralelismo entre las filiformes figuras de tamaño natural que el escultor suizo Alberto Giacometti moldeó y fundió tras la Segunda Guerra Mundial, y que tanto fascinaron al filósofo Sartre, y unas estatuillas, tan estilizadas, procedentes de una cultura latina -equiparada a la etrusca-, del mediados del primer milenio aC, y que hasta entonces habían pasado desapercibidas.
La relación era verosímil: Giacometti se inspiró de figuras de diversas culturas antiguas, como las culturas egipcias y mesopotámicas.
Giacometti, sin duda, no conocería el arte ibérico, ignorado -cuando no ninguneado- fuera de España. Sin embargo, la ingente colección de ex-votos de bronce del Santuario de la Cueva de la Lobera de Jaén, bien es cierto que de menor tamaño que las estatuillas itálicas, son unas obras maestras, que poco se estudian, no solo del arte de las culturas ibéricas, sino del arte antiguo. Pocas veces se ha logrado tan síntesis de la figura humano, dejando lo que la -nos- constituye: nuestra capacidad de estar aquí, de ser-aquí, con la cabeza bien alta.
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