Los humanos -los mortales- gozaban de muy poco crédito en la Grecia antigua -al igual que en Mesopotamia-: eran " sueños de sombras", "títeres" -como los calificaban Píndaro y Platón, por ejemplo- seres de corta y mísera vida que desembocaba, tras la muerte, en un mundo de sombras y fantasmas tan espantoso que hasta un héroe como Aquiles afirmaba, por "boca" de su espectro, que hubiera preferido ser campesino, con la espalda doblada sobre la árida tierra, a "vivir" en el infierno.
Tan solo algunos héroes de los primeros tiempos, gozaban, tras la muerte, de una plácida y luminosa vida en la Isla de los Bienaventurados, que ni siquiera Aquiles alcanzó. Otros héroes, como Sísifo, que desafiaron a los dioses, en cambio, acabaron en un lugar aún más tétrico que el Hades.
Los dioses, ellos, gozaban de una vida alejada de las penalidades humanas; distantes, lejanos, alimentados de ambrosía, conocían el nacimiento pero no la muerte, aunque hubo dioses gravemente heridos en la guerra de Troya -dioses sanados "milagrosamente" por otros dioses. Eso sí, incluso heridos, los dioses no sangraban. Podían ser castigados, encerrados, encadenados, pero no morían.
Por este motivo, sorprende que, a menudo, los griegos creyeran que las duras condiciones de la vida -enfermedades, muertes inopinadas o injustas, asesinatos, engaños, etc.- fueran el fruto de la envidia de los dioses que así castigaban a los mortales. La suerte de los humanos, no se sabe porque, era a veces preferible a la de los dioses.
"¡Tanto mal sufres cuanto bien tuviste en otro tiempo! Un dios te aniquila contrapesando tu felicidad de antaño", exclamaba el espectro de un príncipe troyano, tras su asesinato (Eurípides: Hécuba, 56-58)
Pero es posible que los griegos tuvieran razón.
El mismo dios cristiano quiso probar las mieles de la vida humana.
Quizá los griegos sabían que ,en realidad ,la humanidad de los dioses era pura apariencia y que tras esta se encontraban las incontrolables fuerzas del caos y el cosmos en lucha.Frente a algo tan desproporcionado los dioses debían de pensar que era más tranquilizador ser humano .
ResponderEliminarEs difícil o imposible saber a fe cierta qué creían los griegos -como todos los pueblos antiguos. ¡Si ni siquiera sabemos bien qué creemos nosotros!
EliminarDesde luego, no creían que los dioses tuvieran forma humana, sino que ésta era un disfraz o un símbolo. Sabían que los dioses eran invisibles. También sabían que eran impredecibles y que nunca se podía esperar establecer una relación -por otra parte imposible dada las diferencias entre mortales e inmortales- de confianza.
Los dioses eran quienes causaban cataclismos. No eran víctimas de éstos, salvo cuando desencadenaban tempestades para enfrentarse a otros dioses o, mejor dicho, cuando el enfrentamiento entre divinidades provocaba cataclismos cósmicos.
Los dioses se desplazaban de un lugar a otro del mundo. Quizá, a veces, añorasen la vida humana, apegada a un único lugar.
No podemos imaginar otra vida que no sea la nuestra
ResponderEliminarSi, no podemos imaginar la vida de los dioses fuera de nuestra vida. Tienen que llevar una vida desmesurada, que no es sino una caricatura, una exageración, sin matices, de la vida humana
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